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La brisa fresca de la mañana acaricia mi rostro mientras observo la pista desde el borde del campo. El sonido de los cascos de los caballos en la arena resuena en mis oídos, mezclado con los murmullos de la multitud.

Las banderas ondean al viento, y el sol se levanta lentamente, iluminando la tierra de Francia, donde esta mañana tengo la oportunidad de competir en una de las pruebas más importantes de mi vida.

Mi corazón late con fuerza, pero intento calmarme. He entrenado durante meses para llegar aquí, y esta es mi oportunidad.

Me ajusto las riendas de mi yegua mientras espero mi turno. Mi mente repasa cada paso, cada salto, cada movimiento que debo hacer en la pista. Es un recorrido complicado, pero confío en mi compañero. La adrenalina se mezcla con la emoción. Es ahora o nunca.

A mi lado, mi entrenador William está observando todo, como siempre lo ha hecho desde que era pequeña. Hemos tenido algunos altibajos en nuestra relación, pero al final siempre hemos sabido que la equitación es nuestra pasión compartida. Aunque llevamos años sin vernos, después de mi vuelta al equipo olímpico hace cinco meses, gracias a Carlos, hemos vuelto a trabajar juntos. Es un regreso que me llena de emoción, porque sé que no hay mejor persona para darme los consejos que necesito.

—Lo tienes, Alex. Todo va a salir bien. Estás preparada —dice con una sonrisa cálida, pero firme, casi como si intentara calmar mis nervios.

Respiro profundamente y asiento. Mis ojos se enfocan en el recorrido, cada salto más grande que el anterior. La tensión en mis hombros aumenta, pero también siento esa chispa de determinación que me ha acompañado desde que empecé a montar. Este es mi momento, y no voy a dejarlo escapar.

—Lo haces increíble, Alex. Tienes todo lo necesario para ganar —me dice, con una sonrisa orgullosa.

Sonrío de vuelta, aunque el nudo en mi estómago no se va. Este es el tipo de competición que no se puede tomar a la ligera, pero sé que tengo el control. Al menos, eso me repito mentalmente.

—Gracias, William. Voy a darlo todo.

Miro a mi alrededor y veo a mis amigos apoyándome desde la grada. Carlos, está allí, de pie, con su inseparable sonrisa. A su lado, Lando, Charles y Max charlan entre ellos, pero sus ojos siempre están en mí, listos para aplaudir cada movimiento. Me siento afortunada de tenerlos en mi vida.

Mi padre, Toto, también está cerca, observando con atención. Su mirada es seria, pero sé que está orgulloso de mí. Ha estado tan involucrado en mi carrera desde que nos vimos por primera vez como yo en la suya, pero nunca me ha presionado. La relación que tenemos es especial, y aunque no siempre lo diga, sé que lo que más quiere es verme feliz.

Al fondo está George, que, aunque no tiene el mismo nivel de conocimiento sobre la equitación, siempre ha sido un pilar para mí. Su entusiasmo es contagioso, y hoy no es la excepción. Le sonrío y él me responde con un gesto afirmativo. Me da confianza.

Y no solo ellos están aquí. También está Derek, que comparte conmigo la pasión por los caballos. Siempre hemos sido tan cercanos y siempre he admirado su habilidad para montar.

Y por supuesto, Madison, que hoy está acompañada de mi sobrina Leah, la cual corre por el borde de la pista, llena de energía. Me hace sonreír solo verla.

El sonido del micrófono me arrastra de mis pensamientos. Es mi turno. Respiro hondo y me subo a Hazel, que parece sentir la tensión en el aire.

La yegua da un par de pasos hacia la pista, y mi corazón late con fuerza. La adrenalina está a tope. Este es el momento. Siento que mis piernas tiemblan un poco, pero eso no me detiene. Al contrario, el nerviosismo solo aumenta la determinación que tengo de hacerlo bien.

ɪᴛ's ᴊᴜsᴛ ʜɪᴍ | ᶜᵃʳˡᵒˢ ˢᵃⁱⁿᶻ ᴶʳDonde viven las historias. Descúbrelo ahora