Conectando

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Daniel

Habían pasado unas semanas desde que comencé a pasar más tiempo con Sofía. Al principio, lo tomé como algo casual. No estaba buscando nada serio, pero algo en ella me llamó la atención. Era diferente a las chicas con las que normalmente interactuaba. No intentaba impresionar a nadie, no se preocupaba por encajar en una imagen. Simplemente era ella, aunque, debo admitir, al principio no entendía muy bien quién era esa "ella".

Esa tarde, después de las clases, decidí invitarla a pasear por el centro. Ya habíamos salido algunas veces antes, pero hoy sentía algo diferente. Algo en el aire. Algo que no sabía cómo nombrar, pero que estaba ahí. Quizás porque las veces anteriores había sido más como una curiosidad mía, pero ahora... no estaba tan seguro de lo que estaba buscando. Todo había comenzado con una pequeña conversación, una caminata por el parque, una sonrisa compartida. Y ahora, esas pequeñas cosas me parecían mucho más importantes de lo que había imaginado.

Nos dirigimos a nuestro café de siempre, un lugar donde nadie nos molestaba, donde podíamos sentarnos y hablar sin la presión de ser observados. Me di cuenta de que Sofía se sentaba frente a mí sin prisa, como si tuviera todo el tiempo del mundo. Me miraba con esa expresión suya, tímida y curiosa al mismo tiempo. ¿Qué pensaba ella de mí? Me preguntaba si veía algo más allá de mi exterior, si veía al chico que se sentaba ahí con ella, y no al tipo que la gente pensaba que era. Pero a veces, al mirarla, sentía que no necesitaba esas respuestas. Tal vez, con ella, simplemente podía dejar de pensar tanto en lo que los demás esperaban de mí.

—No sé por qué, pero hoy me siento tranquilo —le dije sin pensar, jugando con mi taza de café. No tenía la intención de compartir ese pensamiento, pero fue lo que salió. Y la verdad, tenía razón. Hoy sentía que no tenía que preocuparme por las expectativas, por el caos de mi vida. Solo estaba allí, con ella, y eso era suficiente.

Sofía me miró un momento, pensativa, y luego sonrió, algo tímida. No podía evitar preguntarme por qué, a veces, su sonrisa me hacía sentir tan... bien. Algo en su mirada me decía que ella también sentía lo mismo, que tal vez, solo tal vez, este momento era más que una simple salida entre amigos.

—Yo también —respondió, y no pude evitar sentir que sus palabras eran sinceras. ¿De verdad ella se sentía igual? ¿De verdad Sofía, la chica tan reservada, sentía algo por mí? Me desconcertaba. Yo, que siempre tenía claro lo que quería, no podía leerla del todo. Pero no me molestaba. En lugar de eso, me gustaba esa incertidumbre.

Decidimos salir del café y caminar sin rumbo. Las calles del centro se veían tranquilas a esa hora, y el aire fresco de la tarde nos envolvía mientras paseábamos. Ninguno de los dos parecía tener prisa por irse. Sin decir mucho, avanzamos juntos, sin sentir que hacía falta llenar el silencio. Cada paso que dábamos me hacía sentir como si el tiempo se estuviera deteniendo, y eso era raro para mí. Normalmente, mi mente nunca descansaba. Siempre estaba pensando en lo siguiente, en lo que debía hacer, en lo que los demás esperaban de mí. Pero con Sofía, las cosas eran diferentes. Mi cabeza se despejaba, y podía simplemente... estar.

De repente, una ráfaga de viento me hizo pensar en Camila. Mi exnovia.

Me sorprendió lo rápido que ese pensamiento irrumpió. Camila... había sido una de las relaciones más largas que tuve, y había terminado tan rápido como comenzó. Las cosas con ella nunca fueron fáciles, pero lo que más me dolió fue la forma en que me dejó. Con Camila, las cosas nunca fueron simples. Hubo momentos intensos, y aunque traté de ser lo mejor que podía para ella, no parecía suficiente. Cuando terminó, no supe cómo manejarlo. El dolor, el vacío... aún me pesaban. Y aunque había pasado tiempo, a veces el recuerdo de ella volvía en momentos que menos lo esperaba.

