Capítulo 13:El final y descubrimiento de cómo se creó el hadgot

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La curiosidad puede ser peligrosa. Esto lo sabía bien Diego, un chico de catorce años cuya vida tranquila en el pequeño pueblo de Brumareda empezaba a cansarlo. Desde que escuchó hablar del Hadgot, esa criatura que acechaba en las sombras y se decía que podía apagar la luz con solo su presencia, no había podido sacarse de la cabeza la idea de encontrar alguna pista sobre él.

Aquel día, después de hacer sus tareas, Diego decidió aventurarse más allá de los límites del bosque que bordeaba el pueblo. Llevaba una linterna en el bolsillo y una libreta donde anotaba todo lo que encontraba relacionado con el Hadgot: historias, rumores, cualquier cosa que pudiera darle una pista sobre la leyenda. Mientras se adentraba en el bosque, la luz del atardecer comenzó a desaparecer, y el ambiente se llenó de una quietud extraña, como si el bosque estuviera conteniendo la respiración.

Después de caminar durante lo que parecieron horas, Diego se detuvo en seco. A través de los árboles, distinguió una cabaña vieja, medio escondida entre la maleza. La madera estaba podrida en varios lugares, y el techo estaba cubierto de musgo y enredaderas que parecían estrangular la estructura. Las ventanas, sucias y rotas, mostraban un interior oscuro, abandonado.

Diego (susurrando): "¿Qué es este lugar...?"

Con paso tembloroso, se acercó a la puerta. Esta se abrió con un chirrido que resonó en el bosque, como una advertencia. Al entrar, un olor a humedad y moho lo envolvió. Había muebles cubiertos de polvo y telarañas, y el suelo crujía bajo sus pies. La cabaña parecía un lugar donde nadie había estado en años, pero algo en el aire le dio la sensación de que alguien, o algo, lo observaba.

En una esquina de la sala, sobre una mesa de madera desgastada, encontró un diario cubierto de polvo. Lo abrió con cuidado y comenzó a leer.

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Fragmento del Diario:

"4 de septiembre
La primera vez que lo vi, pensé que era solo un sueño... una pesadilla de la que despertaría al amanecer. Pero no. El Hadgot es real. Su cuerpo esquelético, esa cabeza de calavera y esos ojos vacíos que parecen absorber la luz. Nadie me cree, pero sé lo que vi. Estaba en el bosque, como siempre, cazando. De repente, las luces de mi linterna se apagaron, como si algo las hubiera drenado.

Me giré y ahí estaba, entre los árboles, observándome. Sentí que mi mente se rompía al verlo, y supe que estaba acabado. Sin embargo, no me atacó. En lugar de eso, desapareció en las sombras. Desde entonces, no puedo dejar de sentir que me sigue, que se oculta en cada sombra de mi casa. Espero que quien lea esto entienda el peligro. El Hadgot no es solo una criatura... es una maldición."*

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El último párrafo se interrumpía bruscamente, como si el escritor hubiera sido interrumpido. Diego sintió un escalofrío recorrer su cuerpo. Cerró el diario y miró a su alrededor, esperando encontrar algo, pero solo había silencio. Respiró hondo, intentando calmar el ritmo acelerado de su corazón, cuando escuchó un crujido detrás de él.

Giró lentamente y allí estaba.

El Hadgot, tan aterrador como lo describía el diario, lo observaba desde la puerta. Su cuerpo esquelético y cubierto de un pelaje negro que parecía devorar la luz, su calavera de perro con ojos vacíos que lo miraban con una mezcla de hambre y diversión. Diego apenas podía respirar, su cuerpo paralizado por el terror.

El Hadgot avanzó un paso, sus garras rasgando el suelo de madera, y el ambiente se volvió aún más oscuro, como si toda la energía se desvaneciera a su alrededor.

Hadgot (en un susurro profundo): "Curiosidad... es una debilidad peligrosa..."

Diego se sobresaltó y, en un impulso de pura supervivencia, corrió hacia la ventana más cercana, saltando a través del vidrio roto. Sintió cómo las ramas y las piedras le rasgaban la piel, pero no se detuvo. Corrió y corrió, oyendo los pasos del Hadgot detrás de él, más cerca de lo que hubiera deseado.

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