La batalla seguía desarrollándose en el exterior de la escuela, donde las sombras de Sombra cubrían todo como un manto oscuro. La magia brillante de las Rainbooms contrastaba con la negrura que los rodeaba, pero, a pesar de sus esfuerzos, la oscuridad parecía interminable. Rainbow Dash, con su velocidad relámpago, trazaba arcos en el aire, dispersando las sombras momentáneamente con ráfagas de energía. Su mirada estaba enfocada, su corazón acelerado, pero una pequeña chispa de duda se escondía en su mente. Era la primera vez en años que enfrentaban a una amenaza de tal magnitud, y, aunque no lo admitiera, se sentía vulnerable.
Abajo, Applejack plantaba los pies en la tierra mientras luchaba, su fuerza imparable destrozaba a los espectros de sombras que intentaban rodearla. Cada golpe suyo resonaba con un impacto tremendo, quebrando las criaturas como si fueran cristal. Sin embargo, cada vez que derribaba una, más surgían, cada vez más veloces y más feroces. Aun con su resistencia, Applejack comenzaba a cansarse.
—¡Vamos, chicas! ¡No podemos rendirnos ahora! —gritó, tratando de mantener el espíritu alto, pero dentro de sí, empezaba a sentir la presión.
Rarity, mientras tanto, hacía todo lo posible para mantener sus barreras de cristal, que centelleaban y brillaban con cada choque de las sombras contra ellas. Cada escudo que levantaba era un resplandor de esperanza, pero sabía que no podía mantener ese ritmo por mucho más tiempo. Su delicado control sobre los cristales comenzaba a desmoronarse, y su frente se perlaba de sudor.
—Esto es... agotador... pero debemos continuar, ¡no podemos fallar ahora! —murmuraba para sí misma, aunque sentía una punzada de miedo al ver las sombras rodearla.
Pinkie Pie, siempre llena de energía, lanzaba explosivos de confeti por doquier, sus explosiones eran tan caóticas como coloridas, desintegrando a las criaturas de sombra. Sin embargo, las risas que usualmente la acompañaban estaban ausentes esta vez. La situación era demasiado grave, incluso para ella. Las sombras parecían interminables, y el brillo en sus ojos comenzaba a apagarse con cada criatura que eliminaba, solo para ver que otras tres más tomaban su lugar.
—¡Vamos, chicas, mantengamos la fiesta en marcha! —trataba de animarlas, pero su voz sonaba menos entusiasta de lo habitual. En el fondo, sentía que la energía desbordante que la caracterizaba se desvanecía poco a poco.
Fluttershy, rodeada de sus criaturas de luz, luchaba para mantenerse firme. Las sombras trataban de acorralarla, y aunque las pequeñas criaturas que había invocado las combatían valientemente, el miedo en su corazón crecía con cada segundo. Podía sentir el terror de las sombras, el mal puro en ellas, y ese miedo comenzaba a filtrarse en ella.
—Solo... solo debo ser fuerte... debo ser valiente —se repetía en voz baja, tratando de contener el temblor en sus manos, mientras sus amigos de luz la defendían con todo lo que tenían.
Desde el interior de la escuela, los estudiantes observaban la escena con expresiones de miedo y asombro. Los veteranos, que habían visto antes la magia de las Rainbooms en acción, trataban de mantenerse tranquilos, confiando en que las chicas harían lo que siempre hacían: salvar el día. Pero los más jóvenes, quienes nunca habían presenciado algo así, se estremecían. Algunos lloraban de miedo, mientras otros miraban al cielo con terror, sin saber qué esperar.
La directora Celestia y la subdirectora Luna recorrían el lugar, tratando de calmar a los estudiantes. Ambas sabían que no podían hacer nada más que confiar en las Rainbooms, pero también estaban aterrorizadas por lo que veían.
—Todo saldrá bien, mantengamos la calma —decía Celestia con voz serena, aunque por dentro sentía una gran preocupación por lo que se avecinaba.
Flash, mientras tanto, veía todo desde detrás de la puerta de la escuela, sintiéndose impotente. El caos afuera era abrumador, y aunque deseaba más que nada salir y ayudar a las chicas, sabía que no tenía poder para hacerlo. Su frustración crecía con cada segundo. Con el corazón palpitante, decidió ayudar de la única manera que podía: asistiendo a los estudiantes en pánico dentro del edificio. Sabía que podía mantener a salvo a aquellos que estaban dentro, al menos.
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"Conexiones del Corazón"
RomanceEl amor, al final del día, no sigue las reglas que uno espera. No es algo que se pueda planear o controlar, porque el corazón tiene su propio lenguaje, una forma de encontrar conexiones que a veces desafían la lógica. No se elige a quién amar. El co...