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La tarde caía lenta y oscura sobre Incheon. El cielo, cubierto de nubes bajas y amenazantes, parecía arrastrar consigo una quietud pesada, como si el pueblo entero contuviera la respiración, esperando que algo se revelara. Jake se dirigía al convento, sintiendo cómo esa calma inquietante se filtraba en sus pensamientos. Llevaba en sus manos la última carta que había encontrado, sus dedos apretándola con fuerza, como si al sostenerla pudiera mantener bajo control las preguntas que se acumulaban en su mente.
Había algo en las palabras de Dominic y Jhon que lo perturbaba más allá de la historia de amor que describían. Era como si cada frase dejara entrever fragmentos de un misterio más profundo, como si ellos también hubieran sentido el peso de secretos ajenos, que los vigilaban desde las sombras.
Al entrar en la biblioteca, su corazón dio un vuelco. Ahí, en la penumbra, estaba Heeseung, con la mirada clavada en una ventana polvorienta, el perfil iluminado por el débil reflejo de la luz exterior. Jake se detuvo un momento, observándolo en silencio, sintiendo cómo una mezcla de atracción y desconfianza se enredaba en su pecho. Heeseung, tan misterioso y elusivo como el pueblo mismo, parecía llevar consigo una carga que nunca compartía del todo.
—Jake —dijo Heeseung sin voltear, como si hubiera sentido su presencia—. Sabía que vendrías hoy.
Jake tragó saliva y avanzó despacio. Sus pasos resonaban en el suelo de piedra, rompiendo el silencio que parecía pesar como una losa en aquella habitación.
—¿Cómo lo sabías? —preguntó, con una voz que intentaba sonar firme, aunque la tensión le endurecía la garganta.
Heeseung giró lentamente hacia él, sus ojos brillando con una intensidad que a Jake le resultaba imposible de descifrar.
—Porque he visto cómo te afecta lo que has encontrado —respondió, y dio un paso hacia él—. Y no eres el único que ha sentido el peso de esas cartas, Jake. Este lugar... estas historias... son algo más que palabras antiguas.
Jake dio un paso atrás, sintiendo que el aire se volvía denso, cargado de una tensión que parecía pulsar en cada rincón de la sala.
—¿Qué estás tratando de decirme, Heeseung? —dijo, con un tono desafiante, aunque en el fondo temía la respuesta.
Heeseung lo miró durante unos segundos, su expresión indecisa, como si estuviera sopesando las consecuencias de lo que iba a decir. Finalmente, con una voz apenas audible, respondió:
—Lo que tú y yo hemos encontrado... es un reflejo de lo que el pueblo ha intentado enterrar. La historia de Dominic y Jhon no es solo un romance prohibido, Jake. Es la herida que nunca ha sanado, el eco de una verdad que nadie quiere recordar. Aquí, en Incheon, hay quienes guardan sus secretos a toda costa.
Un escalofrío recorrió a Jake al oír aquellas palabras. Sintió que, por primera vez, estaba al borde de una revelación peligrosa, una que no solo involucraba a Dominic y Jhon, sino a las mismas raíces de Incheon.
—¿Y tú? ¿Qué sabes tú de todo esto? —exigió Jake, sus emociones brotando con intensidad, su voz casi quebrándose por la mezcla de miedo y enojo.
Heeseung bajó la mirada y suspiró, como si estuviera debatiendo consigo mismo si continuar. Jake vio la lucha en su rostro, el dolor que intentaba ocultar tras aquella calma distante.
—Mi abuelo... —comenzó, su voz apenas un susurro—. Él trabajó aquí, en el convento, durante aquellos años. Siempre hablaba de Dominic y Jhon como si fueran un recuerdo doloroso que lo atormentaba. Me contaba que, cuando el convento aún era un lugar activo, aquellos que desafiaban las normas pagaban un precio... y él los vio pagar.
Jake sintió que la habitación se cerraba a su alrededor. Las palabras de Heeseung destapaban una verdad oscura, una que iba más allá de una historia de amor desafortunada. Había algo profundamente inquietante en la forma en que Heeseung hablaba, como si su abuelo hubiese presenciado cosas que nunca deberían ser contadas.
—¿Estás diciendo que...? —Jake vaciló, sin poder formular la pregunta que empezaba a formarse en su mente.
Heeseung alzó la mirada, y en sus ojos había un destello de dolor.
—Ellos... —comenzó, con una voz quebrada— no estaban solos en su lucha, Jake. Este lugar, este pueblo... tiene una historia que no muchos se atreven a recordar. Y aquellos que lo intentaron... fueron silenciados.
La última palabra resonó en el aire, dejando a Jake sin aliento. Sintió cómo el miedo se enroscaba en su pecho, y al mismo tiempo, una oscura fascinación que lo impulsaba a querer saber más.
—¿Y por qué me dices esto ahora? —preguntó, tratando de mantener la calma, aunque su voz temblaba.
—Porque, si estás decidido a descubrir toda la verdad, debes saber que el precio puede ser alto. La gente de este lugar guarda rencor hacia aquellos que sacan a la luz lo que quieren mantener enterrado. Dominic y Jhon pagaron un precio. Mi abuelo... también.
Jake sintió que las palabras de Heeseung se clavaban en él como dagas. Comprendió que su búsqueda no solo lo ponía a él en riesgo, sino también a aquellos que lo rodeaban. Pero al mirar a Heeseung, vio en su mirada un rastro de esperanza y tristeza, una súplica silenciosa.
Heeseung dio un último paso hacia él y, en un tono apenas audible, agregó:
—Si decides seguir adelante, Jake, no podrás dar marcha atrás. Y no estarás solo... Pero debes preguntarte si estás preparado para lo que vas a encontrar.
Jake asintió, sin saber cómo responder. En su interior, una mezcla de miedo y determinación comenzó a arder. Sabía que había cruzado un límite, uno que cambiaría su vida para siempre.
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el secreto de las cartas de amor; heejake!ღ
Ficción históricaJake , un joven escritor coreano, llega a Incheon, un pequeño pueblo andino envuelto en misterio, para investigar el antiguo convento del lugar. Entre los viejos libros de la biblioteca, descubre un paquete de cartas secretas que narran un romance p...