El Espacio... y la tragedia del pasado

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Arlette se disponía a abandonar el claro, agotada pero satisfecha después de su batalla contra las sombras. Sin embargo, de pronto sintió un golpe invisible que la lanzó violentamente hacia atrás, estrellándola contra una estructura de piedra antigua. Aturdida, se incorporó lentamente, notando cómo una figura espectral, de un brillo blanco y casi etéreo, emergía de la neblina que cubría el bosque. Su cuerpo flotaba con gracia, y sus ojos despedían una fría luz azulada.


Enano (en la mente de Arlette): —¡Oh no! Es Líathán, el guardián del umbral... el más temido de los espíritus antiguos.


El enano había desaparecido, pero su advertencia resonaba en su mente mientras observaba la imponente figura de Líathán, quien se acercaba con una mezcla de desprecio y diversión.


Líathán: —Así que... tú eres la tan afamada Selena, ¿eh? He oído que humillaste a lo divino y que casi destruyes todo lo que existía. —Su voz era grave y resonante, como si hablara desde varios planos a la vez—. ¡No importa quién seas realmente! Nadie pasa por este umbral sin enfrentarse a mí.


Arlette: —No soy Selena —gruñó, poniéndose en guardia con el bastón firme en sus manos—. Pero no dudaré en encargarme de ti. Esta será tu última pelea aquí, te lo aseguro.


Líathán sonrió, su rostro iluminado por una extraña y sombría satisfacción.


Líathán: —Veamos si puedes resistir a un espíritu que manipula el espacio mismo.


Sin previo aviso, Líathán extendió sus brazos espectrales, y de la nada comenzaron a formarse hilos de energía blanca, como si tomara fragmentos del espacio mismo y los moldeara. Con un rápido movimiento de sus manos, arrojó los filamentos hacia Arlette, que se transformaron en esferas de energía brillante que explotaron al impactar en el suelo, lanzando una onda expansiva que la empujó hacia atrás.


Arlette: —¡Maldito! —gruñó, cubriéndose con el bastón mientras intentaba resistir la explosión.


Líathán volvió a levantar sus manos, y esta vez abrió un portal en el aire de donde salieron garras negras y grotescas, pertenecientes a criaturas invisibles en el otro lado, que intentaron atraparla. Arlette apenas tuvo tiempo de esquivar, rodando al suelo mientras las garras pasaban por encima de ella.


Arlette: —No va a ser tan fácil como crees...


Luchando por mantener la compostura, se levantó y lanzó un hechizo de dispersión hacia el portal, intentando cerrarlo momentáneamente. Sin embargo, las garras persistían, y Líathán, con una sonrisa burlona, invocó otra ráfaga de viento helado que la lanzó de nuevo contra el suelo.


Arlette sintió la intensidad de los ataques. Este espíritu era diferente a cualquier enemigo que hubiera enfrentado antes; tenía control sobre elementos que parecía manipular con absoluta facilidad. Respiró hondo, tratando de calmarse mientras recordaba las palabras de Selena: "No dependas de un solo hechizo; usa lo que has aprendido y tu ingenio."

La Señora de La MagiaWhere stories live. Discover now