***

2 1 0
                                    


Ya avanzada la tarde, Alma comenzó a prepararse para salir. Mientras cepillaba su cabello frente al espejo del baño, notó cómo los hilos oscuros de su melena caían lentamente sobre sus hombros, su reflejo enmarcado por la luz cálida del baño. Sin embargo, algo en ese momento la hizo detenerse. Un ligero escalofrío recorrió su espalda. Alzó la vista y se observó en el espejo, como lo había hecho cientos de veces antes, pero hoy era diferente. La sensación de ser observada, como si algo estuviera al acecho desde algún rincón oscuro de la casa, la envolvió de nuevo. Un susurro frío le recorrió el cuello, y por un segundo, el reflejo de Alma pareció moverse con un ligero desfase. Sus manos se movían, pero su reflejo tardaba unos milisegundos en seguir el mismo movimiento, como si estuviera viendo a otra persona, o como si hubiera algo más, algo que no debería estar allí.

De repente, un destello en el espejo la hizo saltar. Alma vio, solo por un instante, la sombra de una figura que se reflejaba detrás de ella, pero cuando giró rápidamente para mirarlo, no había nada. Su corazón comenzó a latir con fuerza, y su respiración se agitó. Se quedó allí, inmóvil, observando el espejo con desconfianza, pero no hubo ningún rastro de lo que había visto.

Trató de calmarse. Todo es producto de tu imaginación, se repitió, apretando los dientes. Pero al volver a mirar su reflejo, notó algo aún más inquietante: la luz del baño comenzó a parpadear, primero débilmente, luego con mayor intensidad. La bombilla titilaba de forma irregular, lanzando sombras rápidas que bailaban por las paredes, y el suave zumbido eléctrico parecía como si algo estuviera a punto de fallar. En medio de la penumbra creciente, un sonido sutil comenzó a llenar el espacio. Provenía de las paredes, como si alguien estuviera golpeando suavemente desde dentro, un golpeteo débil, pero persistente. Alma se tensó, su mente gritando que algo no estaba bien, que la casa no estaba tan vacía como creía.

El golpe continuó, ligero, repetitivo, justo detrás de las paredes cercanas. Alma miró hacia la dirección del sonido, preguntándose si sus padres habían dejado algo encendido, si había alguna fuga o ruido que no había notado antes. Pero la sensación de claustrofobia creció en su pecho. A medida que el sonido se hacía más cercano, más insistente, Alma comenzó a sentir una presión creciente en su pecho, como si algo invisible la estuviera reteniendo, impidiéndole moverse. Sus pies parecían pegarse al suelo, el aire a su alrededor se volvió denso, pesado, casi irrespirable. Cada golpe, cada parpadeo de la luz, la mantenía atrapada allí, en ese baño que ahora se sentía más como una celda.

Un sudor frío le cubrió la frente, y aunque el deseo de escapar al aire libre era más fuerte que nunca, su cuerpo no respondía. La puerta del baño, antes tan familiar, ahora parecía estar a una distancia insuperable. Algo la mantenía allí, anclada en ese espacio, mientras el golpeteo persistía, ahora más cerca, más urgente. El reflejo en el espejo parecía burlarse de ella, distorsionándose ligeramente con cada parpadeo de la luz. Alma intentó apartarse del espejo, pero su reflejo tardó unos segundos en hacerlo, como si algo estuviera jugando con su mente, con la realidad misma.

De repente, el golpeo cesó. Todo quedó en silencio absoluto. La luz del baño dejó de parpadear y se estabilizó, pero la sensación de que algo había cambiado en la casa se hizo más fuerte que nunca. Alma se quedó allí, inmóvil, mirando la puerta cerrada del baño, sin atreverse a dar un solo paso. Un susurro parecía rondar en sus oídos, ligero y lejano, como un eco de algo que no debía estar allí.

Alma respiró hondo, intentando calmar sus nervios, pero al mirar de nuevo hacia el espejo, notó algo perturbador. El reflejo de la habitación que veía en el cristal no coincidía con la realidad. Había un objeto en el espejo, algo que no estaba en la habitación. La figura de una silla, que Alma estaba segura de que no estaba allí, apareció en el reflejo, en una esquina del baño, cerca de la puerta. Alma parpadeó varias veces, intentando corregir lo que veía, pero la silla permaneció. Un estremecimiento la recorrió, y por un momento, pensó en correr hacia la puerta, pero algo la detuvo.

La luz del baño parpadeó de nuevo, esta vez de manera más violenta, y cuando la bombilla se apagó por completo, el baño quedó a oscuras, sumido en un silencio sepulcral. Alma se quedó callada, sin saber qué hacer. El golpeteo que había desaparecido momentáneamente regresó, más fuerte que nunca, y esta vez, no venía de las paredes, sino del interior del baño. Alma tembló. La puerta, antes cerrada, comenzó a vibrar ligeramente, como si alguien estuviera golpeando desde el otro lado. Su respiración se aceleró y, sin pensarlo, se lanzó hacia la puerta, desesperada por escapar.

Pero al tocar el pomo, la puerta no se abrió. Algo la mantenía cerrada desde afuera.

Finalmente, con la mente aturdida por el miedo, Alma respiró hondo y, por fin, salió del baño, como si la casa misma estuviera esperando algo. Su corazón latía con fuerza, y aunque había decidido que debía salir a encontrarse con Iris y Antonio, algo la hacía dudar. Algo la mantenía anclada en ese lugar, incapaz de moverse con libertad. La presión invisible la seguía, como una sombra que no podía ver, pero que estaba allí, observando cada uno de sus movimientos.

SIEMPRE VIGILADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora