sixteen

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Jake se encontraba frente a la puerta de la vieja casa de la familia que había sido cercana a Dominic y Jhon. El aire frío de la tarde se colaba entre los rincones del pueblo, llevando consigo el eco de un pasado que se negaba a morir. Los pasos de Heeseung resonaban detrás de él, suaves pero firmes, como un recordatorio constante de que, aunque todo parecía irreal, lo que iban a hacer estaba más cerca que nunca.

La verdad ya no era solo una historia oculta, ni un murmullo en los pasillos del convento. La verdad se había convertido en una carga, un peso tangible que estaba a punto de ser liberado. La última carta, aquella en la que Dominic escribía su adiós, pesaba en el bolsillo de Jake, como si sus palabras pudieran hacer que el suelo se abriera bajo sus pies.

—¿Jake? —La voz de Heeseung interrumpió sus pensamientos, una mezcla de suavidad y preocupación.

Jake se giró para mirarlo, encontrando en sus ojos la misma incertidumbre que sentía. Pero también había algo más, algo que había comenzado a crecer entre ellos: la confianza. Heeseung había estado a su lado durante todo este tiempo, enfrentando no solo los secretos del pasado, sino también su propia verdad.

—Estoy listo, Heeseung —dijo Jake, sin vacilar. Las palabras sonaron más firmes de lo que realmente se sentía. Sabía que tenía que serlo, no solo por Dominic y Jhon, sino también por él mismo, por lo que estaba a punto de enfrentar.

Heeseung asintió lentamente, como si en ese simple gesto comprendiera la profundidad de la decisión que Jake había tomado. A pesar de la tensión en el aire, había una especie de paz en él. Sabían que no podían echarse atrás.

Se acercaron a la puerta de la casa, que estaba entreabierta. Al entrar, el ambiente oscuro de la habitación los envolvió de inmediato. Los recuerdos colgaban en las paredes como sombras de lo que una vez fue. Todo parecía desmoronarse, como si el mismo tiempo hubiera decidido borrar cualquier traza de los hombres que una vez vivieron aquí.

El anciano que los había recibido la última vez estaba sentado en una silla de madera en el rincón de la sala. A su lado, una mujer de rostro serio observaba en silencio, como si esperara algo. Jake no necesitaba que le dijeran nada. Ya sabía lo que tenían que hacer.

—Hoy, vamos a hablar —dijo Jake, su voz clara y decidida, atravesando el silencio denso que los rodeaba.

El anciano levantó la vista lentamente, y por un momento, sus ojos se encontraron con los de Jake. Era como si todo el peso del pueblo, del convento, y de los secretos de Dominic y Jhon recayeran sobre él. Pero Jake no se detuvo.

—He encontrado las cartas —continuó—. Las cartas que Dominic escribió a Jhon. Todo lo que han estado tratando de ocultar está aquí, en estas palabras.

La mujer se levantó con brusquedad, sus ojos brillando con una mezcla de miedo y enojo.

—No puedes hacer eso, Jake —dijo, su voz tensa—. No entiendes lo que estás a punto de desatar.

Jake la miró fijamente, sintiendo que el miedo en su tono solo lo empujaba más. Sabía lo que significaba. Sabía que su vida, la de Heeseung y la de todos en el pueblo, cambiaría para siempre. Pero no podía echarse atrás. No después de haber llegado tan lejos.

—No tengo miedo —respondió Jake, su corazón latiendo con fuerza, pero su rostro reflejando una calma que apenas sentía—. Esta es la única forma de que la historia de Dominic y Jhon tenga justicia. Esta es la verdad que ha estado escondida durante demasiado tiempo.

El anciano levantó la mano, pidiendo silencio, pero Jake no lo miró. Estaba mirando las cartas en su mano, el sobre que contenía la historia más importante de su vida, la de un amor prohibido que había permanecido vivo por generaciones. En ese sobre, estaba también su futuro, la respuesta a muchas preguntas que se habían ido acumulando a lo largo de su estancia en Incheon.

Finalmente, el anciano suspiró, derrotado.

—Lo sabíamos —dijo, con una voz que parecía desmoronarse—. Sabíamos que algún día alguien lo descubriría. Pero no entendemos... no entendemos por qué quieres hacer esto.

Heeseung se acercó a Jake, poniéndole una mano en el hombro, como si en ese gesto también estuviera tomando la misma decisión.

—Porque la verdad debe ser escuchada —dijo Heeseung, con una calma sorprendente. Su mirada se encontró con la de Jake, transmitiéndole un apoyo inquebrantable—. Ya no es solo la historia de Dominic y Jhon. Es la nuestra. Es el mundo en el que vivimos ahora.

Jake miró a Heeseung, sus ojos fijos en él. Aquella simple frase cambió todo. No solo se trataba de una historia de amor del pasado. Era una historia que ahora les pertenecía a ellos, al presente, al futuro.

El anciano los observó por un largo rato, y en sus ojos, Jake pudo ver algo que nunca había notado antes: una especie de alivio. Como si, por fin, estuviera dispuesto a dejar ir la culpa que había arrastrado durante toda su vida.

—Está bien —dijo el anciano, con un suspiro que parecía venir de muy dentro—. Haz lo que tengas que hacer. Pero recuerda que las palabras que estas cartas contienen pueden destruir mucho más que una simple mentira.

Jake asintió, sin dudar. Lo que estaba a punto de hacer podría tener consecuencias que ni él mismo comprendía completamente, pero no importaba. Ya no importaba.

—Lo haré —respondió con firmeza.

Con esas palabras, Jake sabía que no había vuelta atrás. Sostenía las cartas con fuerza, como si fueran la única salvación en un mar de oscuridad. La verdad ahora estaba ante él, pero también lo estaba su futuro. No sabía cómo cambiaría todo después de hoy, ni qué obstáculos tendría que enfrentar. Pero había tomado su decisión. El momento de enfrentar la verdad había llegado.

Jake caminó hacia la mesa, dejando las cartas sobre ella. La mirada de Heeseung le dio fuerzas, y juntos, se prepararon para lo que vendría.

La verdad estaba lista para ser revelada. Y con ella, un nuevo capítulo comenzaba para ambos.

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el secreto de las cartas de amor; heejake!ღDonde viven las historias. Descúbrelo ahora