El descenso fue vertiginoso, como si el aire alrededor de ella se volviera más pesado. Pronto, su caída se detuvo abruptamente, pero no por el suelo. Algo pegajoso la sujetó con fuerza. Abrió los ojos y vio que estaba atrapada en una telaraña mágica. Las hebras brillaban con un resplandor púrpura, irradiando un poder que parecía absorber la poca energía que le quedaba.
—¿Qué demonios...? —gruñó mientras intentaba zafarse, moviendo los brazos y piernas con desesperación. Pero las hebras eran demasiado fuertes, resistentes incluso para su magia.
De repente, una figura se materializó frente a ella. Era Lianhua, una presencia imponente, con ojos que reflejaban un abismo sin fin y una sonrisa cruel en los labios.
—Así que tú eres la que se atrevió a seguirme hasta aquí —dijo Lianhua, con una voz que resonaba como si la misma dimensión hablara con ella. Sus manos comenzaron a emitir una energía oscura, preparándose para atacar—. Qué valiente... o qué tonta.
Arlette sintió un escalofrío recorrer su columna mientras Lianhua se acercaba. Sabía que, atrapada como estaba, no tendría ninguna oportunidad. Se sacudió con más fuerza, cerrando los ojos y tratando de calmar el pánico que amenazaba con consumirla.
—¡Arthur! —gritó con todas sus fuerzas, su voz desgarrada de desesperación—. ¡Necesito tu ayuda!
Por un momento, todo quedó en silencio. Incluso Lianhua se detuvo, intrigada por el grito de Arlette. Entonces, el aire comenzó a cambiar. Una brisa etérea se levantó, acariciando las hebras de la telaraña y haciéndolas vibrar como cuerdas de un instrumento maldito.
La figura espectral de Arthur apareció, emergiendo de la nada con una presencia imponente. Su rostro era un remolino de energía pura, y su grito resonó con una fuerza tan abrumadora que hizo temblar toda la dimensión.
El rugido de Arthur rompió la telaraña mágica, enviando ondas de energía que golpearon a Lianhua con violencia. La figura de Lianhua desapareció en un instante, como si hubiera sido barrida por una tormenta furiosa. Sin embargo, el poder del grito también afectó a Arlette. Sus ojos se cerraron, y la oscuridad la envolvió por completo mientras caía en la inconsciencia.
Cuando despertó, se encontró tendida en una camilla de piedra en una especie de habitación oscura y húmeda. La atmósfera estaba cargada de un olor a tierra y magia antigua. El lugar parecía haber sido construido hace siglos, pero aún mantenía una energía casi viva.
—¿Dónde... estoy? —murmuró, sentándose con dificultad. Tocó su cabeza, que latía con dolor.
Miró a su alrededor, pero no había señales de nadie. Ningún rastro de Jianyu, ni de Lianhua, ni siquiera de Arthur. Solo el eco de su respiración rompía el silencio.
"Al menos... estoy viva", pensó, intentando sacar algo de consuelo de su situación. Pero la duda persistía: ¿Cómo había llegado hasta aquí? La última cosa que recordaba era el grito de Arthur. Tal vez había sido una especie de golpe de suerte, o tal vez alguien la había dejado allí.
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La Señora de La Magia
RandomUna niña llamada Arlette Sullyvan tiene que pasar los prejuicios de otras personas solo por su apellido y su hermano y la lleva a estar en mala posición pero no se esperaba que esto la llevaría a una larga aventura