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De repente, Iris levantó la vista, mirando fijamente a una de las ventanas de un edificio cercano que daba hacia el parque. Alma la siguió con la mirada. No había nada en particular, solo el reflejo del parque en el cristal, pero Iris parecía haber visto algo. Los ojos de Iris se abrieron como platos, su respiración se volvió más superficial.

—Alma... ¿viste eso? —preguntó con voz temblorosa.

Alma frunció el ceño, mirando a través de la ventana. Por un breve segundo, vio lo que Iris había observado: una figura delgada y borrosa que se asomaba detrás del cristal, antes de desaparecer rápidamente. Alma sintió cómo el aire se le escapaba de los pulmones. ¿Había sido solo un reflejo de las sombras o algo... o alguien más estaba allí?

Antes de que pudiera decir algo, su teléfono vibró en su bolsillo. Alma lo sacó rápidamente, y vio que tenía una llamada entrante de un número desconocido. Su corazón dio un vuelco.

—¿Aló? —dijo, pero la voz del otro lado estaba distorsionada, como si viniera de muy lejos, envuelta en un ruido bajo, como si alguien intentara hablar a través de una línea rota.
—Estás en peligro... no te acerques a la puerta... —la voz era casi ininteligible, pero las palabras se quedaron grabadas en su mente. El sonido de la llamada se cortó abruptamente, dejando un extraño silencio detrás de sí.

Alma miró a Iris, que la observaba con miedo, y el aire del parque se sentía más pesado, como si algo estuviera a punto de ocurrir.
—¿Quién era? —preguntó Iris, nerviosa, pero Alma no sabía cómo explicarle que ella misma no entendía lo que acababa de escuchar.
-No... no lo sé -respondió Alma, su voz temblando.

El parque, que antes le parecía un lugar familiar, ahora estaba cargado de una atmósfera inquietante. Las sombras ya no parecían solo sombras; cada rincón del parque parecía tener vida propia, como si el entorno se estuviera retorciendo, observándolos.
El viento soplaba más fuerte, y Alma no pudo evitar sentir que algo, o alguien, estaba cerca. El teléfono volvió a vibrar. Esta vez, Alma no dudó y rechazó la llamada, temerosa de lo que podría escuchar al otro lado. Las palabras "no te acerques a la puerta" retumbaban en su mente, y un escalofrío recorrió su columna vertebral.

Iris miró a su alrededor con desconfianza, su mirada fija en la entrada del parque, como si esperara que algo o alguien apareciera.
—Tenemos que averiguar qué está pasando con Antonio —dijo Alma, aunque la sensación de miedo la embargaba, y sabía que acercarse a la verdad podría ser más peligroso de lo que imaginaba.

De repente, una risa ligera, casi imperceptible, flotó en el aire, mezclándose con el viento. Alma e Iris se miraron aterradas, pero no vieron a nadie alrededor. La risa parecía venir de todos lados y de ninguno al mismo tiempo, como si el propio parque la hubiera exhalado. Alma tragó con dificultad, su garganta seca.

—¿Escuchaste eso? —susurró Iris, aferrándose al brazo de Alma.

Alma asintió lentamente, incapaz de hablar. Un escalofrío le recorrió la columna vertebral mientras miraba alrededor, observando con desconfianza las sombras que ahora parecían más densas, como si se estuvieran acercando a ellas. Las figuras borrosas de los árboles se retorcían de forma antinatural, y el aire estaba pesado, como si algo invisible presionara sobre sus hombros.
De repente, Alma se dio cuenta de que algo no estaba bien. El parque, que había sido su refugio, ahora parecía un lugar ajeno, hostil. El tiempo había comenzado a distorsionarse; lo que antes eran minutos, ahora parecían horas. La sensación de estar atrapadas en un lugar que no podían entender se apoderó de ellas.

—Tenemos que irnos —dijo Alma con voz tensa, agarrando a Iris por el brazo. Pero, cuando ambas intentaron levantarse, un fuerte viento las empujó de vuelta hacia el banco, como si algo invisible las estuviera reteniendo.

El cielo, que antes era claro, ahora estaba cubierto por nubes oscuras y pesadas, que parecían moverse con rapidez, como si estuvieran huyendo de algo aún más aterrador. Alma e Iris, paralizadas por el miedo, se quedaron sentadas en el banco, sintiendo que el parque las observaba, esperando.

Las sombras de los árboles parecían alargarse cada vez más, como dedos que se extendían hacia ellas, mientras que la sensación de que alguien las estaba acechando desde la oscuridad se hacía más intensa. Alma no pudo evitar sentirse observada, como si algo estuviera esperando el momento adecuado para atraparlas. Y en ese momento, supo que no estaban solas.

SIEMPRE VIGILADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora