Capitulo 27: la batalla de la luz y la oscuridad

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En el vasto y oscuro bosque de Taiga, donde el tiempo parece detenido y la atmósfera está impregnada de misterio, dos seres legendarios se encuentran por primera vez. Hadgot, la encarnación de la oscuridad y el caos, con su temible transformación La Sombra de la Muerte, avanza con paso firme, atraído por un aura de luz que rompe la penumbra del bosque. Frente a él se halla Godhat, el espíritu de la luz maldita, con un poder que emana un brillo cegador y un aura de muerte contenida, capaz de desafiar cualquier sombra.

Hadgot se acerca, su figura envuelta en oscuridad pura. Siente la extraña energía que irradia Godhat, una fuerza similar a la suya, pero teñida de una luz peligrosa. Godhat, por su parte, observa a Hadgot con una mezcla de curiosidad y desdén, reconociendo en él a un digno rival.

Sin pronunciar una sola palabra, ambos comprenden que están destinados a enfrentarse. La batalla inicia con una explosión de energía. Hadgot envuelve el ambiente en sombras abismales, lanzando rayos oscuros que se entrelazan en el aire con los destellos de luz de Godhat. Los ataques de Hadgot, capaces de consumir cualquier destello de vida, se enfrentan a los rayos de luz de Godhat, que emiten un calor casi abrasador, capaz de perforar las sombras.

Ambos activan sus transformaciones: Hadgot se convierte en La Sombra de la Muerte, elevándose en una forma aún más temible y dominando el espacio con su aura oscura. Godhat, por su parte, se transforma en La Luz Maldita, irradiando un brillo casi divino que parece desafiar la mismísima oscuridad de Hadgot. El campo de batalla se convierte en una mezcla de luz y sombras, donde cada golpe se convierte en un choque entre dos fuerzas opuestas pero igualmente poderosas.

Sin embargo, ninguno de los dos parece ganar terreno sobre el otro. A medida que la batalla avanza, el bosque mismo se transforma, y la naturaleza parece ceder ante el poder destructivo de ambos. Tras horas de lucha, ambos comienzan a sentir el agotamiento; sus poderes están al límite, y saben que continuar podría llevarlos a la destrucción mutua.

Finalmente, ambos guerreros se detienen, respirando con dificultad, conscientes de que ninguno ha logrado superar al otro. Hay un reconocimiento silencioso en sus miradas: un empate que sella su destino como rivales. Sin pronunciar una palabra, se retiran, sabiendo que este no será su último enfrentamiento.

Desde ese momento, Hadgot y Godhat se convierten en enemigos declarados, conscientes de que algún día uno de los dos deberá caer. Su rivalidad marca el equilibrio entre la oscuridad y la luz, un equilibrio frágil que depende de la fuerza y la voluntad de ambos, quienes, aunque opuestos, están destinados a enfrentarse eternamente en el juego de la luz y la sombra.

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