Giselle
—Liora… sigue riendo mientras puedas, pequeña —musité con una sonrisa torcida, observando cómo ella y Caelum disfrutaban de su charla junto a Seren, como si el mundo no estuviera al borde de un cambio oscuro y definitivo. Era tan… patético.
Desde mi escondite, me deleité en su ignorancia, en esa falsa seguridad que los envolvía. Sus risas resonaban, inocentes, mientras yo calculaba cada uno de mis próximos pasos.
—Que sigan disfrutando de su efímera paz. —Mi voz sonaba casi dulce, una burla que se disolvía en el aire. Ellos no tenían idea de lo que estaba a punto de caer sobre ellos. Los miré con desprecio, sintiendo cómo mi ira alimentaba las sombras a mi alrededor, como una promesa de lo que pronto se desataría.
Sin más, dejé que mi sombra se extendiera, deslizándose con gracia hasta llevarme de regreso a mi santuario. Un claro oscuro y escondido, donde la luz apenas se atrevía a filtrarse, las brujas y brujos se reunieron a mi alrededor, mirándome con una mezcla de respeto y recelo. Sus rostros eran tan variados como sus intenciones: algunos con expresiones severas, endurecidas por años de injusticias, otros con ojos llenos de codicia, y algunos jóvenes e idealistas, solo buscando un lugar en el mundo que se les había negado. Podía ver las dudas en algunos de ellos, pero era cuestión de tiempo para convertir esa duda en un arma.
Di un paso adelante y extendí mis manos, como una líder magnánima, y les hablé con una voz baja y envolvente que acariciaba sus oídos y penetraba sus pensamientos.
—Hermanos y hermanas, durante demasiado tiempo hemos sido sometidos, apartados y condenados por quienes se creen superiores. —Mi tono era suave, casi maternal, aunque lleno de un toque sutil de burla—. Nos han quitado nuestra magia, nuestro poder, nuestra dignidad… y, sin embargo, ellos continúan alimentándose de lo que nosotros, y solo nosotros, creamos en este mundo.
Hubo un murmullo de asentimiento. Vi cómo los rostros se tensaban, cómo los ojos se llenaban de resentimiento, y entonces supe que era el momento de avivar las llamas.
—¿Qué les da a ellos el derecho a decidir sobre nuestra existencia? ¿A los hechiceros, a esos nobles de mentes pequeñas que se llenan de gloria mientras nos reducen a sombras? —continué, acentuando cada palabra con un tono de desprecio—. No se dan cuenta de que es nuestra magia, la magia de los verdaderos brujos y brujas, la que da vida a este bosque, a este mundo.
Los más jóvenes me miraban, hechizados, mientras yo reforzaba sus propias convicciones.
—Es hora de tomar lo que nos corresponde. Nada más, solo lo que es nuestro por derecho. No más ni menos —les dije, fingiendo un tono sereno y justo, sabiendo que esta promesa de justicia era justo lo que muchos de ellos anhelaban escuchar—. Seremos restaurados a la grandeza, y los reinos se inclinarán ante quienes verdaderamente dominan la magia en su forma más pura.
Aquellos que solo buscaban justicia asintieron, atrapados en mis palabras, creyendo que se trataba de una causa noble, de una rectificación. Otros, aquellos que compartían mis deseos de poder, intercambiaron miradas de ambición. Para algunos, estas palabras eran promesa de venganza; para otros, un resurgir.
—Giselle, ¿qué pasa con el bosque?se desvanece —dijo una bruja de cabello gris, la voz cargada de pesar y furia—. Han drenado la magia de cada rincón, volviéndolo un lugar vacío. Todo lo que alguna vez nos dio fuerza se está perdiendo.
Otra bruja joven de ojos dorados se adelantó, cruzando los brazos con un gesto resuelto.
—¿Y qué hay de las criaturas del bosque, Giselle? Ellas han sentido nuestra magia, nunca nos juzgaron. ¿No podemos darles algún resguardo?
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Reino De Lunaris
FantasyEn el reino de Lunaris, donde la magia danza entre los árboles y el cielo guarda secretos, dos almas estaban destinadas a encontrarse. Liora, una joven bruja, vivía con sus hermanas en un bosque encantado, ocultando su magia del mundo. Un día, una t...