Narrador
Al llegar a casa después de esa noche en la playa, Sofía se sintió diferente. Algo en ella había cambiado, y aunque aún tenía el corazón roto, ya no estaba dispuesta a dejarse vencer. Daniel había sido importante, sí, pero no era el centro de su vida. No más.
Decidió no quedarse en su habitación pensando en lo que había pasado. En cambio, tomó su teléfono y envió un mensaje a sus amigas, invitándolas a salir. "Necesito una noche de chicas", escribió, y en minutos, ambas respondieron emocionadas. La invitaron a una fiesta que se celebraba esa misma noche, y Sofía no dudó en aceptar.
Con el ánimo renovado, comenzó a prepararse. Se miró en el espejo y, con una sonrisa decidida, escogió el vestido negro que siempre le había encantado pero que pocas veces se había atrevido a usar. Era elegante y atrevido, con un toque de misterio, exactamente lo que necesitaba esa noche. Se maquilló con delicadeza, resaltando sus ojos, y al final, el resultado la sorprendió: se veía increíble.
Cuando sus amigas llegaron a buscarla, la recibieron con gritos de entusiasmo y halagos. Subieron al auto y, antes de arrancar, pusieron a todo volumen una canción de Taylor Swift. Sofía cantaba junto a ellas, dejando salir toda la energía acumulada de los últimos días. El auto avanzaba por las calles mientras las tres amigas coreaban y reían sin parar, sintiendo que esa noche les pertenecía.
Al llegar a la fiesta, la música se escuchaba desde fuera. Entraron juntas, riendo y disfrutando del ambiente vibrante. Sin embargo, apenas Sofía cruzó la puerta, su mirada se detuvo en una figura que reconoció de inmediato. Allí estaba Daniel, sentado con sus amigos en una esquina de la planta baja, con una copa en la mano. Al verla, él alzó la vista y la observó por un segundo, sus ojos llenos de sorpresa y, quizá, algo más.
Pero Sofía no se quedó mirándolo mucho tiempo. Antes de que pudiera reaccionar, su mirada fue atraída hacia la zona VIP, donde Alexander estaba recostado en uno de los sillones, rodeado de personas que parecían igual de interesantes y misteriosas que él. Al verla, Alexander la miró fijamente, y por un instante, todo pareció detenerse. Su expresión era tan intensa que un escalofrío recorrió la espalda de Sofía, una mezcla de nervios y emoción.
Sofía respiró profundamente y, con la cabeza en alto, decidió que esta noche era suya.
Sofía decidió ignorar las miradas a su alrededor y disfrutar de la noche. Tomó de la mano a sus amigas y se adentraron en la pista de baile, donde la música vibraba en el aire y las luces parpadeaban al ritmo de los bajos. Las tres se movían al compás, riendo y cantando, envueltas en esa energía de libertad que solo se sentía en noches como esta.
Mientras bailaba, Sofía sintió que varios chicos se acercaban para unirse al grupo. Algunos eran conocidos del colegio; otros eran rostros nuevos que solo querían pasar un buen rato. Al principio, aceptó su compañía sin pensar demasiado, dejando que la rodearan y se unieran al ritmo de la música. Estaba decidida a divertirse, a sentir esa independencia que había olvidado en los últimos meses. Uno de los chicos le sonrió y trató de guiarla en una vuelta de baile. Sofía aceptó, riendo por lo inesperado.
Sin embargo, mientras giraba, de repente sintió esa mirada de nuevo. Levantó la vista y, en la penumbra, pudo distinguir los ojos oscuros y penetrantes de Daniel que la seguían desde el otro lado de la sala. Su expresión era seria, con una mezcla de celos y frustración que le resultaba imposible ignorar. El chico con el que estaba bailando le susurró algo al oído, y aunque Sofía apenas lo escuchó, asintió con una sonrisa educada. No quería prestarle demasiada atención a Daniel, pero notaba cómo él no le quitaba los ojos de encima, y eso le removía algo en el fondo de su pecho.
