seventeen

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La luz del atardecer bañaba las colinas de Incheon con un tono dorado, como si el cielo mismo estuviera despidiéndose del día en silencio. Jake caminaba por el sendero que conducía al antiguo convento, el lugar donde todo había comenzado, donde los ecos del pasado aún resonaban con fuerza. En su mano, las cartas de Dominic y Jhon ya no eran solo un recuerdo, sino la clave para cerrar un ciclo que había durado demasiado tiempo. A su lado, Heeseung caminaba con el mismo paso firme, aunque sus ojos parecían perdidos en algún rincón del pasado.

Era difícil decir qué los había cambiado más: las cartas, la verdad que ahora todos conocían, o la creciente tensión entre ellos dos, que, a pesar de estar siempre presente, había tomado una forma nueva. Jake lo sabía, lo sentía en lo más profundo de su ser. Aquello que había comenzado como una simple atracción ahora era algo más complejo, algo que se había tejido entre las sombras del misterio, el dolor y la verdad.

—¿Sabes? —dijo Heeseung, rompiendo el silencio que los rodeaba, su voz suave pero cargada de un sentimiento que Jake no había podido descifrar del todo—, a veces siento que todo lo que hemos hecho, todo lo que hemos vivido aquí, nos ha cambiado de formas que ni siquiera entendemos.

Jake lo miró, encontrando en los ojos de Heeseung una mirada profunda, llena de emociones que solo compartían entre ellos. Desde que llegaron a Incheon, había algo en la forma en que se veían, algo que no podían negar, pero que tampoco querían confrontar del todo. La cercanía entre ellos había ido creciendo de manera natural, pero ahora, con las cartas finalmente reveladas y la verdad expuesta, no podían evitar sentir que algo más estaba surgiendo entre ellos.

—Yo lo siento también —respondió Jake, su voz baja pero firme—. Como si todo esto nos hubiera llevado hasta aquí, a este momento, y no solo por las cartas. Sino por lo que descubrimos en el proceso.

Heeseung lo miró fijamente, y Jake pudo ver en su rostro una mezcla de vulnerabilidad y algo que parecía ser un suspiro reprimido. El joven guía, siempre tan tranquilo y enigmático, ahora mostraba una faceta más humana, más accesible.

—¿Te arrepientes de haber venido? —preguntó Heeseung, sus palabras llenas de una incertidumbre que Jake nunca había visto en él antes. Era como si, después de todo lo que habían descubierto, ambos necesitaban una respuesta, algo que les diera claridad.

Jake se detuvo en medio del sendero, girándose hacia Heeseung. La vista de las montañas y el convento al fondo no le importaban ahora. Todo lo que importaba estaba en los ojos de Heeseung, en su cercanía, en ese momento suspendido en el tiempo.

—No, Heeseung, no me arrepiento —dijo Jake, su voz llena de sinceridad—. Esta historia... no solo la de Dominic y Jhon, sino la nuestra... nos ha unido de una forma que no entiendo, pero no me arrepiento.

Heeseung pareció conmoverse con las palabras de Jake, y un leve rubor comenzó a teñir sus mejillas. Durante tanto tiempo había sido el guía de este pueblo, pero ahora, al estar tan cerca de Jake, sentía una desconcertante mezcla de emociones. Había algo entre ellos que no podía ser ignorado, algo que se había formado en los silencios, en las miradas y en las palabras no dichas.

Jake dio un paso hacia él, como si esa cercanía fuera lo único que tenía sentido en ese momento. Se quedó a pocos centímetros de Heeseung, notando cómo la tensión en el aire se volvía palpable. Nadie había dicho nada sobre lo que estaba sucediendo entre ellos, pero lo sabían. Lo sentían.

—¿Qué va a pasar ahora? —preguntó Heeseung, su voz apenas un susurro, como si temiera que su pregunta deshiciera lo que estaban comenzando a construir.

Jake no sabía cómo responder a esa pregunta. No sabía qué les depararía el futuro, pero sí sabía algo: que no quería dejar ir lo que había comenzado entre ellos. Ya no se trataba solo de Dominic y Jhon, ni siquiera de las cartas. Se trataba de ellos dos, de lo que había crecido entre las palabras y los silencios. De lo que se estaba creando en el aire que compartían.

—No lo sé —admitió Jake, su voz cargada de emoción—. Pero quiero descubrirlo. Juntos.

Heeseung no respondió de inmediato. En su lugar, dio un paso hacia Jake, acercándose más. La distancia que los separaba se reducía, y, por un instante, el mundo pareció detenerse. Era como si todo lo que había pasado hasta ahora, las revelaciones, el miedo y el dolor, los hubiera llevado a este preciso instante, a esta conexión que finalmente parecía estar tomando forma.

Finalmente, Heeseung levantó una mano, tocando suavemente el rostro de Jake, su piel cálida contra la fría brisa de la tarde. Fue un gesto simple, pero cargado de significados no dichos. En su toque había algo más que amistad, algo más que una conexión temporal. Era el reconocimiento de lo que había comenzado a crecer entre ellos, algo que ni ellos mismos podían nombrar aún, pero que era innegable.

Jake cerró los ojos por un momento, sintiendo la calidez de Heeseung en su rostro, la suavidad de su toque. En ese simple gesto, todo lo que había estado oculto entre ellos emergió, como si el miedo y las dudas se desvanecieran en la cercanía de la persona que había estado a su lado en todo momento.

—Heeseung... —Jake susurró, abriendo los ojos y mirando directamente a los suyos. En su mirada había una sinceridad y una esperanza que no había visto antes. No importaba lo que el futuro les deparara. En ese momento, solo importaba lo que compartían.

Antes de que pudiera decir algo más, Heeseung lo atrajo hacia él en un gesto que no necesitaba palabras. El contacto entre ellos se sintió natural, como si el mundo ya hubiera decidido por ellos. Sus labios se encontraron con suavidad, como si estuvieran probando la posibilidad de lo que realmente sentían el uno por el otro.

El beso fue breve, pero lleno de una carga emocional que ninguno de los dos podría haber explicado en palabras. Era la culminación de todo lo que había ocurrido, de la verdad revelada, del amor oculto, de los secretos del pasado y del presente. No había más dudas entre ellos, solo una certeza: lo que sentían el uno por el otro era real, y eso era todo lo que importaba ahora.

Se separaron lentamente, pero la conexión entre ellos no desapareció. En sus ojos brillaba una promesa, una que solo ellos podían entender. Juntos, enfrentarían lo que el futuro les trajera, pero ya no tendrían miedo de lo que viniera. Porque ahora sabían lo que realmente importaba: el uno al otro.

—No sé qué pasará después, Jake —dijo Heeseung, su voz temblando ligeramente—, pero quiero vivirlo. Lo quiero vivir contigo.

Jake sonrió, tomando su mano con firmeza.

—Yo también, Heeseung. Juntos.

Y así, mientras el sol comenzaba a desaparecer en el horizonte, sabían que el camino que les esperaba estaba lleno de incertidumbre, pero también de promesas. Porque, al final, la verdad no solo los había liberado, sino que los había unido de una manera que ni ellos mismos podían haber imaginado.

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el secreto de las cartas de amor; heejake!ღDonde viven las historias. Descúbrelo ahora