La fiesta

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Sofia

La fiesta estaba llena de risas, música y el bullicio de los amigos que celebraban el gran partido de Daniel. Yo, por otro lado, me sentía un poco desplazada entre tanta gente. Aunque intentaba mantenerme ocupada, mis pensamientos siempre regresaban a Daniel y a esa chica con la que estaba charlando tan animadamente. Mi corazón, aunque sabía que no debía, se llenaba de celos cada vez que los veía juntos, sus sonrisas se cruzaban como si fuera algo más que una conversación casual.

No quería pensar demasiado en ello. Quizá solo estaba exagerando, y debía seguir disfrutando de la fiesta. Pero entonces, noté algo más. Desde el otro lado de la sala, vi a un chico de cabello oscuro y unos ojos de un color celeste tan claro que no pude evitar notarlos. Algo en su mirada me pareció penetrante, pero él no parecía estar interesado en nada más que en la conversación con sus amigos. Aún así, no pude evitar sentir una especie de tensión en el aire.

Aunque no le presté mucha atención, algo me decía que su presencia no era completamente casual. Me sentí observada, pero cuando me atreví a mirarlo de nuevo, él ya no estaba mirando. Traté de ignorarlo, pero su figura seguía rondando en mi mente. No podía dejar de preguntarme por qué me sentía tan inquieta.

Volví mi mirada a Daniel. Estaba charlando con la chica, más cerca de lo que me gustaría. Un nudo se formó en mi estómago. Era una sensación incómoda que no pude sacudirme. Quería confiar en él, pero verlos juntos me hacía sentir como si ya no importara.

Intenté distraerme con la música y la gente que me rodeaba, pero algo no estaba bien. Decidí ir a dar una vuelta, respirar un poco de aire fresco. Salí del salón hacia el jardín, esperando encontrar algo de calma.

De repente, el chico de los ojos celestes apareció cerca de mí. Aunque no lo había visto acercarse, su presencia se sentía fuerte, como si hubiera estado observando. No dijo nada al principio, solo caminó a mi lado, manteniendo la distancia, pero algo en su actitud me hizo sentir incómoda. No era una conversación forzada, pero algo en su manera de mirarme me puso en alerta.

No sabía por qué, pero sus ojos seguían regresando a mí cada vez que los cruzaba. No estaba segura de qué era lo que me hacía sentir así, pero traté de ignorarlo. Me estaba alejando de lo que realmente me preocupaba: Daniel. El chico, por su parte, no hizo ningún intento de hablar más allá de algunos comentarios casuales. A pesar de todo, su presencia seguía siendo desconcertante.

Regresé al interior de la fiesta, sintiendo que algo en el aire había cambiado. Busqué a Daniel, pero ya no estaba cerca. Lo vi a lo lejos, de pie junto a la chica con la que había estado hablando. Sonreían y se reían, ajenos a mi presencia. Mi pecho se apretó, pero decidí no quedarme ahí viéndolos. Volví a caminar por la pista de baile, tratando de distraerme con la música.

Cuando volví a mirar, noté que Daniel ya no me estaba prestando atención. Estaba tan concentrado en la conversación con ella, que ni siquiera me miró cuando me acerqué. Sentí un vacío en el estómago y un nudo en la garganta. Ya no sabía qué pensar.

Decidí que era hora de irme. Ya no tenía ganas de seguir allí, entre gente que me hacía sentir invisible. No quería quedarme en una fiesta donde claramente no era una prioridad.

Me acerqué a Daniel, traté de llamarle la atención, pero él no reaccionó. No me miró, ni me preguntó si quería quedarme. En ese momento, tomé una decisión. Me di la vuelta y comencé a caminar hacia la salida.

La puerta estaba cerca, y ya no me importaba lo que Daniel pudiera pensar. Me sentía demasiado desconectada, como si las cosas entre nosotros se hubieran desvanecido poco a poco sin que él lo notara. Aunque no quería reconocerlo, algo dentro de mí se rompió.

Salí de la fiesta sin mirar atrás. De alguna manera, me sentí liberada, pero también triste. Sentía que algo se había roto entre nosotros, y que la relación que habíamos construido ya no era la misma.

Y en medio de todo eso, el chico de los ojos celestes seguía presente en mi mente, aunque no sabía qué significaba su aparición. No quería pensar más en eso. Ya tenía suficientes cosas en las que ocupar mi mente.

Entre dos corazonesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora