Mi salvacion

3 1 0
                                    

Narrador

Sofía se despertó sobresaltada al sentir una presencia en la sala. Una mujer de cabello castaño, con una expresión amable pero decidida, estaba de pie frente a ella, sonriendo levemente.

—Parece que tuvieron una larga noche de estudios —dijo la mujer con una voz suave, aunque algo divertida—. Soy la madre de Alexander, y no quise interrumpirlos, pero... ya es hora de ir a clases.

Sofía se sentó de golpe, con el corazón latiéndole rápido, buscando su mochila. Alexander, aún somnoliento, se desperezó y miró a su madre con una mezcla de sorpresa y resignación.

—Gracias, mamá —murmuró él, poniéndose de pie y estirándose antes de mirar a Sofía—. Vamos, te llevo a tu casa para que te cambies.

Sofía asintió rápidamente, aún sintiéndose algo avergonzada por haberse quedado dormida. Se despidieron de la madre de Alexander, y en unos minutos ya estaban en la moto, recorriendo el mismo camino de regreso. La brisa de la mañana despejó los últimos rastros de sueño de Sofía, y, en silencio, se encontró pensando en Alexander y en cómo había sido aquella noche en su casa, compartiendo una tranquilidad inesperada y esa conexión silenciosa que apenas comenzaba a comprender.

Al llegar a su casa, Sofía se despidió de Alexander con una sonrisa leve, aunque su mente estaba ocupada con otra idea que había estado rondando en su cabeza desde hacía tiempo. Sentía que algo en su relación con Daniel se había transformado, y aunque el cariño seguía allí, ya no era lo mismo. El misterio y la calma que encontraba con Alexander la hacían ver con mayor claridad la tensión que sentía con Daniel.

Después del almuerzo, decidió que tenía que enfrentarse a esos sentimientos, así que se preparó y fue al instituto, dispuesta a hablar con Daniel y explicarle que quizás necesitaban un tiempo para pensar en lo que realmente querían.

Pero lo que no esperaba era la escena que la recibiría al entrar. A lo lejos, en el pasillo, vio a Daniel abrazando a Camila. Al principio pensó que simplemente estaban hablando, pero en un instante, sus peores temores se confirmaron: Daniel inclinó el rostro y besó a Camila. Sofía sintió como si el aire abandonara sus pulmones, como si el suelo se desmoronara bajo sus pies. El dolor fue instantáneo, un nudo en su garganta, y antes de que pudiera procesarlo, las lágrimas comenzaron a llenar sus ojos.

Sin pensarlo, giró y comenzó a correr, intentando escapar de la escena, de los pensamientos, de todo. Las lágrimas caían libremente, y no le importaba quién pudiera verla. Solo quería huir de ese lugar.

—¡Sofía! —escuchó la voz de Daniel llamándola, desesperado, mientras la seguía por el pasillo.

Ella se detuvo en un rincón del patio, limpiándose las lágrimas, tratando de calmarse lo suficiente como para hablar, aunque su voz temblaba de dolor.

—Sofía... no es lo que parece —dijo Daniel al alcanzarla, con los ojos llenos de arrepentimiento.

—No, Daniel —le interrumpió ella, levantando la mirada para verlo, aunque aún sentía el dolor desgarrándola por dentro—. Ya no importa. Hace mucho que siento que... que tú y yo no estamos bien. Nos hemos perdido, y... creo que ambos lo sabemos. Tal vez solo yo me he aferrado a algo que ya no existe.

—Sofía, yo... —Daniel intentó acercarse, pero ella dio un paso atrás, negando con la cabeza.

—Ya basta, Daniel. A pesar de todo, yo... te quise, y mucho. Pero lo que vi hoy... eso lo cambia todo. Creo que necesitamos cerrar este capítulo y seguir adelante.

Daniel intentó replicar, pero las palabras parecían quedarse atoradas. Sabía, en el fondo, que había estado jugando con fuego al acercarse a Camila de nuevo. A pesar de todo, amaba a Sofía y su forma de ser: su risa, su dulzura, incluso sus enojos.

—Sofía, yo... te amo. No quiero perderte —dijo al fin, en un tono apenas audible.

Sofía bajó la mirada, luchando contra las lágrimas que amenazaban con volver. Era duro, pero sabía que necesitaba este cierre.

—Lo siento, Daniel. Pero... creo que lo mejor es que terminemos.

Con esas palabras finales, Sofía se dio la vuelta y se alejó, sintiendo que, aunque le doliera, estaba tomando la decisión correcta.

Entre dos corazonesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora