Sofia
Las semanas se habían convertido en una rutina dolorosa. Daniel y yo nos estábamos distanciando cada vez más, aunque intentábamos mantener las apariencias. Las palabras entre nosotros ya no fluían de la misma forma, y aunque de vez en cuando se esforzaba por enviarme algún mensaje, yo sentía que todo lo que quedaba entre nosotros era vacío. Algo en su mirada me decía que ya no era el mismo, que su interés había cambiado, y las veces que hablábamos de Camila solo lo confirmaban. Mi intuición me decía que estaba empezando a acercarse a ella nuevamente.
Esa mañana, como todas las demás, entré al instituto con la cabeza llena de pensamientos y un nudo en el estómago. No sabía cómo iba a seguir con todo esto, con la relación que ya no sentía genuina, con los silencios que se volvían más largos. Pero no tenía tiempo para quedarme pensando demasiado, el día debía continuar.
Mientras caminaba por los pasillos, en medio de mi caos mental, choqué con alguien. Mi hombro se estrelló contra una figura que apenas había notado, y antes de que pudiera disculparme, el chico me miró. Tenía una mirada tan penetrante que me dejó sin palabras, casi como si hubiera pasado a través de mí sin hacer un esfuerzo.
Él no se disculpó, no hizo un gesto amable ni siquiera una sonrisa. Sólo me miró, sus ojos de un celeste frío como el hielo, fijándose en mí con una intensidad que me hizo sentir incómoda. No era el tipo de chico que uno esperaría encontrar por los pasillos del instituto. Llevaba una chaqueta de cuero negro, ajustada a su cuerpo, y unos pantalones anchos, caídos, que arrastraban un poco al caminar. La motocicleta que estaba estacionada cerca de la entrada solo le sumaba un aire de misterio y dureza.
Lo que más me sorprendió fue su actitud: no dijo nada, simplemente continuó su camino, pero su presencia seguía flotando en el aire. Algo en su comportamiento me hizo quedarme allí, mirándolo. Era como si todo a su alrededor desapareciera cuando él pasaba, y yo no podía dejar de pensar en lo que había ocurrido.
El chico tenía algo en su mirada, una mezcla de frialdad y desdén, como si no estuviera interesado en nada de lo que pasaba a su alrededor. No trató de disculparse, como si mi presencia no importara. Estaba claro que no buscaba agradar a nadie.
Durante el resto del día, no pude sacarlo de mi cabeza. Me sentía atraída por su indiferencia, pero al mismo tiempo, algo dentro de mí me decía que no debía dejarme llevar por eso. Sin embargo, mientras caminaba hacia la biblioteca, vi que él también estaba allí, mirando algo en su teléfono móvil, completamente ajeno a mi presencia.
No me atreví a acercarme, pero lo observaba en silencio. Tenía una postura desafiante, el tipo de chico que no parece tener miedo de lo que otros piensen, pero su actitud me desconcertaba. Él parecía estar tan perdido en su mundo que no le importaba nada más.
No sé por qué lo hice, pero al final, me acerqué. No fue un paso decidido ni firme, sino algo más bien impulsivo. Me planté frente a su mesa, y él levantó la vista. Esa mirada nuevamente, esa frialdad, esa intensidad. Lo que sucedió a continuación me dejó completamente desconcertada.
—¿Qué pasa? —me dijo, su voz grave y cargada de sarcasmo, como si no estuviera dispuesto a perder su tiempo. No fue una bienvenida, ni una pregunta amable, sino una especie de desafío silencioso.
No supe qué responder. Su tono no invitaba a la conversación, pero algo dentro de mí no pudo evitar seguirlo, aunque mi corazón latiera rápido por la incomodidad.
—Nada —respondí, con voz baja, intentando no parecer tan nerviosa.
Él hizo una mueca de desdén, y por un momento, pensé que me había ignorado. Pero no. Lo que hizo fue seguir mirándome fijamente, como si esperara algo más de mí, algo que ni yo misma sabía qué era. Y entonces, sin decir nada más, volvió a mirar su teléfono, completamente indiferente.
Me quedé allí, parada frente a él, sin saber si debía quedarme o irme. Su indiferencia me hizo sentir aún más incómoda, pero también había algo en él que no podía dejar de notar. Era como un enigma, una especie de fuerza invisible que me atraía y me repulsaba al mismo tiempo.
Decidí irme. No sabía qué más hacer, y no estaba segura de por qué me había acercado en primer lugar. Pero cuando me di la vuelta, sentí su mirada sobre mí, como un peso sobre mis hombros. El chico con el que me había cruzado esa mañana no era alguien fácil de entender, y aunque intentaba no pensar más en él, algo en su actitud me decía que debía estar alerta.
Mientras caminaba por los pasillos hacia la salida, no pude evitar pensar en él. ¿Qué clase de chico era ese? ¿Por qué me había causado tanto impacto, incluso cuando no había dicho ni una sola palabra? Era rudo, sí, y su actitud arrogante y desinteresada me confundía, pero de alguna forma, me sentía más atraída por él de lo que habría imaginado.
Tal vez era una locura, pero algo dentro de mí decía que este chico, el chico de la motocicleta y la mirada fría, estaba destinado a entrar en mi vida de una forma u otra. Y aunque no sabía cómo ni por qué, sentía que había algo más detrás de esa fachada de dureza.
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Entre dos corazones
RomanceSofía es una chica tímida y sentimental que siempre ha sido muy sensible, aunque intenta ocultarlo tras una fachada de confianza y seguridad, no es su verdadera personalidad y ha logrado que Daniel, su novio, la vea como una persona fuerte e indepen...