Capítulo 1: Los Primeros Pasos de la Pollería Pimpollo

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Fazbear's café: Caty's burger
En el año 1993, junto a las famosas cadenas Fazbear's Pizza y Fazbear's Café, abrió sus puertas un pequeño restaurante familiar llamado Pollería Pimpollo. La propuesta del lugar era diferente: aquí se ofrecía una experiencia culinaria centrada en el pollo frito, un plato irresistible para el público. El ambiente familiar y los animatrónicos amigables hacían de este sitio una opción única para las familias que buscaban un lugar seguro y divertido para disfrutar.

En el centro del escenario estaba Pimpollo, un gallo animatrónico de gran tamaño y aspecto encantador que personificaba la hospitalidad del restaurante. Junto a él, Cosco, un animatrónico en forma de gato azul, destacaba con su carisma, acompañando a Pimpollo en el espectáculo y haciendo reír a todos con su papel de "comediante" del grupo. Lop, el adorable koala que era la submascota del restaurante, y Bolli, un bollo de aspecto amigable y divertido, completaban el grupo principal de animatrónicos en el escenario. Cada uno tenía una personalidad única: Lop aportaba dulzura y ternura, mientras que Bolli, con su apariencia regordeta y sus movimientos torpes, se encargaba de arrancar carcajadas entre el público.

Katy, una figura elegante con forma de gato, estaba también en el escenario como el toque felino y gracioso del grupo, con movimientos suaves que encantaban a los niños. Aparte de estos personajes en el área principal, el restaurante contaba con Filulay, un animatrónico de perro que tenía un espacio propio para sus actuaciones y realizaba shows exclusivos en una sección separada, aumentando la variedad de entretenimiento.

Telo, un animatrónico que se encontraba en la oficina, funcionaba como supervisor, asegurando que todo marchara bien. Aunque en teoría Telo no estaba programado para aparecer en el escenario, los empleados empezaron a notar que este personaje realizaba movimientos inexplicables en su ausencia, lo cual despertó rumores entre el personal sobre posibles fallas en su programación.

Al principio, Pollería Pimpollo tenía una recepción modesta y luchaba por ganar popularidad en un mercado dominado por Fazbear's Pizza y Fazbear's Café. Sin embargo, a medida que se revelaban incidentes oscuros relacionados con estos competidores, Pollería Pimpollo comenzó a ganar renombre como un lugar seguro y confiable para las familias. En contraste con los rumores de desapariciones y accidentes mortales en Fazbear's, Pollería Pimpollo se distinguió por no tener ningún incidente fatal, convirtiéndose en una opción preferida.

La situación cambió drásticamente cuando Cosco sufrió un cortocircuito inesperado durante una de sus rutinas y fue retirado al cuarto de partes y servicios para ser reparado. Este incidente desconcertó al equipo, pero la verdadera complicación ocurrió poco después, cuando un empleado torpe hizo que Pimpollo tropezara y cayera durante una actuación, causando daños severos en su estructura y también enviándolo al área de mantenimiento.

Con la ausencia de Pimpollo y Cosco, el corazón de los shows se debilitó. Lop y Bolli trataron de mantener el entretenimiento, pero el vacío que dejaron los dos animatrónicos principales era evidente, y el restaurante empezó a decaer.

El Turno Nocturno

A medida que Pollería Pimpollo ganaba fama y se volvía un lugar concurrido, su popularidad comenzó a atraer un nuevo problema: se requería una vigilancia constante para mantener la seguridad del restaurante. Los incidentes con Cosco y Pimpollo habían afectado las finanzas, por lo que la administración decidió no reemplazar a los animatrónicos dañados, sino intentar repararlos para ponerlos de nuevo en funcionamiento. Para evitar robos o más fallos costosos, contrataron guardias de seguridad para monitorear las horas nocturnas y vigilar los movimientos en el restaurante.

En apariencia, el turno nocturno parecía una tarea sencilla. Las luces del restaurante se apagaban, dejando solo el tenue brillo de las cámaras de seguridad y unos cuantos focos de emergencia. Los animatrónicos, en teoría, estaban en sus estaciones, sin movimiento alguno. Sin embargo, cada guardia que pasaba sus noches en la Pollería Pimpollo se encontraba con algo peculiar en esas oscuras horas: los animatrónicos no permanecían quietos.

El primer guardia en tomar el turno, un joven llamado Antonio, escuchó ruidos que rompían el silencio de la noche, como suaves golpes y pasos que parecían provenir del escenario principal. Al revisar las cámaras, observó que los animatrónicos parecían cambiar de posición sutilmente. Antonio trató de convencer a la administración de que había algún fallo en el sistema, pero se le aseguró que todo estaba en orden, que solo debía concentrarse en su trabajo.

Al comenzar la segunda noche, Antonio notó un sonido distintivo en la oficina. Al encender una linterna y revisar el monitor, vio que Cosco, el gato azul que estaba en mantenimiento tras el cortocircuito, ya no estaba en el cuarto de partes y servicios. Intrigado, revisó las cámaras y lo vio en un rincón oscuro del pasillo, inmóvil pero con los ojos encendidos, como si lo observara. El guardia sintió un escalofrío, pero intentó no darle demasiada importancia, pensando que era una falla en las cámaras.

Mientras la noche avanzaba, Lop y Bolli también parecían moverse de sus posiciones en el escenario principal, apareciendo en distintas áreas del restaurante. Lop, el adorable koala que durante el día era tan popular entre los niños, ahora parecía moverse en la penumbra de los pasillos, acercándose cada vez más a la oficina. Antonio descubrió que podía detener su avance al encender las luces, lo que hacía que Lop retrocediera lentamente hasta el escenario. Sin embargo, Bolli no respondía igual. Su mirada vacía y fija era aún más inquietante en la oscuridad, y parecía avanzar cada vez que Antonio apartaba su atención de él.

Filulay, el perro animatrónico que tenía su propio escenario separado, también se unió a la actividad nocturna, moviéndose entre el pasillo central y la puerta izquierda. En una ocasión, al percibir ruidos de pasos acercándose a la oficina, Antonio intentó bloquear el camino con una de las puertas, pero Filulay no se detuvo. La puerta emitió una descarga eléctrica como medida de protección, y Filulay se retiró, pero la tensión crecía con cada segundo.

Telo, el supervisor animatrónico que supuestamente estaba limitado a la oficina, comenzó a comportarse de forma extraña. De vez en cuando, Antonio escuchaba su voz, suave y mecánica, susurrando frases desconectadas, como si intentara comunicarse. Incluso cuando revisaba las cámaras, podía ver a Telo en su rincón de la oficina, moviendo la cabeza en direcciones aleatorias. Por momentos, el animatrónico parecía "observar" al guardia, como si estudiara cada uno de sus movimientos.

Al llegar la cuarta noche, la situación se tornó aún más tensa. Katy, la elegante animatrónica felina, comenzó a aparecer en los ductos de ventilación. Sus movimientos eran sigilosos, y cada vez que Antonio notaba su avance, debía cerrar la compuerta de ventilación, esperando que se alejara antes de abrirla de nuevo. Las luces parpadeaban intermitentemente, y a veces el sistema de cámaras fallaba, mostrando interferencia y distorsión en las pantallas.

Pero lo más inquietante ocurría en partes y servicios. Ahí, entre cables y piezas sueltas, Pimpollo, el animatrónico central, permanecía en un estado de descomposición. Sus ojos rotos y su cuerpo incompleto daban una apariencia siniestra a lo que alguna vez fue el centro del entretenimiento diurno. De vez en cuando, Antonio sentía que Pimpollo lo observaba, que su cabeza se inclinaba ligeramente hacia él cada vez que pasaba por el monitor de la cámara. Pero al apuntar la luz hacia él, Pimpollo parecía regresar a su posición inicial.

En la última noche de su turno, Antonio se enfrentó al peor de sus miedos. La energía en la oficina comenzó a agotarse más rápido de lo habitual, y las puertas se desactivaban constantemente. Los animatrónicos parecían acercarse con mayor frecuencia y agresividad, sus miradas vacías y cuerpos mecánicos invadiendo cada rincón del restaurante. A pesar de sus intentos de mantenerlos alejados con luces y descargas eléctricas, Antonio sintió que los animatrónicos lo rodeaban, que se acercaban lentamente, como si no pudieran esperar más para alcanzarlo.

Al final de su turno, Antonio dejó la Pollería Pimpollo con un profundo malestar y una sensación de alivio por haber sobrevivido la semana. Sin embargo, los rumores sobre los misteriosos movimientos de los animatrónicos en la noche se esparcieron, y otros guardias comenzaron a experimentar los mismos eventos perturbadores. La administración evitó hablar del tema, pero en el ambiente flotaba la sospecha de que algo más oscuro habitaba en Pollería Pimpollo, algo que mantenía vivos a los animatrónicos en sus recorridos nocturnos.

La Pollería Pimpollo había comenzado como un lugar de entretenimiento familiar, pero en las horas de la madrugada, se convertía en un sitio de pesadilla, donde las luces se volvían ineficaces y las puertas no eran lo suficientemente fuertes para detener a los animatrónicos que parecían buscar algo más...

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