El Surgimiento De La Tirana

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Narrador Omnisciente

La Duquesa del Norte era una mujer frágil, toda su vida había tenido que permanecer en su habitación o en zonas altamente seguras para no enfermarse, no pudo trabajar, mucho menos ayudar a sus humildes padres cuando el duro invierno golpeaba su hogar, pero a pesar de que en cualquier momento podría morir ante su frágil estado de salud, esto no fue realmente un impedimento para enamorarse de Jongsuk, el hijo mayor del Duque Chatamonchai y el siguiente heredero del ducado. Aquel muchachito de cabello negro carbonizado y ojos dorados se enamoró a primera vista de aquella esbelta mujer de cabello rubio y ojos escarlatas. Al igual que en los cuentos de hadas, su amor surgió con un solo contacto de mirada, aquella interacción no duró más de cinco segundos mientras que él era trasladado por su carruaje y ella caminaba tratando de ocultar su rostro con la larga capucha, pero fue más que suficiente para que ambos fuera conscientes de hecho de que se habían enamorado. La sorpresa de él y a vergüenza de ella hizo estragos en sus cuerpos. A pesar de que sus corazones habían latido, de todas formas, el joven muchacho no pudo encontrarla hasta que obtuvo su título como Duque. En ese momento, en ese preciso instante se las arregló para desplegar sus guardias logrando dar con el paradero de su tan anhelada amada de ojos escarlatas.

Había sido un duro invierno. Una gélida brisa acarició el rostro sonrojado del adolescente mientras él cabalgaba en busca de su amada. Por un segundo realmente creyó el haber llegado tarde al notar como sus guardias se veían entre sí, preocupado se bajó del caballo y entró en aquella humilde morada notando que solo estaba su amada casi congelada sobre una dura cama de madera. Asustado la tomó, para luego llevarla hacia el palacio y como si se tratase de un pequeño animal lastimado pasó días y noches enteras velando por su recuperación. Luego de un año de cuidados intensivos por parte de joven Duque y sus médicos personales, Romina había logrado poder recuperarse pero, aun así, su cuerpo seguía siendo lo suficientemente frágil para obligar al Duque a traer a los mejores doctores del imperio.

Antes de que sus padres pudieran obligarlo a casarse con alguna joven noble de otra casa prestigiosa casa, el muchacho decidió comprometerse con aquella plebeya de ojos escarlatas. Los nobles que apoyaban el poder del Ducado no estaban contentos con la decisión que había tomado su nuevo jefe, no les gustaba la idea de que una sucia plebeya tuviese que ser la que tomase las decisiones, si en sí, ya odiaban el tener que escuchar la opinión de una mujer, el hecho de que fuese una plebeya empeoraba por completo las cosas, pero aun cuando el joven Duque escuchaba todos los días las desagradables opiniones de sus aliados, él siguió adelante logrando con mucho esfuerzo casarse con el amor de su vida con tan solo veinte años.

La gente no tardó en reco9nocerlos como la pareja del Norte. Era de conocimiento popular que el Duque estaba perdidamente enamorado de su esposa, se sabía que su amor fue pasional, lleno de subidas y bajadas, un amor desbordante y lleno de vida, algo digno de estar en los cuentos de la época, un amor que debió durar por toda la eternidad.

La Duquesa tenía tan solo veinticinco años cuando, luego de un embarazo complicado, terminó por morir dando a luz al pequeño Meen, que finalmente termino siendo Meena. El Duque estuvo sosteniendo lo que creyó que era un niño, feliz de notar el nuevo heredero del Ducado, pero aquella felicidad abruptamente se borró al darse cuenta que su esposa no estaba bien. Se volvió loco observando con pavor la forma en que el amor de su vida lentamente estaba perdiendo el brillo de aquellos ojos escarlatas. La estaba perdiendo... la había perdido. Aturdido por lo que estaba viendo se tambaleo causando que la partera no le quedara otra más que quitarle al pequeño bebé de sus brazos, como era de esperare, este al perder el calor de su padre no tardó en romper a llorar empeorando aún más la situación. La habitación era un caos, la Duquesa había muerto y el Duque se había quedado solo con el nuevo heredero. El hombre al entender que su mujer lo había dejado, simplemente atinó a rodear la cama abrazando con sus fuertes brazos el frágil cuerpo de la Duquesa sintiendo como la sangre que empapaba las sabanas también cubría su cuerpo. No tardó en romperse, llorando con todas sus fuerzas, como si de alguna manera estuviese tratando de hacerle competencia al llanto de su hijo.

La Tirana Del Norte (G!P) MeenBabeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora