El refranero Español.

26 2 0
                                    

Y aquí estoy yo, terminando de comer y sintiéndome culpable por saciarme en gran cantidad.
Los pensamientos del pasado invaden mi mente.

Con 17 años toda esta exquisita comida habría terminado en el WC. Pero ahora no, en eso no puedo permitirme caer de nuevo, es lo último que me faltaba a estas alturas.

En esa época, rozar con mis dedos la campanilla y expulsar mis fluidos corporales por la boca para aliviarme me sentaba bien, y así acabé.

Como se pueden imaginar.

Recuerdo cuando empecé a fantasear, investigar e invadir mi historial de búsquedas del ordenador en páginas pro Ana y pro Mía.

Dichosas páginas, no deberían existir.

<Jodida adolescencia>.

Ahí empezó mi caos, mis fuertes crisis de ansiedad y mis autolesiones, que a día de hoy siguen acompañándome.

A los 17 años murió la Ana risueña y carismática que todo el mundo conocía, para volverse una persona fría y cerrada. Incluso borde se atreven a decir ciertas personas.

Después de ese caos, también tuve unos años buenos en los que -la siempre sonriente Ana- parece que quería asomar.
No con la misma intensidad, pero fueron años estables.

Hasta ahora.

Que me ha vuelto a invadir la oscuridad y está vez de una forma brutalmente arrebatadora y muy difícil de escapar.

Y aquí estoy yo, sentada en una mesa del bar de mi madre, observando cómo acaba de pasar mi flotador a toda prisa para intentar evitarme.

Lo ha conseguido. Me ha evitado.

Llevo todo el día esperando este momento, aunque, he de admitir que sin ninguna fe de que llegase a ocurrir.
Veía su coche. Simplemente su coche con la esperanza de poder ver su rostro, y aunque así ha sido por un milisegundo, no ha sido suficiente para poder calmar mi ansia de escuchar su voz.

Su preciosa y vacilona voz.

Recuerdo cuando una vez me leyó los garabatos que tenía en varios cuadernos escritos por él.
No entendía ni su propia letra.

¿Te presto mis gafas?- vacilé.

También recuerdo parte de la NO conversación en la cuál me confesó - nunca he leído a nadie, ni mucho menos lo que escribo.

Lo que él no llegó a saber es que en ese momento se creó una mágica burbuja para mí, recuerdo mirarle embobada pensando, <eres casa>.

Y aquí estoy yo, pensando en que, -un ya amigo- me dijo que tenía mala cara hoy.

Como dije ya me cansé de fingir. Ya no me importa que me vean como realmente estoy. Ya me cansé de disfrazarme con un poco de corrector tapando esas enormes y oscuras ojeras. Con un poco de máscara de pestañas, para intentar ocultar la hinchazón de mis ojos. Y con un toque de labial para así poder dar un poco de color a mi cara.
No. Ya no me disfrazo. Ya no me engaño a mí misma haciendome pasar por una persona que realmente no soy.

La única rutina que consigo tener por mí salud es mascar chicles todo el día. Como si de una vaca rumiando su pasto se tratase. Gracias una vez más fármacos, por hacer que mi boca se vuelva un estropajo y no sea capaz de conseguir salivar ni un solo segundo.

Gracias fármacos por no hacer absolutamente nada bueno en mi sistema nervioso. Solo efectos secundarios. Pero ninguno de los que debería tener para poder estar "estable".

Entiendo la preocupación de mis dos/tres psiquiatras. Llevo un año con una media de ocho pastillas diarias y sin ninguna mejoría.
Incluso aunque ellos no se atrevan a decir, yo noto que he empeorado.

Realmente siento que no quiero mejorar, estoy tan cómoda en mi miseria interna que ni podría, ni sabría estar de otra forma.

Insisto que soy una persona triste y cerrada.

Aunque me cueste horrores abrirme, aquí estoy yo, abriéndome, supongo que es más fácil escribir lo que sientes cuando ni siquiera lo piensas.

No me gusta hablar esto con Jimena, ni con Alana, siento que podrían juzgarme aún sin quererlo.

¿Quién no juzgaría a una ansiosa depresiva, autolesiva y con pensamientos delirantes?.

También se que no me entenderían.
Creo que a personas como yo, solamente nos entienden las mismas personas que han pasado o pasan por lo mismo.
Por eso me entendía tan bien con mi flotador. Un simple "no estás loca" de la boca correcta, te salva de un enorme caos.

Pero ya no está.

Sólo hay personas que se interesan por cómo estoy. Ya no sé si por simple curiosidad y morbo, o porque realmente se preocupan por mí.

Y aquí estoy yo, rodeada de gente pero sintiéndome sola.

Que ingenuo, incluso egoísta, que yo me sepa toda la vida de todas estas personas que rodean el bar de mi madre, pero ellos no sepan ni siquiera un cuarto de la mía. Y así quiero que siga siendo.

Y de nuevo, aquí sigo yo, jugando un parchís con mi madre, con la mente en todos los sitios menos en mis fichas verdes, haciendo homenaje a mis ojos, aunque últimamente se ven más rojizos que del color de la esperanza.

De risa. Verde. Color de la esperanza, cuando es lo primero que perdí. En la cual todo el mundo lucha y se excusa en que es lo último que se puede perder.

La gente que juega a ser feliz, se camuflan con un dicho tradicional que para nada tiene sentido. No al menos para mí.

<<¿Qué es la esperanza más allá de una ilusión?>>.

Y ahí va otro dicho: "de ilusiones vive el tonto de los c....."

Ese me representa un poquito más. Aunque no viva de ilusiones, de eso carezco, y mucho más de lo que se puedan llegar a imaginar.

Y aquí estoy yo, observando mis muñecas.
La izquierda rodeada de una preciosa pulsera de pequeñas amatistas, esperando con un gran fracaso que haga su efecto.
Y por otro lado un lazo rojo ya desgastado con siete nudos que se han ido desvaneciendo por el camino.
Y en la muñeca derecha, una delicada pulsera con un cordón azul y un pequeño corazón de plata en el medio. En el cuál dentro hay parte de la persona que diría yo, que más necesitaría en estos momentos.
Esa persona que me daba todo el amor que se puede imaginar, toda la estabilidad, y todo lo que pude llegar a ser, cuando yo era feliz. Gracias a ella, - mi abuela-. 
En esta derecha, ya hay un hueco, soy de romper lazos. Así que ya me sobraba - muy a mí pesar- una fina pulsera con tres diminutos objetos colgando.
Soy de esa clase de personas típicas, que si les regalan una pulsera no la quitan hasta que se rompa.
Muy a mí pesar, a esta,  no le dió tiempo a romperse.

Y aquí estás tú. En mi mente.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora