Se levantó antes del amanecer, no pudo pegar el ojo en toda la noche de tanto pensar en las penurias, a las que supuso, se enfrentó Andrea en esos seis meses sola. La imaginaba aterrorizada en medio de hienas hambrientas por roer sus huesos. O las nuevas heridas que se ganó en esa misteriosa pelea. Le dolió el corazón, y los ojos los sintió arenosos por la falta de sueño.
Alistó una bolsa con agua y comida y otra con algunas ropas que había comprado la noche anterior. Dejó pegada una nota en el refrigerador para Ignacio, donde explicaba su ausencia, y regresó al centro penitenciario de mujeres, cuando llegó había una pequeña fila de cuatro personas, todas eran mujeres con bolsas atiborradas de comida. Erróneamente supuso, al ver que las primeras señoras entraban juntas, pasaría a más tardar las diez; la demora, la resignación en las dos mujeres antes de él y ver salir a las que entraron, le hizo concluir que las visitas eran de una en una y duraban alrededor de quince minutos, sin contar el tiempo de revisión.
Para cuando fue su turno de pasar ya habían dado poco más de las doce del mediodía. La guardia a cargo de revisar la vestimenta se le quedó viendo con cara de pocos amigos y, como si su sola presencia hubiera tocado alguna fibra sensible, lo hizo dar una vuelta y un par de saltos en su lugar, asegurándose de que no introdujera nada indebido a primera vista, pero solo eran ganas de quitarse la irritación acumulada de todas esas horas en el sol con el primer tipo de cara bonita que se atravesó.
Los tratos como acompañante de una fiscal y como una persona cualquiera se notó desde que atravesó la puerta de entrada. Fernando estaba seguro que a esa gente le pagaban por tener rostros severos y frívolos.
Entregó su credencial y escribió su nombre y el de la persona a la que visitaba, luego pasó a formarse para la revisión de las cosas que llevaba. Imitó las indicaciones ilustradas, pegadas en la reja interpuesta entre la oficial y él, sacó prenda por prenda, todas pulcramente dobladas, para luego presenciar la brutal manera de estrujar y hacerlas bola al momento de meterlas a la bolsa. Tuvo que morderse la lengua para no protestar, sus facciones terminaron de endurecerse al observar la saña con la que metían el alargado cucharón en el botellón de agua y otro en la comida, por supuesto, no encontraron nada.
Selló todo con un nudo en la garganta y pasó al cubículo de revisión. Si al principio creyó que fue molesta la guardia de la entrada, el oficial del cubículo fue mucho más audaz. Lo tocó todo lo que quiso y lo hizo vaciar los bolsillos del pantalón y la camisa, así como la cartera, y quitarse los zapatos y calcetines. Tampoco encontraron nada, no obstante, la crueldad con la que ejercían su autoridad, era capaz de vulnerar a cualquiera y hallar en ello la clave para eximirse de culpas.
Su consuelo fue ver a Andrea entera, se conmovió aún más al notar el brillo dulce en esos enormes y redondos ojos marrones. Sin que los labios de ella se curvaran en una sonrisa, Fernando sabía que sonreía. Le hubiera hecho un chequeo general de no existir la norma de no-tocar y de haber tiempo suficiente, se limitó a servir lo que fueron omelettes y ahora parecía huevo revuelto, y la limonada con regusto a salitre y metal.
Andrea ahogó el cosquilleo de su piel por querer abrazarlo en engullir la comida. Sin embargo, cada bocado se convirtió en nuevas ataduras alrededor de su pecho. Las lágrimas se agolparon en una cascada que descendió por sus huesudas mejillas y desembocó en sollozos ahogados. La familiaridad en la escena le tocó hondo, o mejor dicho, la hundió profundamente en la nostalgia del ayer.
El nudo en la garganta de Fernando se hizo más grande conforme el llanto de Andrea fue menguando. Solo ella sabía cómo hacerlo sentir inútil. Sin poder controlarse la tomó de la mano, el tiempo fue efímero antes de que la estruendosa voz de la guardia inundara el recinto. «Está prohibido el contacto físico», había dicho. El calor del pequeño apretón fue suficiente para sosegar la impotencia entre ellos y sentir que se abrazaban tanto como la noche que permanecieron acurrucados en la cama de Andrea.
Fernando ocultó sus manos debajo de la mesa, un poco contrariado.
—Lamento que la comida te haya traído recuerdos ingratos —se lamentó con la mirada perdida en la transparencia de la limonada.
—Lo extrañé. —Andrea se metió la última cucharada y posó sus orbes oscuros en el sorprendido rostro de Fernando, ignorante de la repercusión de sus palabras—. Lo extrañé de verdad.
Nervioso, Fernando atinó a sonreír a medias. Una ligera presión en la boca del estómago y el apresurado aleteo en el interior de su corazón le generaron cierta incomodidad, a la vez que una ternura infinita. Esa pequeña lograba desensacajarlo sin siquiera proponérselo, la franqueza envuelta en inocentes palabras podía volverlo adicto a querer escucharla tanto como la necesidad de respirar, despertándole cierta inquietud.
—Yo... —Se removió en el asiento y se forzó a mirarla a los ojos, desterrando el extraño sentimiento—. Yo también, Niña Tonta. Verás que pronto iremos a comer unas ricas chimbombas y todo esto quedará como un horrible sueño. —Suspiró, aliviado. No era su intención ilusionarla, pero la conversación de ayer también había traído buenas nuevas y quería que ella las conociera.
»Se hará justicia, por esta que así será —juntó los dedos índice y pulgar y los besó, finiquitando la promesa de forma dramática—. Ya tienen tras las rejas al señor Calderón, es cuestión de tiempo para hacerlo confesar.
Los ojos de Andrea centellearon.
—Lo dudo. —agachó la cabeza con expresión ausente—. Ese tipo es un monstruo, solo se preocupa de salvar su propio pellejo sin importar el costo.
—Pareces conocerlo bien...
—Así es. —Andrea se encogió de hombros y se recargó en el respaldo de la silla; la carencia de emociones en su rostro cambió abruptamente, de repente parecía enfada y al segundo siguiente llorosa, asqueada o aterrada—. Más de lo que me gustaría.
Holaaa, mi gente linda
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¡Nos seguimos leyendo en la próxima actualización!
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A veces es difícil respirar (borrador)
RandomAndrea es una estudiante de preparatoria de último año solitaria, impetuosa y leal a sí misma. Tras el ascenso de su papá en el trabajo y el cambio de escuela, promete mejorar su conducta y comenzar a socializar, pero parece que mientras más busca a...