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Con el corazón palpitando y la mente sumida en el caos, Alma tiró de Iris con fuerza, arrastrándola a través del pasillo oscuro, mientras el aire helado del edificio parecía devorarlas. Las paredes parecían vibrar con una energía extraña, como si la casa misma estuviera despertando, como si todo lo que había sucedido dentro de esas paredes estuviera a punto de cobrar vida. El sonido de sus pies resonaba con un eco profundo e inquietante, como si sus movimientos fueran observados por algo que esperaba el momento adecuado para actuar.

El suelo crujía, haciendo que Alma e Iris se detuvieran por un segundo. Algo no estaba bien. Era como si la casa misma estuviera reaccionando a su presencia, como si no quisiera dejarlas escapar. El aire se volvió más espeso a cada paso que daban, como si intentara envolverlas, hacerlas volver a la oscuridad.

No podía confiar en Alex. Ya no. Lo que había comenzado como una búsqueda de respuestas había dejado de ser solo una historia de traición. Lo que había descubierto era mucho más oscuro, mucho más peligroso. Alma sentía el peso de una verdad demasiado grande para llevarla sola.

—¡Esto no es justicia! —gritó Alma, su voz rasposa de pánico, sin poder contener el miedo. —¡Es venganza!

Sus palabras flotaron en el aire, chocando contra el silencio espeso de la casa. La verdad se filtraba, a través del miedo, a través de la rabia. Alex no estaba buscando justicia. Estaba buscando venganza, y la luz de esa revelación iluminó algo mucho más aterrador que cualquier historia de traición. Alma sentía que no solo hablaba para él. Las palabras también eran un grito interno, un intento de liberarse de la pesada verdad que todo lo unía, de todo lo que había sido manipulado.

Las escaleras crujían bajo sus pies mientras subían a toda prisa. La ansiedad de Alma aumentaba, y cuando miró a Iris, vio el mismo terror reflejado en sus ojos. No estaban solas. Alguien más las seguía. Pero no era Alex solo. Su respiración acelerada se mezclaba con algo más. Un susurro de pasos, ligeros pero firmes, como si una presencia ajena las acechara en cada escalón. La quietud del lugar hacía que cada sonido se amplificara, como si las paredes estuvieran susurrando, como si algo estuviera siguándolas de una manera que no lograban comprender.

El miedo se apoderó de Alma, haciendo que el aire le faltara. ¿Qué es esto? Se preguntó, pero la respuesta no llegó, solo el eco de sus propios pasos retumba, como si fuera un sonido ajeno, distorsionado.

Finalmente, llegaron a la puerta principal. Alma la empujó con toda su fuerza, sintiendo el aire frío de la noche envolverse a su alrededor como una capa de seguridad. Pero al salir al exterior, el miedo seguía siendo tan palpable como el aire helado que las rodeaba. Corrieron sin mirar atrás, pero el eco de sus pasos parecía multiplicarse, distorsionándose de manera extraña, como si algo o alguien estuviera imitando sus movimientos, siguiéndolas en cada paso, cada respiración.

¿Era Alex? Alma intentó convencerse de que sí. Pero a medida que corrían, algo más parecía moverse con ellas. Algo que no podían ver, pero sí sentían. Las sombras parecían alargarse, retorcerse, moviéndose de forma antinatural. Alma se detuvo por un instante, el miedo congelándola, y sus ojos se fijaron en una sombra que parecía crecer y moverse por sí sola, como si estuviera viva.

No era Alex. Algo las estaba acechando. Algo mucho más siniestro.

Un susurro, débil y bajo, se coló en sus oídos. El sonido era casi imperceptible, pero Alma lo reconoció al instante. El mismo murmullo que había oído en su casa, esa noche extraña, ese crujido sutil proveniente de las paredes. Como si algo o alguien estuviera atrapado dentro de ellas, esperando pacientemente. ¿Era la casa misma que las perseguía?

El tiempo parecía detenerse por un segundo, y Alma sintió la presencia detrás de ella. No podía verlo, pero podía sentirlo. Algo que se deslizaba, que las seguía a través de las sombras, que las observaba. ¿Era un espectro? ¿Una sombra de su propia mente? La sensación era tan intensa que casi podía sentir la fría mano de la muerte tocando su hombro.

"¡Corre!" Gritó Alma, su voz rota por el terror, sin dudar ni un segundo más. Iris la siguió, pero el miedo las empujaba, cada respiración era más pesada, más profunda, y el eco de sus pasos se amplificaba. Parecía como si las paredes mismas las estuvieran llamando de vuelta. Algo estaba jugando con ellas, algo que no entendían, pero que las seguía en cada rincón, en cada esquina.

Un cambio súbito en el aire la hizo detenerse, como si una oscuridad espesa se hubiera tragado toda la luz de la calle. Alma miró hacia atrás, y fue entonces cuando lo vio: una figura alta y esquelética, con una silueta que se dibujaba en las sombras. No podía verlo claramente, pero su presencia era palpable. El aire se volvió más frío, y una sensación de desolación llenó sus pulmones.

—¡Iris! —Alma gritó, pero la figura no se movía. Era como si estuviera esperando, inmóvil, a que ellas se acercaran.

A lo lejos, Alma creyó escuchar voces, pero no eran claras, solo distorsionadas, como si fueran sus propios recuerdos, voces del pasado que ahora se mezclaban con el miedo. El nombre de Antonio, el nombre de Alex... Y algo más, un nombre que no reconoció, un murmullo bajo, como si todo se estuviera desmoronando alrededor de ellas. Era como si las voces las estuvieran llamando, pero las voces provenían de dentro de su mente.

En un abrir y cerrar de ojos, Alma vio algo en el suelo, brillando débilmente bajo la luz de la faro: un objeto metálico, cubierto de polvo. Lo recogió sin pensarlo, y al instante su mente se llenó de imágenes borrosas: una puerta cerrada, la figura de un hombre, una promesa rota. No sabía lo que era, pero el miedo en su interior le dijo que ese objeto era clave. Pero, ¿clave de qué?

Alma e Iris continuaron corriendo, pero la distancia entre ellas y la figura oscura se mantenía, como si el perseguidor estuviera caminando con calma, seguro de que en algún momento, ellas caerían. El aire se volvía más denso, las sombras más largas, hasta que las luces de la calle se desvanecieron por completo, tragadas por la negrura que se les cerraba encima. Sin embargo, Alma sentía que la respuesta estaba cerca, más cerca de lo que imaginaba.

Con un esfuerzo sobrehumano, Alma miró hacia atrás, intentando identificar la figura. Pero en lugar de verla, el paisaje que la rodeaba había cambiado. El camino que conocía ya no existía, la ciudad ya no estaba allí. En su lugar, un vasto vacío la rodeaba, con caminos que se bifurcaban en todas las direcciones. El miedo le heló la sangre. ¿Dónde estaban?

SIEMPRE VIGILADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora