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Parte Cuatro: Primavera

Yeji se deslizó por el tobogán del parque infantil que habían habilitado para los más pequeños en el centro comercial. Se divertía trepando por las cuerdas y gateando por el interior del túnel a pesar de que, con mucha frecuencia, miraba en dirección a su mamá, como para asegurarse de que seguía allí, observándola.

Yeji, feliz porque su mamá le había dado permiso para jugar, era totalmente ajena a lo que sucedía entre Nunew y aquel alfa que la ayudó minutos antes.

Los dos adultos estaban sentados al pie de las escaleras, solamente les separaba una pequeña distancia, pero ambos evitaban mirar al otro.

Nunew se encontraba en estado de shock, asimilando que quien estaba a su lado no era Zee, su marido, su alfa al que abandonó. En todo ese tiempo no había abierto la boca, aunque tampoco era como si pudiera.

Estaba siendo preso del miedo, sin saber qué hacer o qué decir porque su cerebro parecía haberse desconectado de todo.

Zee, en cambio, lucía igual de despavorido que antes, casi aterrorizado. Quería hablar con Nunew, decirle muchas cosas: pedirle perdón ahora que tenía ocasión de hacerlo, expresar cuánto lo echó de menos, cuánto le quería... Pero sus labios estaban sellados, convencido de que no merecía decirle ninguna de esas cosas.

—¡Mamaaaaaaá! —llamó Yeji, saludando a Nunew desde lo alto de la cuerda.

Nunew se forzó a sonreír, alzando la mano también. De manera fugaz, echó un rápido vistazo a Zee, quizás para comprobar que estaba ahí y era real. Había adelgazado mucho, su rostro se veía cansado, con ojeras y los pómulos muy marcados. Muchas veces se preguntó cómo luciría su alfa después de esos casi tres años, pero verlo con sus propios ojos lo dejó turbado, incapaz de reaccionar.

—Es una niña muy bonita —dijo Zee de pronto, rompiendo aquel tenso silencio que se instaló entre ellos desde que se reencontraron.

Nunew se puso rígido. La voz de Zee le golpeó sin previo aviso, sintiéndose aún más aturdido. Quería irse, encerrarse en su casa y pretender que nada había ocurrido. Que Zee no estaba en Nueva York, ni que se encontraron por una broma cruel del destino. Sin embargo, sus piernas estaban clavadas en el suelo, inmóviles.

Zee miraba a la niña, preguntándose si ella era su... su.....De solo pensarlo, notó que temblaba todo su cuerpo. O si, por el contrario, Nunew rehízo su vida con otro alfa. Su olor había cambiado, pero no detectó ningún rastro de alfa en Nunew. Por un lado se sintió aliviado, pero al mismo tiempo, se reprendió por ello. Nunew tenía que ser feliz y estar con un alfa que lo protegiera y lo cuidara, algo que él no pudo hacer.

Desvió la mirada hacia Nunew, viendo lo hermoso que era, incluso más de cómo lo recordaba. Realmente quería decirle que estaba hermoso, pero de nuevo, se contuvo. Era obvio que Nunew no quería cruzar palabra con él, y lo entendía, pues ese reencuentro no tendría que haber sucedido jamás. A él le bastó ver a sus cachorros sanos y felices, y si Nunew no quería hablar con él, estaba en todo su derecho. Aun así, no podía irse sin más. No ahora que lo tenía a unos pocos centímetros de él. Necesitaba desesperadamente expresar en voz alta todo lo que llevaba dentro. Sin embargo, recordó el motivo por el cuál él estaba allí, en Nueva York. Tenía que explicarle por qué se encontraba en la ciudad antes de que se hiciera una idea equivocada, pues lo último que quería era que Nunew pensara que lo iba a traer de vuelta a Tailandia.

—Luego de que te fueras —empezó, titubeante—, la policía llamó a mi puerta pocos días después. Me contaron la situación, y era obvio que sospechaban de ti. No tenían pruebas, pero todo era anómalo: un omega saliendo del país con sus cachorros y sin la compañía de su alfa... No les gustaba eso —contó, viendo a Yeji jugar con otra niña que encontró en el parque—. No se fiaban de mí, a pesar de que les dije en repetidas ocasiones que yo te había dado el permiso para irte —a su lado, Nunew ahogó una exclamación, pero permaneció en silencio—. Tuve que inventarme un montón de excusas, ya sabes... Un omega viviendo lejos de su alfa siempre es motivo de alarma. También interrogaron a tu amiga varias veces, pero no tomaron muy en serio su testimonio. La policía insistió muchas veces en que me ayudarían a traerte de vuelta, que sólo tenía que poner una orden de arresto contra ti. Eran realmente molestos.

