Capítulo 3: Sombras de incertidumbre

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Al día siguiente, Gala llegó temprano a su oficina, como siempre. La ciudad aún despertaba bajo el frío resplandor de la mañana, mientras ella subía en el elevador de su edificio, enfundada en un elegante traje negro. Su rostro mostraba la serenidad habitual, pero su mente seguía inquieta, divagando entre los eventos de la noche anterior. Karime Pindter había logrado algo que pocas personas conseguían: entrar en su espacio personal, desafiar sus límites con una audacia fascinante. Aún podía oler el perfume suave de Karime, el eco de sus palabras insinuantes seguía resonando en su mente.

Al llegar a su oficina, Bárbara Islas ya estaba allí, sonriendo, como siempre, al verla entrar.

—Buenos días, Gala —dijo con una amabilidad familiar que siempre le brindaba una sensación de estabilidad—. Tu agenda está lista para hoy, y he adelantado los informes que necesitas para la reunión con los inversores a las diez.

—Gracias, Bárbara —respondió Gala, sin detenerse, dejando su bolso en el escritorio antes de sentarse—. Como siempre, te lo agradezco.

Bárbara la miró de reojo, notando algo en el rostro de Gala, un leve cambio en su habitual expresión imperturbable. Quizá una señal de cansancio o, tal vez, algo más.

—¿Todo bien? —preguntó Bárbara, con un tono más cercano que formal.

Gala se detuvo un segundo antes de responder, recordando el bar, la conversación con Karime, la sonrisa juguetona con la que se despidió. Intentó apartar esos pensamientos. No quería que afectaran su concentración.

—Sí, todo bien. Solo una noche un poco… diferente —dijo, restándole importancia. Sabía que con Bárbara tenía que ser cuidadosa en sus respuestas. Aunque era su amiga y confidente, había cosas que no podían compartirse tan fácilmente.

Bárbara la observó, aunque no insistió. Sabía que Gala no era del tipo que ofreciera detalles fácilmente, y aunque el comentario sobre “una noche diferente” le generó curiosidad, decidió no presionar. En su interior, sin embargo, algo se agitaba. La idea de que Gala hubiera pasado tiempo con Karime, esa mujer que la había desconcertado en el evento, no le dejaba buen sabor. Sabía que Karime era peligrosa, no solo porque era opuesta a Gala en todos los aspectos, sino porque representaba una amenaza silenciosa a su relación con ella.

—¿Quieres café? —preguntó Bárbara, como siempre buscando un gesto que suavizara el ambiente.

—Sí, por favor. Uno fuerte hoy.

Mientras Bárbara salía de la oficina, Gala respiró profundamente y miró por la ventana. Era temprano, pero el día ya se anunciaba intenso. Tenía que concentrarse. No había tiempo para distracciones, y Karime era exactamente eso, una distracción que no podía permitirse. Aun así, no podía evitar pensar en la próxima vez que la vería.

Más tarde, en la oficina de Bárbara

Bárbara regresó con el café, colocándolo con delicadeza sobre el escritorio de Gala, observándola trabajar en silencio. Se sentó frente a su computadora, pero su mente seguía divagando. No podía dejar de pensar en lo que había visto la noche anterior. Gala, siempre controlada, siempre firme en su mundo de responsabilidades, había aceptado pasar tiempo con Karime. La idea la incomodaba de una manera que no terminaba de entender.

Bárbara había estado al lado de Gala durante años, viendo cómo construía su imperio con una determinación inquebrantable. La admiraba profundamente, no solo por su talento, sino también por la persona que era, por su fuerza y su inteligencia. En silencio, Bárbara había desarrollado sentimientos por ella, aunque siempre los había mantenido bien ocultos. Sabía que Gala la veía como una amiga y aliada, y nunca había querido romper ese equilibrio.

"CEO"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora