La Nieve Floreciente

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3 días después


Pasaron tres días desde el último enfrentamiento. Arlette y Arthur se encontraban meditando en silencio, buscando claridad y equilibrio antes de continuar su camino. Cuando finalmente se levantaron, sintieron que estaban listos para seguir adelante. Al llegar a las costas del reino nevado, una figura familiar apareció ante ellos.


Arlette: —¡Eira! —exclamó sorprendida al verla.


Arthur: —¿Arlette? ¿La conoces? —preguntó con curiosidad, mientras observaba a la mujer.


Eira, con su presencia tranquila pero firme, asintió levemente hacia ambos.


Eira: —Nos encontramos antes en este viaje. —dijo, mirando directamente a Arlette—. Aunque veo que ahora estás acompañada.


Arlette: —Eira, deberías venir con nosotros. Este camino sería mucho más fácil si estuvieras con nosotros. —propuso Arlette con una mezcla de esperanza y preocupación.


Eira negó con la cabeza, con una expresión sombría.


Eira: —No puedo. A la ruta que van, yo no puedo seguirlos. Esas tierras son prohibidas para los mortales; los que las pisan son asesinados antes de darse cuenta. Mi lugar no está en ese camino.


Arlette (suspirando): —Oh, mierda...


Arthur: —Debemos confiar en que tú sí puedas pasar, Arlette. Quizás, gracias a tu magia Sullyvan, ellos no te perciban como humana.


Arlette: —¿Entonces sería suerte? —preguntó con una ceja levantada.


Arthur: —Eso esperemos. —respondió con una leve sonrisa.


Arlette: —Cuídate, Eira. —dijo con una despedida sincera, mientras ella y Arthur continuaban su camino.


Mientras avanzaban, el cielo comenzó a oscurecerse, y los rugidos de una criatura gigantesca resonaron a lo lejos. Al llegar a una llanura nevada, un enorme dragón apareció destruyendo todo a su paso. Con furia, la criatura lanzó un ataque directo hacia ellos.


El dragón los arrastró a través de portales mágicos, transportándolos a diferentes versiones del Hyperverso. Cada paisaje era más extraño que el anterior, pero Arlette y Arthur lucharon con todas sus fuerzas. El combate fue arduo; las escamas del dragón parecían impenetrables, y sus ataques eran devastadores.


Cuando parecía que estaban al límite, Arlette sintió un poder dentro de ella despertar. Una llama inmensa envolvió su cuerpo, transformándola en el Guardián del Fuego. Con esta nueva fuerza, lideró el enfrentamiento final contra el dragón.

Arlette: --¡¿Que te pasa?! ¡¿Vienes atacarnos así como así?!


Dragón: —¡Ahhhh! ¡No puede ser! ¡No me haré inmortal y estaré obligado a vivir en sufrimiento! ¡Prefiero morir!

La Señora de La MagiaWhere stories live. Discover now