Nunew escuchó el relato en una mezcla de estupefacción y angustia.

Imaginó horrorizado qué hubiera pasado si un día cualquiera la policía hubiera llamado a su puerta para informarle de que fue arrestado y tenía que ser devuelto a Tailandia. Un escalofrío recorrió su espalda.

—Firmé los permisos para que pudieras permanecer en Estados Unidos, pero no era suficiente. La policía estaba convencida de que habías huido sin decirme nada. Al final no me quedó más remedio que viajar yo también para hacerles creer que iba a verte —explicó, desviando la mirada de Yeji para mirar a Nunew—. Lo lamento. Era algo que quería evitar, pero no me dejaron otra opción.

El impacto de esa revelación dejó a Nunew aún más aturdido de lo que ya estaba. A pesar de que Wit le explicó superficialmente lo ocurrido, oírlo de los propios labios de Zee era distinto, más realista y duro. Su alfa, el hombre al que abandonó hacía ya casi tres años, le estuvo ayudando desde Tailandia todo ese tiempo.

Se limpió un par de lágrimas que se habían acumulado entre sus párpados.

—Mi intención es regresarme el próximo viernes. Nunca pretendí quedarme aquí por más de una semana —prosiguió al ver que Nunew no reaccionaba. Eso le desalentó, pero ya supuso que el omega no querría dirigirle la palabra—. Cuando regrese, tendré que dar un montón de explicaciones a los policías. Parece que le han cogido gusto a mi "caso". Lo bueno es que voy a tener muchas horas para inventar una historia creíble de por qué regreso a Tailandia sin ti y sin los cachorros.

Esperó una vez más. Imploró porque Nunew dijera algo, lo que fuera, pero de sus labios no salió ningún sonido. El silencio fue lo único que escuchó de su parte.

—Nunew... No ha pasado un solo día desde tu marcha que no me despertara arrepentido por lo que hice —dijo, agachando ligeramente la cabeza. Las piezas vacías de sus cachorros, el silencio que lo acompañó todas las noches, todo el dolor se concentró en su garganta. En su voz rota—. Fui un alfa horrible. No solo durante los últimos meses, hacía años que me comportaba distinto contigo. Con el paso del tiempo empecé a darme cuenta de todos mis errores, todas las cosas que no debí decirte, y todas las cosas bonitas que sí debí decirte. Todos los sacrificios que hiciste... Y yo ni siquiera supe mantenerte feliz. Te fallé a ti y a los cachorros... No fui el alfa que debía ser. Tampoco el marido que merecías. Lo lamento. Cuando los perdí, fue como si todo se apagara. Ya nada importaba. Desatendí mi trabajo, apenas comía, no quería nada más que desaparecer... —confesó, sintiendo el mismo dolor que antaño, recibiendo sólo silencio—. Mi padre estuvo conmigo. Hicimos las paces después de tanto tiempo, la nuestra no fue la mejor relación padre-hijo, pero lo está intentando, y yo también.

Zee sintió que su monólogo empezaba a perder fuerza. ¿Cuánto tiempo podía estar una persona pidiendo perdón?

La ausencia de una respuesta por parte de Nunew fue realmente descorazonador para él. Había mantenido la esperanza de que le insultara o le dijera que no quería verlo más, pero ese silencio era mil veces peor, porque estaba harto de no oír nada. Finalmente soltó un suspiro pesado.

—Será mejor que me vaya —anunció, sin esperar ya ninguna respuesta por parte de Nunew—. No te preocupes. No te buscaré, ni a ti ni a los cachorros. Espero que sigan bien —hizo una pausa antes de continuar, como esperando algo más que no llegó—. Adiós, Nunew.

Se dio la vuelta, dispuesto a irse y olvidarse de ese desafortunado incidente. No obstante, su mirada se posó en la pequeña niña una última vez. Yeji dijo que se llamaba. Era un nombre muy bonito, pensó. Una vocecita en su interior le decía que podía ser su hija, pero no tardó en desechar esa posibilidad, tal vez porque no estaba preparado emocionalmente para asimilar esa revelación. En cambio, le resultaba mucho más fácil asumir que esa niña era de otro alfa.

Como si supiera que Zee la estaba mirando, Yeji dio un salto para bajar de la cuerda y fue hacia él, caminando con pasos torpes.

Bye, bye —dijo, agitando la mano. Zee sonrió con tristeza.

—Pórtate bien, pequeña.

Yeji asintió. Se dio la vuelta y regresó al parque.

Zee no dio ni tres pasos cuando la voz ahogada de Nunew lo detuvo bruscamente.

—Yeji es tu hija.

Zee, que había estado observando a Yeji, empezó a sentir que todo daba vueltas.


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