La noche caía lenta y fría sobre Incheon, el pequeño pueblo andino que parecía escondido del tiempo. La intensa investigación de Jake en el convento lo había dejado agotado; su mente y su corazón estaban atrapados entre las palabras de las cartas de Dominic y Jhon, y la extraña fascinación que sentía por Heeseung. Necesitaba despejarse, caminar bajo el cielo oscuro y vacío.
Sin rumbo, Jake dejó que sus pasos lo llevaran por calles adoquinadas que parecían desvanecerse en la niebla. Un trueno retumbó en la distancia, y la llovizna comenzó a caer, pronto convirtiéndose en una tormenta intensa y fría. Jake no se detuvo, dejando que el agua empapara su cabello y su ropa. Había algo en esa sensación de estar solo bajo la tormenta que le recordaba a Dominic y Jhon, atrapados también en su propio amor secreto.
De pronto, sintió una mano firme en su hombro. Dio un respingo y se giró, solo para encontrar a Heeseung, empapado y mirándolo con una mezcla de preocupación y algo más profundo, algo que Jake no podía descifrar.
—Jake, ¿qué haces aquí? —preguntó Heeseung, su voz suave y grave, apenas audible sobre el rugido de la tormenta.
Jake lo miró, sin saber qué responder. ¿Qué hacía allí, realmente? ¿Por qué había salido a caminar en medio de la lluvia, sin rumbo? Sintió un nudo en el estómago, y en un impulso inexplicable, extendió la mano, tocando ligeramente el brazo de Heeseung.
—No lo sé... —murmuró, más para sí mismo que para Heeseung—. Solo... necesitaba salir.
Heeseung lo observó por un momento, su mirada oscura y profunda como la noche misma. Jake sintió que no podía moverse, atrapado en esos ojos que parecían conocerlo más de lo que él mismo se conocía.
—Ven —dijo Heeseung finalmente, quitándose su chaqueta y poniéndola sobre los hombros de Jake—. No puedes quedarte aquí. Te vas a enfermar.
Sin protestar, Jake lo siguió bajo la lluvia hasta un refugio a unos metros de allí, un mirador abandonado desde el cual se podía ver el pueblo. A pesar de la distancia y del agua que empapaba sus ropas, la presencia de Heeseung lo hacía sentir extrañamente cálido.
Cuando llegaron al refugio, Heeseung se inclinó hacia él, apenas a unos centímetros de su rostro. Jake pudo ver cada gota de agua en su piel, la intensidad de su mirada, y sintió que el mundo a su alrededor se desvanecía. En ese momento, no existían Dominic y Jhon, ni las cartas antiguas, ni el misterio del convento. Solo existían ellos dos.
—Jake... —susurró Heeseung, su voz tan suave como un suspiro—. ¿Por qué te importa tanto esta historia?
Jake bajó la mirada, sintiendo cómo su corazón latía con fuerza. ¿Por qué le importaba? ¿Era realmente por la historia de Dominic y Jhon, o había algo más, algo que no se atrevía a admitir?
—Porque... —dudó, buscando las palabras—. Porque siento que hay algo en esas cartas, algo que... que se parece a lo que siento aquí, contigo.
Las palabras salieron antes de que pudiera detenerlas, y el silencio que siguió fue tan intenso que apenas podía respirar. Lentamente, Heeseung levantó una mano y la llevó al rostro de Jake, rozando su mejilla con la yema de los dedos. Jake cerró los ojos, dejándose llevar por esa caricia, sintiendo cómo su corazón se aceleraba.
—Jake —murmuró Heeseung, acercándose aún más—. Hay historias que deben quedar en el pasado. Pero algunas... algunas parecen regresar una y otra vez, como si buscaran una manera de ser contadas.
Jake abrió los ojos y se encontró con la mirada intensa de Heeseung. En ese instante, comprendió que no estaba solo en esos sentimientos, que Heeseung también sentía esa conexión inexplicable, ese lazo que los unía sin que ninguno de los dos pudiera entenderlo.
Sin decir nada, se acercó a él, y sus labios se encontraron en un beso lento, profundo, que parecía borrar todo a su alrededor. Fue un beso que llevaba consigo todas las preguntas, las dudas, y los deseos que ambos habían callado. Jake sintió que el tiempo se detenía, que el mundo desaparecía, y que en ese instante solo existían ellos dos, juntos bajo la tormenta.
Cuando se separaron, ambos se miraron en silencio, respirando con dificultad. La lluvia seguía cayendo fuera del refugio, y el eco de sus palabras parecía mezclarse con el sonido de los truenos.
—No sé lo que va a pasar después de esto —dijo Jake, con la voz temblorosa—. Pero... no quiero que este momento termine.
Heeseung sonrió, una sonrisa apenas visible, pero que iluminó sus ojos con una calidez que hizo que Jake sintiera una paz profunda.
—Entonces no dejemos que termine —respondió Heeseung, tomando su mano con fuerza—. No importa lo que descubramos. No importa si el pasado es oscuro. Lo único que importa es que estamos aquí, juntos.
Jake sintió que las lágrimas amenazaban con salir, pero no las contuvo. Había algo en esas palabras, en la forma en que Heeseung lo miraba, que le daba una extraña esperanza, como si finalmente hubiera encontrado a alguien que lo entendiera completamente, que compartiera su soledad y sus dudas.
Se quedaron allí, en silencio, observando cómo la tormenta se calmaba poco a poco, sabiendo que, aunque no podían ver el futuro, habían encontrado un refugio en medio de la oscuridad: la presencia del otro.
Y en esa noche oscura, bajo el cielo andino, Jake comprendió que su historia y la de Heeseung estaban tan entrelazadas como la de Dominic y Jhon. Y aunque no sabía hacia dónde los llevaría ese camino, una cosa era cierta: no estaba solo. No mientras Heeseung estuviera a su lado.
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el secreto de las cartas de amor; heejake!ღ
Ficção HistóricaJake , un joven escritor coreano, llega a Incheon, un pequeño pueblo andino envuelto en misterio, para investigar el antiguo convento del lugar. Entre los viejos libros de la biblioteca, descubre un paquete de cartas secretas que narran un romance p...