Caras conocidas

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Narradora

El timbre resonó en toda la escuela, y los estudiantes comenzaron a entrar a la clase con más desorden del usual. Era un lunes por la mañana, el tipo de día que generalmente a nadie le gusta, pero había algo en el aire que lo hacía diferente. Cuando la profesora entró al salón, todos los murmullos se apagaron de inmediato.

—Buenos días, chicos —dijo ella con una sonrisa amable mientras miraba la pizarra. —Hoy tenemos algo especial. Unos nuevos compañeros se han unido a nosotros. Espero que les den una cálida bienvenida.

Los estudiantes intercambiaron miradas curiosas, y algunos murmullos comenzaron a surgir entre ellos. No era común que llegaran nuevos compañeros tan tarde en el semestre, pero no fue mucho antes de que la profesora señalara a los nuevos estudiantes que acababan de llegar.

—Este es Gabriel, viene de otro instituto y se ha mudado a este barrio.

Un chico de cabello corto, ligeramente alborotado, y de mirada confiada, levantó la mano tímidamente. Gabriel no era una persona ruidosa, pero su presencia era indiscutible. Vistiendo una camiseta oscura y jeans sencillos, sonrió ligeramente cuando todos lo miraron. Se sentó en el pupitre junto a una chica del fondo, Mariana, una de las estudiantes más extrovertidas de la clase.

—Y ella es Camila, se une a nosotros también.

Sofía sintió un leve nudo en el estómago al escuchar su nombre. Camila, la exnovia de Daniel, con su sonrisa perfecta y su actitud despreocupada. Su cabello largo y oscuro, cuidadosamente peinado, resaltaba bajo la luz del aula. Camila caminó con paso firme hacia su asiento, sin mostrar la menor incomodidad al ser observada por todos, su mirada se cruzó con la de Daniel, quien no pudo evitar tensarse.

Sofía desvió la vista rápidamente, pero no pudo evitar notar que Daniel permaneció quieto por unos segundos más de lo necesario, su rostro pálido y su expresión vacía.

La profesora siguió presentando a los nuevos alumnos sin percatarse del ambiente tenso en el aire.

—Y finalmente, tenemos a Alexander —dijo la profesora, con una sonrisa un tanto misteriosa, señalando a un chico que estaba recargado contra la puerta del aula. Sofía sintió cómo todo su cuerpo se tensaba al ver al chico misterioso.

Alexander no parecía interesado en la atención que todos le prestaban. Su presencia era silenciosa pero imponente. Con su chaqueta de cuero negra, pantalones anchos y botas desgastadas, no necesitaba decir una palabra para llamar la atención. Su rostro serio y su mirada fría no dejaban dudas: no estaba ahí para hacer amigos.

Se movió con calma hacia el asiento vacío junto a Sofía, y todos los estudiantes lo observaban como si estuvieran ante una figura casi mítica. Cuando se sentó, se cruzó de brazos y simplemente miró al frente, sin siquiera intentar entablar una conversación. Sofía no pudo evitar sentirse incómoda, atrapada entre el chico rudo y la sensación de que Daniel, a su lado, no dejaba de mirar a Camila.

La profesora siguió explicando sobre el trabajo de matemáticas que iban a hacer en grupo. Todos prestaron atención, y cuando mencionó que serían asignados al azar, las miradas de todos se volvieron más expectantes.

—He decidido formar los grupos de la siguiente manera —dijo la profesora, tomando la pizarra. —Camila estará con Daniel, y Sofía, tú te quedarás con Alexander.

La palabra "Alexander" flotó en el aire mientras Sofía trataba de procesarlo. No pudo evitar sentir cómo el ambiente cambiaba. Había algo en la mirada de Daniel cuando escuchó su nombre que la hizo sentirse incómoda. Él apenas la miró, su mirada fija en Camila, como si estuviera deseando que la profesora hiciera algún cambio.

Pero no lo hizo. La profesora siguió explicando el trabajo y pronto todos se dividieron en sus respectivos grupos. Sofía se giró lentamente hacia Alexander, que aún no había dicho una sola palabra. Él solo la miraba fijamente, sin sonreír ni mostrar la más mínima emoción.

—¿Sabes cómo hacer este ejercicio? —le preguntó Sofía, intentando iniciar una conversación y aliviar la tensión que sentía en el aire.

Alexander no levantó la mirada de su cuaderno y, con voz grave y calmada, respondió:

—No me interesa.

Sofía no supo qué más decir. La frialdad de su respuesta la sorprendió. Mientras tanto, Camila y Daniel continuaban conversando. Camila, con su aire de seguridad, tocaba de vez en cuando el brazo de Daniel mientras hablaba, y Sofía podía ver cómo él se tensaba ligeramente, pero no decía nada. Solo estaba ahí, observando, como si todo fuera normal.

En el grupo de Gabriel, él y Mariana estaban charlando animadamente, completamente ajenos a lo que pasaba con los demás. Los dos parecían divertirse con el trabajo en equipo, mientras Sofía trataba de concentrarse en la tarea. Pero la presencia de Alexander a su lado, en silencio, no le dejaba descansar.

El tiempo pasaba lentamente, y mientras la profesora recorría el salón, Sofía sentía que Daniel apenas la miraba. Los momentos compartidos con él, los pequeños gestos que antes significaban tanto, ahora parecían desvanecerse.

Cuando la clase estaba por terminar, Alexander se levantó sin decir nada y se acercó a Gabriel, quien estaba al fondo de la clase. Los dos intercambiaron unas palabras breves antes de que Alexander comenzara a caminar hacia la salida. Gabriel, notando la cercanía de Sofía, la miró y le sonrió levemente, como si supiera que algo no estaba bien entre ella y Daniel.

Sofía se quedó mirando a Alexander, quién de alguna manera parecía ser la figura dominante en su grupo. Algo sobre él la inquietaba, pero no podía identificar exactamente qué. Mientras observaba su salida, Daniel, que había estado conversando con Camila, se giró para mirarla, pero rápidamente desvió la mirada cuando sus ojos se cruzaron.

Sofía tomó sus cosas y se levantó. Ya no quería estar ahí. Necesitaba un respiro.

Cuando salió del aula, vio a Alexander cruzando por el pasillo. Él la miró un instante, y aunque su rostro seguía serio, hubo algo en su mirada que le dio la sensación de que había notado su incomodidad. Sin embargo, no dijo una palabra. Se limitó a seguir caminando, alejándose con su paso tranquilo y seguro.

Sofía, sintiendo una extraña mezcla de tristeza y frustración, se dirigió hacia su siguiente clase. Al menos, por ahora, el misterioso Alexander era un enigma del que no sabía si debía preocuparse o simplemente ignorarlo. Pero algo dentro de ella la decía que lo mejor sería no dejarse atrapar por ese nuevo misterio. Sin embargo, algo le decía que su vida, junto a Daniel, comenzaba a desmoronarse lentamente.

Entre dos corazonesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora