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Te sentiste cálida.
Aunque no sabías si era por el agua caliente de la bañera o por los brazos de tu novio alrededor de tu cintura. Probablemente una mezcla de ambos.
Te moviste un poco y el silencio confortable se rompió con el suave chapoteo del agua. Cuando encontraste una posición cómoda, apoyaste la cabeza sobre su hombro y suspiraste de satisfacción.
—Deja de moverte...—casi gruñó, apretando su agarre alrededor de tu cintura.
Te reíste suavemente, divertida por su expresión malhumorada. Desde donde estabas posicionada, solo lograste besarle la mandíbula.
- "Lo siento..."te disculpaste, aunque él sabía que no lo sentías. En todo caso, te estabas divirtiendo al provocarlo en ese momento.
Pero él no dijo nada más, cerró sus ojos violetas y volvió a disfrutar de la sensación de tu cuerpo contra el suyo. Rara vez lo tenías para ti, así que guardaste tus bromas por ahora, privilegiando el dulce momento entre ustedes dos.
Te sentías feliz. En ese momento, sí. Pero desde hacía unos días también. Una simple mirada a tu dedo anular era suficiente para hacerte sonreír. Para hacerlo sonreír a él.
- ¿Te gusta? - preguntó con una sonrisa cómplice en su rostro.
Suspiraste exasperada, sonriendo. Te gustó, lo dijiste varias veces. De hecho, "me gustó" no era una palabra lo suficientemente fuerte.
—Me encanta —corregiste mirando el anillo de diamantes que llevabas en el dedo.
Te preguntaste cómo había logrado encontrar a alguien que se adaptara tanto a tus gustos. Pero era sencillo. Él te conocía, sabía todo sobre ti. Siempre se aseguraba de recordar todo lo que le decías, incluso los detalles más pequeños. Las raras veces que no lo hacía era cuando estaba demasiado cansado después de un largo día de trabajo. Te escuchaba todo el día si podía, disfrutando del sonido de tu voz, incluso si lo que decías no era particularmente interesante.
Soplaste las burbujas juguetonamente y él se rió de tu acción infantil. No tuviste el corazón para enojarte con él por reírse de ti. No cuando sabías que serías su esposa en unos meses.
—¿Aún no me lo quieres decir?—preguntaste con un dejo de esperanza en tu voz.
- No, será una sorpresa... y estoy seguro que te gustará. – dijo con firmeza, haciéndote saber que una vez más, tu insistencia sería infructuosa.
- "Zana..."
Resoplaste y le diste un codazo en el hombro. Habían pasado algunas semanas desde que comenzaste a intentar adivinar dónde había reservado tu luna de miel. Sin embargo, él simplemente no se rendía, la única pista era que te gustaría.
Y cuando otras futuras novias estarían preocupadas, tú no lo estabas.
Porque tu prometido te conoce como la palma de su mano.
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