¿Que pasó por aquí?

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Mientras Sigrun y Arlette avanzaban por el estrecho camino helado, ambos sintieron un extraño movimiento en el aire, como si la misma magia estuviera girando a su alrededor. Las partículas flotaban y brillaban, creando una forma borrosa que lentamente tomó la figura de una persona. Era la chica que Arlette había visto antes cuando estaba frente al Rey de Hielo.


Arlette: —¡Espera! —exclamó, deteniéndose al reconocerla—. Tú... tú eres la que me estaba mirando cuando me llevaron frente al líder. ¿Quién eres?


La chica, ahora completamente materializada, les devolvió una mirada firme pero tranquila.


Chica: —Mi nombre es Eira. Y no pude evitar mirar, porque algo en ti me pareció... diferente. Como si no fueras lo que todos temen.


Arlette: —Entiendo. —respondió, asimilando las palabras de Eira—. Pero, ¿por qué sigues aquí? Este lugar no es seguro.

Sigrun (interrumpiendo con tono severo): —Eira, no deberías estar aquí. Es peligroso. Vuelve antes de que—


Antes de que pudiera terminar, un escalofriante crujido resonó a su alrededor. Kaien regresaba, emergiendo de entre las sombras del hielo, esta vez con una expresión mucho más oscura y decidida.


Kaien: —Ah, el Mësuesi y la Sullyvan otra vez. Qué conmovedor... pero esta vez no habrá juegos. Estoy aquí para terminar con ustedes.


Kaien desenvainó su Odachi, pero antes de que pudiera atacar, una presencia aún más siniestra apareció sobre ellos. Desde un acantilado helado, un hombre observaba la escena con una sonrisa torcida. Su figura irradiaba un aura de poder oscuro y peligroso.


???: —¿Así que quieren romper las reglas de mi territorio? —dijo con voz grave, resonando como un eco que hacía vibrar el aire.


Kaien (alzando la mirada, irritado): —¿Y quién te crees que eres? Tú no eres el jefe de este lugar, amigo.


El hombre respondió con una sonrisa burlona y extendió una mano, de la cual emergieron varias bestias grotescas, creadas de su propia sombra mágica. Las criaturas rugieron y se lanzaron hacia todos los presentes. En un instante, Sigrun, Arlette y Eira tuvieron que unirse para enfrentarlas.


Eira, mostrando habilidades que Arlette no había visto antes, levantó sus manos y creó lanzas de hielo que volaban con precisión hacia las bestias, atravesándolas y ralentizando sus movimientos.


Arlette: —¡Increíble! —exclamó mientras giraba su bastón para golpear a una de las criaturas que se lanzaba hacia ella.


Eira, sin apartar la vista de sus ataques, le respondió: —¡Concéntrate! ¡Tenemos que coordinarnos!


Sigrun usó sus clones para mantener ocupadas a las bestias, pero el número de criaturas seguía creciendo. Arlette invocó su magia y creó una explosión de sombras que despejó a varias de ellas, pero las bestias parecían regenerarse de la oscuridad misma.

La Señora de La MagiaWhere stories live. Discover now