Al girarse, sin embargo, vio otra figura que le resultaba igualmente intrigante. En la zona VIP, Alexander estaba recostado, observándola desde una distancia prudente, con una expresión indescifrable. Aunque parecía distante y despreocupado, su mirada no la perdía de vista. Al notarla, levantó ligeramente la ceja, como si se divirtiera con la situación. Era una mirada desafiante, como si supiera que estaba llamando su atención y estuviera disfrutando de la pequeña guerra silenciosa entre él y Daniel.
Pasaron algunos minutos, y Sofía continuó moviéndose por la pista, disfrutando de cada canción. Sin embargo, era difícil ignorar las miradas de ambos chicos que, aunque estaban lejos, parecían acercarse cada vez más con su intensidad. A su alrededor, sus amigas también notaron el cambio en el ambiente y la miraban con una sonrisa cómplice. Una de ellas le susurró al oído:
—Parece que alguien está causando sensación esta noche.
Sofía rió, fingiendo indiferencia, pero el rubor en sus mejillas la delataba. Sentía una mezcla de emociones; por un lado, el interés de Daniel y Alexander la halagaba, pero por otro, también la confundía. Había venido a olvidarse de todo, a liberarse de las cargas de los últimos días, pero ahora, en medio de la música y las luces, esos sentimientos se intensificaban.
Decidida a no dejar que nada ni nadie le arruinara la noche, Sofía cerró los ojos y se dejó llevar por el ritmo de la música, moviéndose libremente. Sabía que ellos la observaban, y aunque eso la inquietaba, también la llenaba de una extraña sensación de seguridad.
A medida que la noche avanzaba, Sofía sentía cómo el ambiente se hacía cada vez más eléctrico. La música pulsaba a su alrededor, y aunque trataba de concentrarse en disfrutar con sus amigas, no podía ignorar las miradas que caían sobre ella. Daniel seguía observándola desde la distancia, y su expresión se volvía más y más oscura con cada canción que pasaba.
Finalmente, en un momento en el que giró hacia donde estaba él, vio cómo Daniel dejaba su vaso sobre la mesa con brusquedad. Su expresión era una mezcla de dolor e impotencia; claramente, no soportaba verla disfrutar sin él. Después de mirarla una última vez, Daniel se levantó y salió de la fiesta sin mirar atrás, como si estar allí se hubiera vuelto demasiado para él. Sofía lo vio alejarse, y una pequeña punzada de tristeza la recorrió, pero se obligó a recordar por qué estaba allí: esta era su noche, su momento de ser ella misma y olvidar.
Al volver su atención a la pista, su mirada se cruzó con la de Alexander, quien seguía recostado en la zona VIP. Había observado toda la escena en silencio, y ahora, con Daniel fuera de la fiesta, una pequeña sonrisa se formó en su rostro. Era una expresión tranquila y confiada, como si supiera que ahora tenía el campo libre. Le sostuvo la mirada con una intensidad que la hizo estremecerse.
Mientras continuaba bailando, sentía cómo la atención de Alexander la envolvía, como una presencia constante y cautivadora que le generaba intriga. A diferencia de Daniel, él no parecía ni molesto ni incómodo; parecía disfrutar observándola desde la distancia, casi como si supiera que eventualmente ella terminaría acercándose a él. A Sofía le parecía una situación extraña, pero a la vez tentadora. Había algo en Alexander que la hacía sentirse segura, aunque también la desconcertaba su seriedad y ese aire de misterio que parecía rodearlo en todo momento.
La fiesta seguía, y aunque muchos se acercaban a bailar con ella, Sofía no podía ignorar la tensión en el ambiente. Sentía que todos desaparecían, que solo quedaban ella y Alexander en ese mar de música y luces. A medida que las canciones avanzaban y el reloj marcaba las horas, Sofía comenzaba a preguntarse qué más podría depararle esa noche, y si finalmente iba a permitir que ese chico misterioso dejara de ser solo una mirada desde la distancia.
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Entre dos corazones
RomanceSofía es una chica tímida y sentimental que siempre ha sido muy sensible, aunque intenta ocultarlo tras una fachada de confianza y seguridad, no es su verdadera personalidad y ha logrado que Daniel, su novio, la vea como una persona fuerte e indepen...