Kitana había llegado a Wu Shi para una visita especial, aprovechando la tregua entre los reinos y el tiempo libre que tenían luego del inicio de un periodo de paz entre Edenia y los Shokan. La luna brillaba sobre los dormitorios de la academia, iluminando los alrededores con una luz plateada. Raiden, en un gesto inusual de benevolencia, había consentido que ella y Liu Kang compartieran la misma habitación aquella noche, lo que era motivo de curiosidad y expectativa para ambos.
La princesa de Edenia abrazó a Liu Kang por detrás, su respiración suave en su oído mientras se acomodaba contra su cuerpo. La cercanía, la intimidad del momento, era palpable.
—No me trajiste aquí sólo para que durmamos... ¿O sí, elegido? —susurró Kitana con una voz suave, pero cargada de intención.
Liu Kang se tensó por un segundo, sintiendo su pulso acelerarse por la provocación.
—Me perturbas, princesa... —respondió, con un tono juguetón pero nervioso—. Continúa...
Justo cuando la tensión alcanzaba su punto máximo y estaban a punto de dejarse llevar por el momento, la puerta de la habitación se abrió de golpe. Kung Lao, visiblemente agotado por un largo día de entrenamiento, entró sin siquiera mirar a su alrededor. Sin pensarlo dos veces, se dejó caer en la cama contigua, soltando un suspiro de alivio.
—Ah... finalmente —murmuró, acomodándose entre las sábanas.
Liu Kang parpadeó, incrédulo, mirando cómo su mejor amigo acababa de arruinar por completo lo que prometía ser una noche memorable.
—¿Disculpa? —preguntó, sin ocultar su frustración.
Kung Lao, a medio camino entre el sueño y la realidad, giró la cabeza con una expresión confusa.
—¿Eh?
—Kitana está aquí —dijo Liu Kang, señalando a la princesa que, hasta hace un momento, estaba a punto de desatar sus deseos.
Kung Lao, sin perder la calma, hizo un gesto vago con la mano.
—Mándale mis saludos... Hasta mañana... —y sin más, cerró los ojos y comenzó a roncar levemente.
Kitana y Liu Kang intercambiaron una mirada, absolutamente asombrados por lo que acababa de ocurrir. La princesa, quien antes estaba llena de pasión, ahora se sentía completamente desconcertada.
—... ¿También se te fueron las ganas? —preguntó Kitana, rompiendo el silencio.
Liu Kang suspiró, resignado.
—Sí... —respondió, con una mezcla de frustración y diversión—. Lo golpearé en la mañana.
Ambos se recostaron, mirando al techo, mientras los ronquidos suaves de Kung Lao llenaban la habitación, asegurándose de que aquella noche no sería tan romántica como habían esperado.
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One Shots random de Mortal Kombat
HumorAcompaña a Liu Kang y Kung Lao cuidando a los iniciados en el Templo Shaolin, ríete con las locuras de Johnny Cage en sus fiestas extravagantes, y llora con los héroes en momentos de pérdida y sacrificio. El contenido va dirigido de fans para fans