Felicidad

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Sofia

Una semana había pasado desde aquel paseo en el centro comercial con Daniel y sus amigos. Las cosas entre nosotros estaban más cómodas, más naturales. Había algo en el aire que me decía que esta conexión iba mucho más allá de una simple amistad, pero, al mismo tiempo, no me atrevía a darle nombre. Estaba bien como estaba: feliz, tranquila y disfrutando de la compañía de alguien que me hacía sentir segura y única, algo que no había sentido antes.

El lunes, cuando me desperté, me encontraba esperando su mensaje habitual. Daniel siempre era puntual en sus mensajes, aunque no solía escribir en exceso. Pero esa mañana, cuando vi la notificación de su nombre en mi pantalla, algo en mí se aceleró. Su mensaje era simple, pero lleno de un aire misterioso que hizo que mi corazón diera un pequeño salto.

"¿Te gustaría salir esta noche? Tengo una sorpresa para ti."

La respuesta, aunque estaba un poco confundida, salió casi de forma automática:

"Claro, ¿dónde y a qué hora?"

En cuanto apreté "enviar", sentí una mezcla de emoción y nervios. Nunca había sido alguien que disfrutara de sorpresas, pero algo sobre él hacía que estuviera dispuesta a experimentar lo inesperado. Tal vez era el hecho de que confiaba en él, aunque, si me ponía a pensarlo, aún había tantas cosas que no sabía. Pero, a pesar de eso, me sentía bien. Con él, las dudas no parecían importar tanto.

Durante el día, me estuve preparando para la noche, sin saber exactamente qué esperar. Elegí un vestido sencillo pero elegante, algo que me hiciera sentir bien conmigo misma sin ser demasiado extravagante. El color oscuro de la tela y la suavidad del material me hicieron sentir segura de lo que estaba a punto de hacer. Me tomé mi tiempo, y aunque me sentía un poco nerviosa, intenté disfrutar el proceso.

Cuando llegó la hora, me encontré con Daniel en la entrada de mi casa. Él estaba impecable como siempre, con esa sonrisa que siempre me desarmaba. Su mirada, aunque un poco seria al principio, me mostró un destello de emoción. Al verme, se acercó con un gesto de complicidad.

—Estás hermosa, Sofía —dijo con una sonrisa genuina, y eso me hizo sentir un calor agradable en el pecho.

—Gracias, tú también te ves muy bien —respondí, y, al verlo tan impecable, una sensación de bienestar recorrió mi cuerpo.

—¿Estás lista para la sorpresa? —preguntó, sus ojos brillando con emoción.

Asentí, nerviosa pero emocionada al mismo tiempo.

Nos subimos al auto, y Daniel condujo hacia un lugar desconocido para mí. El trayecto fue tranquilo, con una música suave que llenaba el espacio entre nosotros, pero no sentía la presión de que necesitáramos llenar el silencio. Estaba cómoda con él, como siempre. El tiempo parecía pasar sin que me diera cuenta, pero la intriga crecía dentro de mí.

Finalmente, llegamos a un restaurante elegante, pero acogedor. No era el tipo de lugar al que yo normalmente iría, pero cuando vi el ambiente tranquilo y las luces tenues, supe que había sido una elección especial. Un lugar perfecto para una ocasión importante.

Nos dirigimos a una mesa reservada en el rincón más apartado del restaurante. Había velas encendidas sobre la mesa, y una suave melodía de piano llenaba el ambiente. Era un lugar hermoso, con un aire romántico que me hizo sentir como si estuviéramos en otro mundo, alejado de todo lo que conocíamos.

Nos sentamos, y Daniel me miró fijamente, como si estuviera evaluando cada palabra antes de hablar. Yo, por mi parte, no podía dejar de sonreír nerviosamente. Algo me decía que este no sería solo un "paseo más" entre amigos.

—Sofía... —comenzó, con una seriedad que me hizo dejar de sonreír por un momento—. He estado pensando mucho últimamente. Sé que llevamos un tiempo saliendo, y me he dado cuenta de algo muy importante.

Me quedé en silencio, mi corazón comenzaba a latir con más fuerza. No sabía qué decir, pero algo en sus ojos me decía que lo que viniera sería significativo.

—Quiero que sepas que... me haces sentir algo que no había experimentado en mucho tiempo. Cada vez que estoy contigo, todo parece tener más sentido. Y no solo eso, sino que... me has hecho ver que puedo ser yo mismo sin pretensiones. Y eso, para mí, es algo muy importante —continuó, mirando directamente a mis ojos, como si quisiera que supiera cuán sincero era.

A medida que hablaba, mi mente comenzaba a entender lo que quería decir. Las palabras que Daniel había dicho eran sinceras, pero también me daban miedo. ¿Qué significaba todo esto para nosotros? ¿Era el momento de dar un paso más?

Me miró con una sonrisa tímida, pero su mirada no se apartó de la mía.

—Sofía... —dijo, tomando una pequeña pausa, como si no pudiera contener lo que sentía—. ¿Te gustaría ser mi novia?

Mis ojos se agrandaron por un instante, y el silencio que se produjo a continuación fue casi ensordecedor. No podía creer lo que acababa de decir. Mi mente trataba de procesar sus palabras, pero mi corazón ya sabía la respuesta.

Lo miré, y vi la vulnerabilidad en sus ojos, la misma que yo sentía en ese momento. Era una pregunta sencilla, pero para mí, significaba el mundo. Era el tipo de pregunta que cambiaba todo, el tipo de pregunta que no se hacía todos los días.

Mis labios se curvaron en una sonrisa suave, y sin pensarlo mucho, dije:

—Sí, Daniel. Sí, quiero ser tu novia.

Las palabras salieron de mi boca sin vacilaciones, como si siempre hubiera sabido la respuesta. Sentí una mezcla de alegría y emoción recorrer todo mi cuerpo, y vi cómo el rostro de Daniel se iluminaba al escuchar mi respuesta. Era como si todo encajara perfectamente.

Nos miramos durante un momento, ambos sin decir nada, pero en ese silencio había un entendimiento más profundo que las palabras. Fue un instante que permaneció suspendido en el tiempo, como si el mundo hubiera dejado de girar por un segundo, solo para nosotros.

Daniel extendió su mano hacia la mía, y yo la tomé sin pensarlo. Su toque era suave, pero firme, y me hizo sentir que, por fin, algo en mi vida estaba tomando forma.

—Gracias... —dijo él, con una sonrisa que me hizo sentir la calidez de su cariño.

—No tienes que agradecer nada —respondí, mirándolo con una sonrisa sincera—. Yo también quiero esto, Daniel.

Después de esa conversación, todo pareció fluir con facilidad. El resto de la noche fue un sueño. Compartimos risas, historias, y al final, una promesa tácita de que lo que había comenzado entre nosotros no se quedaría en una simple amistad. Era mucho más que eso. Era algo real, algo que ambos deseábamos sin saberlo al principio.

Cuando al fin regresamos a mi casa, me sentí diferente. Como si todo lo que había vivido hasta ese momento se hubiera transformado en algo nuevo, algo mejor. Estaba feliz, no solo porque ahora era su novia, sino porque sentía que con él podría enfrentar todo lo que viniera.

Me despidió con un beso en la mejilla y me susurró al oído:

—Nos vemos pronto, mi novia.

Y con esa simple frase, mi corazón supo que lo que venía por delante sería aún más especial de lo que había imaginado.

Así comenzaba nuestra historia.

Entre dos corazonesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora