Sofia
Desde que Daniel se fue de gira de fútbol, mis días han estado llenos de talleres y clases en el instituto, tratando de ocupar mi mente en cualquier cosa que no me lleve a pensar demasiado. Aunque parece que ha pasado poco tiempo, en realidad ya han transcurrido semanas desde que nos despedimos. Daniel se fue entusiasmado por la gira, y yo intenté enfocarme en mis cosas. Cada mañana me visto y camino hacia el instituto, tratando de no pensar en él, aunque de vez en cuando, un recuerdo aparece sin permiso. Fue en uno de esos días, cuando llegaba a clase, que vi a Alexander junto a su moto, con esa expresión que siempre me resulta un enigma. Nos cruzamos en los pasillos algunas veces, y aunque al principio no hablábamos mucho, algo cambió en estos días.
He pasado tiempo con él y Gabriel entre clases y a veces en la cafetería. Gabriel siempre ha sido amigable, mientras que Alexander mantiene esa actitud fría y reservada. Sin embargo, cada tanto, noto un destello en sus ojos, algo que me hace sentir que oculta más de lo que deja ver. Esa aparente indiferencia me hace preguntarme cosas sobre él que antes ni siquiera habrían cruzado mi mente.
Durante estos días también hice una nueva amiga, Elisa, una chica llena de energía y amabilidad que siempre tiene una sonrisa para todos. Pasamos los recreos juntas, y sus historias me distraen un poco de mis propios pensamientos. A veces, entre clases o en algún descanso, me cruzo de nuevo con Alexander. Nuestras miradas se encuentran y él desvía la vista antes de que pueda decir algo, como si evitara cualquier intento de acercamiento.
Hoy, mientras caminaba por los pasillos después de clase, sentí su presencia detrás de mí. Me giré y lo vi a pocos pasos, mirándome con ese aire misterioso. Dudé un momento, pero luego le sonreí y le dije:
―¿Vas para el estacionamiento?
Él asintió en silencio y caminamos juntos. Apenas hablaba, pero su sola presencia, tan calmada y distante, me llenaba de preguntas. Nos detuvimos frente a su moto, y él se giró hacia mí con esa expresión que apenas muestra emociones.
―Gracias por acompañarme ―le dije, sonriendo―. A veces eres como una sombra.
Sus labios se curvaron ligeramente, casi como si estuviera a punto de sonreír, pero el gesto desapareció tan rápido que me pregunté si lo había imaginado. Sin decir más, subió a su moto y arrancó, dejándome allí, intrigada, preguntándome qué es lo que hace que alguien se esconda tanto de sí mismo.
—
A lo largo de las siguientes semanas, Alexander comenzó a acercarse de una manera silenciosa y sutil. Al final de algunos días, nos encontrábamos casualmente en el estacionamiento, y más de una vez, con una mezcla de curiosidad y atrevimiento, acepté su ofrecimiento de llevarme en su moto. Me acostumbré a sentir el viento en el rostro, el rugido suave del motor y la presencia de Alexander tan cerca, aunque él mantuviera ese mismo aire misterioso y casi impenetrable. Cada trayecto era corto, pero cada vez que bajaba de la moto, me encontraba deseando que hubiera durado un poco más.
Durante esos días, Alexander se convirtió en una constante silenciosa. A veces lo veía de reojo en los pasillos o en la cafetería, observándome desde la distancia sin que yo pudiera descifrar sus intenciones. Cuando nuestras miradas se encontraban, sostenía mi mirada apenas un instante antes de apartarla, como si no quisiera que leyera más allá. Su presencia me confundía y, al mismo tiempo, despertaba algo en mí que no lograba entender del todo.
En el instituto, mis días seguían llenos de actividades. Los talleres, las clases, y mi tiempo con Elisa, que se volvió una buena amiga, parecían llenar los espacios que Daniel había dejado vacíos. Aun así, a veces, entre conversaciones y risas, me encontraba pensando en Alexander. Él me despertaba una curiosidad que pocas personas lograban provocar en mí. Elisa incluso me lo comentó en una ocasión.
―Siempre estás mirando a Alexander, ¿sabes? ―me dijo en broma, un día en la cafetería―. No es que sea un misterio, pero bueno, tampoco es tan simple de entender, ¿no?
Le respondí con una sonrisa nerviosa, sin admitir que, en realidad, Alexander era un misterio que quería resolver. Cada vez que estábamos juntos, su presencia me hacía sentir una extraña mezcla de calma e intriga. Parecía que siempre había algo que él no decía, algo que guardaba solo para sí mismo.
Un día, al terminar las clases, me esperaba en el estacionamiento como de costumbre. Me acerqué a él y, antes de que pudiera decir algo, se limitó a ofrecerme su casco en silencio. Subí detrás de él, y nos alejamos del instituto, recorriendo las calles sin prisa. Esa tarde, la luz dorada del atardecer bañaba el camino, y me permití relajarme, sintiendo el calor de su espalda y el ritmo constante de su respiración.
Al final del trayecto, cuando bajé de la moto, me quedé en silencio un momento, dudando si debería decir algo o simplemente despedirme. Finalmente, reuní el valor y le pregunté:
―Alexander, ¿por qué siempre estás tan callado? Siento como si escondieras algo.
Él me miró en silencio, sus ojos fijos en los míos por un instante que se sintió eterno. Luego, su mirada se suavizó, y con una media sonrisa, respondió:
―Quizás... me gusta observar antes de hablar.
Su respuesta me dejó intrigada y, antes de que pudiera preguntar más, se despidió y se alejó. Esa noche, mientras intentaba dormir, no podía dejar de pensar en sus palabras y en la forma en que me miró. Parecía que en su silencio había más respuestas de las que yo imaginaba, y cada vez me sentía más atraída por descubrirlas.
Con el paso de los días, esos viajes en moto, las miradas robadas y los momentos compartidos, aunque silenciosos, se convirtieron en un refugio para mí. Alexander no intentaba llenar los vacíos de mi vida con palabras innecesarias; simplemente estaba allí, siendo esa presencia constante que, sin saber cómo, me hacía sentir acompañada en mi propio viaje para encontrarme.
Así pasaron las semanas, y aunque Daniel estaba lejos, en su gira de fútbol, el peso de su ausencia comenzó a desvanecerse poco a poco.
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Entre dos corazones
RomanceSofía es una chica tímida y sentimental que siempre ha sido muy sensible, aunque intenta ocultarlo tras una fachada de confianza y seguridad, no es su verdadera personalidad y ha logrado que Daniel, su novio, la vea como una persona fuerte e indepen...