Entonces, allí estaba Sofía, caminando a mi lado, sin saberlo, pero dándome una tregua. Tal vez eso era lo que me atraía de ella. No la comparaba con Camila, no la veía como una sustituta. Sofía era diferente. Su forma de ser, su calma, su manera de no necesitar llenar cada segundo con palabras... Me hacía sentir que, tal vez, podía comenzar a dejar de pensar en todo lo que había quedado atrás.

El simple hecho de estar allí, caminando con ella, sin que las cosas se sintieran apresuradas, me hacía pensar que quizás estaba listo para dejar ir a Camila, para dejar que el recuerdo de todo lo que habíamos vivido se desvaneciera lentamente. La idea de seguir adelante no parecía tan aterradora cuando estaba con Sofía.

Nos dirigimos hacia el parque central. Las luces del atardecer daban una tonalidad dorada a todo, y caminamos sin decir mucho. No necesitábamos hablar. En el silencio, algo nos conectaba.

Sofía me miró y, en ese momento, me sentí extraño. Como si pudiera ver más allá de mi fachada. Tal vez ella podía ver algo que ni yo sabía que existía. Había algo en su mirada que me hacía sentir como si pudiera, por fin, soltar todo lo que me había estado pesando. Y, aunque no sabía lo que el futuro nos deparaba, sentí que tal vez estaba comenzando a sanarme.

Y en ese instante, el recuerdo de Camila ya no parecía tan fuerte. Podía sentir que con Sofía, aunque no sabía qué ocurriría, había algo en mí que comenzaba a sanar, a olvidarla, por fin.

—¿Te gustaría salir más seguido? —me preguntó Sofía, con una sonrisa tímida. Era una invitación sin expectativas, pero lo que más me sorprendió fue lo fácil que fue decir "sí" a esa idea.

—Claro —respondí, sin pensarlo demasiado. Porque tal vez, solo tal vez, Sofía era la persona que necesitaba para seguir adelante. Y esa idea, por primera vez en mucho tiempo, me hacía sentir bien.

Ya era tarde cuando decidimos que era hora de regresar a casa. A medida que caminábamos hacia su casa, una parte de mí no quería que el momento terminara. Estaba disfrutando de su compañía más de lo que había anticipado. Aunque no sabía qué estaba pasando entre nosotros, sentía que era algo que valía la pena explorar. No necesitábamos hablar todo el tiempo para saber que había algo especial en este momento.

Cuando llegamos frente a su casa, Sofía se detuvo y me miró con una sonrisa suave.

—Gracias por este paseo —dijo, y sus palabras me hicieron sonreír.

—No hay de qué —respondí, con un tono que no podía esconder lo contento que me sentía. Ella parecía tan feliz, tan tranquila. Y eso me hizo sentir bien.

Antes de que pudiera darme cuenta, Sofía ya se había despedido con un rápido abrazo. No me esperaba ese gesto, pero me gustó. Su abrazo fue cálido, sincero, como si nos hubiéramos conocido de toda la vida.

—Nos vemos pronto, ¿sí? —dijo mientras comenzaba a caminar hacia la puerta de su casa.

—Claro —respondí, sonriendo mientras la veía entrar. Aunque no decía nada más, dentro de mí sabía que algo había cambiado. Había algo entre nosotros que no podía ignorar. Y mientras me alejaba, en mi pecho se sentía como si todo tuviera un propósito.

Mientras caminaba de vuelta a mi casa, una sonrisa se dibujó en mi rostro. Había algo en Sofía que me hacía sentir mejor, como si, por fin, las piezas de mi vida estuvieran encajando, aunque no tuviera claro cómo ni por qué. Todo lo que sabía era que, en ese momento, no me importaba lo que había sido. Solo quería saber qué vendría después.

Entre dos corazonesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora