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El sol apenas comenzaba a colarse entre las ventanas polvorientas del antiguo convento cuando Jake empujó la pesada puerta de la biblioteca. Las estanterías, torcidas y cubiertas de polvo, formaban un laberinto que olía a papel envejecido y misterio, como si el pasado aún estuviera suspendido entre las hojas marchitas de los libros olvidados. Al fondo, donde la luz se disolvía en penumbras, algo le llamó la atención.

Era un estante pequeño, oculto detrás de otros más altos y deteriorados, como si intentara preservar un secreto. Al acercarse, Jake notó un paquete envuelto en una tela raída y atado con un lazo gastado, cuyo color original era ya indiscernible. Sus manos temblaron al deshacer el nudo; había algo sagrado en aquel momento, como si estuviera a punto de quebrantar un pacto antiguo.

Desdobló el primer papel con delicadeza, tratando de no dañar las palabras que descansaban sobre él, esperando desde hacía décadas. La tinta, aunque desvanecida, aún era legible. Las primeras líneas parecían una confesión velada, como si quien las escribió hubiera querido ocultarlas tanto como revelarlas.

*"Querido Jhon,"* comenzaba la carta, en una caligrafía nerviosa pero firme. *"A veces pienso que nuestros días juntos son solo un sueño, un refugio al que acudo cuando el mundo se torna hostil. Aquí, en la soledad de estas paredes, tus palabras son el único consuelo, la única verdad que me sostiene..."*

Jake se detuvo un momento, abrumado por la intensidad de aquellas palabras. Había en ellas una urgencia, un amor que parecía brotar desde las entrañas mismas de quien escribía. Era evidente que Dominic y Jhon compartían algo profundo, un vínculo prohibido y peligroso en aquel lugar donde la moral y las miradas ajenas lo observaban todo.

Apenas lograba procesar sus propios pensamientos cuando sintió una presencia a sus espaldas. Se dio vuelta con rapidez y ahí estaba Heeseung, observándolo con su expresión inescrutable, una mezcla de serenidad y algo más, algo que Jake no podía descifrar del todo.

—No es común que alguien venga a la biblioteca tan temprano —dijo Heeseung con voz baja, como si temiera despertar los ecos del pasado que aún habitaban el lugar.

Jake trató de recomponerse y ocultar el paquete de cartas detrás de su espalda, pero Heeseung no era fácil de engañar. Su mirada se posó en las manos de Jake, y una leve sonrisa curvó sus labios.

—No tienes que esconderlas —murmuró Heeseung—. Sé lo que encontraste.

Jake sintió una punzada de sorpresa y algo de vergüenza. Apretó los labios, sin saber qué responder. Pero Heeseung no pareció esperar ninguna explicación; en cambio, sus ojos se suavizaron al observarlo, como si compartiera la carga de aquel descubrimiento.

—La historia de Dominic y Jhon... no es solo una historia. Es una herida abierta, un secreto que pocos en este pueblo entenderían —continuó, con un tono que era más un susurro que una voz. Jake lo miró, intentando leer algo en sus gestos, en la intensidad de su mirada.

—¿Tú los conociste? —preguntó finalmente Jake, sin poder contenerse.

Heeseung soltó una pequeña risa, pero sus ojos reflejaban tristeza.

—Conocí las sombras que dejaron —respondió. Sus palabras cayeron como piedras en el silencio de la biblioteca—. Incheon no es un pueblo que recuerde, Jake. Aquí, las historias como la de Dominic y Jhon se entierran profundamente. Pero si escuchas con atención, tal vez puedas oír sus ecos.

Jake sintió un escalofrío recorrerle la espalda. Se dio cuenta de que, en ese momento, no estaba seguro de cuál era su papel en todo esto: ¿era el simple observador de una historia ya escrita, o un participante que tendría que decidir el destino de esos secretos?

—¿Por qué me lo dices? —preguntó, en un murmullo.

Heeseung guardó silencio por un instante, mirando hacia las estanterías, como si en ellas encontrara alguna respuesta. Finalmente, lo miró con una intensidad que hizo que Jake sintiera un leve temblor en las piernas.

—Tal vez porque tú también guardas secretos, Jake. Tal vez porque yo también los tengo.

Heeseung se alejó sin decir más, dejando a Jake con una sensación de desamparo y curiosidad insaciable. Volvió a mirar las cartas en sus manos, preguntándose si debía continuar leyendo o cerrar aquel capítulo olvidado. Pero, ¿acaso tenía opción?

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el secreto de las cartas de amor; heejake!ღDonde viven las historias. Descúbrelo ahora