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Parte 2

Una hora después, Zee estaba bajando las escaleras con aspecto agotado. Se asomó al living, viendo que la televisión se encontraba encendida y Yeji miraba televisión, de pie en el sofá mientras rebotaba al ver La Princesa y el Sapo. En la mesa del comedor, un poco alejado, estaba Kuea con la señora Liu.

Se aclaró la garganta, llamando la atención de su hijo y la mujer.

—Nunew se ha dormido hace unos veinte minutos —dijo, cansado—, abrí la ventana antes de salir para dispersar mi aroma.

Kuea se puso de pie, ignorándolo y pasando de largo para subir las escaleras, perdiéndose una vez llegó al rellano. Zee fingió que esa indiferencia no le lastimó, inclinándose ante la señora Liu.

—Lamento mucho las molestias —dijo—, y agradezco que haya ayudado a Nunew de esta manera. Me retiraré...

—Cuando Nunew me habló de usted, lo imaginaba de otra manera, señor Pruk.

Las palabras de la mujer hicieron que el pasmo se reflejara en su cara. La observó, como tratando de descifrar cuáles eran las intenciones que ella poseía, pero no tuvo mucho tiempo para hacerlo: Yeji se percató de su presencia y, bajándose rápidamente del sofá, fue hacia él.

La pequeña le abrazó por las piernas, levantando la vista para mirarle.

—Se-nol Hia —dijo ella, y Zee sabía lo que quería, así que no pudo negárselo.

La tomó en brazos con suavidad, dejando que la pequeña se acurrucara en sus brazos. Casi se sintió cómo tener un pequeño Nunew, y la idea estuvo a punto de hacerlo estallar en carcajadas tristes.

—Soy Mary Liu —volvió a hablar la omega mayor, sentada en su lugar—. Nunew trabaja para mí como asesor de mi hogar. Entenderá usted que él es muy preciado para mí y mi familia, y esta situación nos deja en un punto... incómodo.

—No pretendo invadir su familia, señora Liu —se apresuró en decir Zee.

—Pero ya lo ha hecho —señaló ella—. Tal vez todavía no lo comprenda, sin embargo, Nunew es parte de mi familia desde el momento en que llegó a esta casa.

Silencio de su parte. Zee se puso ligeramente colorado. Los ojos de Mary, a pesar de verse amables, tenían cierta precaución que le hizo sentir juzgado.

—No sólo Nunew, sino también sus cachorros —continuó ella—, todos ellos son parte de mi familia. Y lo que quiero es evitarles más daño. Él me habló de que había retomado el contacto con usted, pero jamás pensé que eso pudiera desencadenar una situación como esta.

—Yo tampoco lo sabía —trató de defenderse Zee—, no pretendía... No imaginé que su celo pudiera ocurrir así.

Mary ladeó la cabeza. Se veía cómo si tratara de adivinar quién era él realmente, una respuesta que ni el mismo Zee sabía.

—Me lo imaginaba distinto —repitió ella—. Cuando me habló de lo que usted le hizo, me imaginé un alfa cruel, indiferente y déspota.

Se tensó, de manera irremediable, ante la mención de sus acciones. Él ya las tenía más que claras, no había día en que no aparecían en su cabeza, pero oírlas de una persona casi desconocida se sintió distinto.

—Lo fui —dijo él, con tono sombrío y expresión dura—, claro que lo fui. Nunew se merecía el cielo y yo le ofrecí un infierno.

—Fue hijo de su patria —contestó ella, y por un momento, fue como si estuviera hablando con su psicóloga, Davika—, y eso no sólo lo condenó a usted, sino también a Nunew —ella hizo un gesto—. Disculpe la indiscreción de la pregunta, pero no puedo evitar hacerla: ¿se está atendiendo con algún especialista, señor Pruk?

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