La Orden De Su Majestad

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POV: Meena Chatamonchai

El zumbido producido por el silencio en la habitación lastimaba ligeramente mis oídos. Por fin había caído la noche en el Ducado, así que Aoom ya hacia recostada sobre la cama durmiendo plácidamente bajo las sábanas mientras que el pequeño bastardo llamado Seungwang se mantenía a su lado con sus pequeñas manos aferrándose con cierto grado de desesperación a las blancas sábanas que lo cubrían, mi esposa en cambio, simplemente deslizó su delgado y blanquecino brazo sobre su anatomía dejando el dorso de su extremidad posada sobre su menudo torso como si estuviese sosteniendo aquel cuerpo desnutrido. Ella de forma consciente o no, lo estaba protegiendo, había decidido utilizar su cuerpo como escudo como si realmente lo estuviera considerado como si fuese su propio hijo, eres una chica tonta, pensé a la vez que estiraba mi mano derecha presionando mis dedos sobre su tersa mejilla, ¿Qué se supone que debo hacer contigo?, me cuestioné manteniendo toda mi atención en la forma en que ella no parecía estar siendo consciente de mi presencia. Con suavidad deslicé mis yemas sobre su piel arrastrando uno que otro mechón castaño para poder ver con mayor precisión su atractivo rostro. No me moví de mi sitio, simplemente mantuve mi atención centrada en mi esposa mientras que, de fondo, era capaz de escuchar su suave respiración deslizándose tranquilamente a través de aquellos carnosos labios que anteriormente había llegado a probar agitando todos los sentidos de mi cuerpo.

A pesar de que estaba haciendo un pequeño esfuerzo por poder comprenderla, sentía que no había forma de poder hacerlo, ella era un mar abierto, uno que no parecía querer ser domado. Decidí continuar en un completo silencio manteniendo durante unos segundos más mis dedos sobre su piel, hasta que ella arrugó el puente de su nariz. Impulsivamente contraje mi brazo sintiendo la fuerza con la que latía el corazón que en algún momento llegué a creer que estaba muerto. Sonrojada y sintiendo los latidos envueltos en mi garganta decidí dar un paso hacia atrás preocupada de que mis acciones la pudiesen llegar a despertar.

Rápidamente mordí mi labio inferior a la vez que enderezaba mi espalda. Mi corazón seguía descontrolado, podía sentir las mejillas caliente así que bruscamente agité mi cabeza deseando poder disipar aquella repentina vergüenza que atacó sin piedad mi sistema. Instintivamente me llevé mi palma contra mi rostro, ella no ha hecho nada, traté de explicarle a mi corazón que no había razones para estar perdiendo el control, pero simplemente no podía calmarme. Por alguna extraña razón me sentía incómoda conmigo misma, quizás se debía por las emociones que había estado experimentando desde que Aoom llegó a mi vida, o tal vez, se debía por la presencia de aquel misterioso mocoso que fácilmente consiguió atrapar el corazón de mi esposa. Bruscamente bajé mi mano mientras que posaba toda mi atención esta vez en el menor que descansaba a su lado. Francamente, no tenía una respuesta concisa para lo que estaba sucediendo en mi vida, de un día para el otro, en un abrir y cerrar de ojos me encontraba casada y con un niño que era idéntico a mí, pero sin ser realmente propio de mi sangre. Es extraño, por no decir sospechoso. Instintivamente solté un suspiro a la vez que comenzaba a rodear la cama deteniéndome frente al costado donde descansaba el pelinegro. Realmente no sé la verdadera razón que me llevó a mirarlo con mayor determinación, pero aún así no pude evitar deslizar mis fríos ojos por su cuerpo parando bruscamente en la mano de mi esposa notando la pequeña venda que cubría su piel limpia y lechosa, pequeño bastardo... pensé sin poder contener mi instinto asesino.

Quería matarlo por la herida que le había causado, pero mi cuerpo se tensó en el instante que noté como él ampliaba sus ojos, aquello realmente me sorprendió, no esperaba que, con tan solo liberar una pequeña esencia de mi instinto asesino el niño hubiese sido capaz de despertarse. Nuestros ojos no tardaron en encontrarse, aquellas orbes rojizas vibraban ante la ansiedad que recorría violentamente a través de su sistema. Estábamos en penumbras, donde tan solo el ferviente brillo de nuestras miradas sobresalía de la oscuridad propia de la habitación siendo acompañados por mi pesada respiración. No dije nada, y él, claramente tampoco lo hizo, pero a pesar del evidente temor que acariciaba maliciosamente de su delgada espalda, el niño no dio señales de estar asustado o por lo menos no a través de sus ojos. Para mi sorpresa se mantuvo atento, pero tranquilo, con sus ojos cargados en determinación fijos en mi cuerpo como si estuviese esperando que yo hiciese algún tipo de movimiento que lo obligase a tener que reaccionar.

La Tirana Del Norte (G!P) MeenBabeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora