Conciertos.

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Y aquí estoy yo. Aunque ahora mismo no sea yo.

Hoy me siento contenta y feliz. ¿Raro, verdad?.

Ya no reconozco esta sensación, puesto que hace más de un año que no conseguía sentirla.

Hoy, como había avisado, venía de visita mi amigo Javier.

Empezamos a hablar cuando yo tenía 12 años y él 14, lo que quiere decir que llevamos una amistad de 15 años.

Aunque conocernos en persona llegó unos años más tarde.

Nos conocimos gracias a nuestro ídolo, y gracias a él, seguimos manteniendo esta bonita amistad que perdura a lo largo de los años.

<Gracias Ramón, por ser el hilo conductor de una energía tan bonita.>

Y aquí estoy yo, pensando en la tarde tan maravillosa que hemos pasado.

Hemos cotilleado, nos hemos reído, y resumiendo, nos hemos puesto al día.

Falta nos hacía, después de unos largos cuatro años sin vernos.

Hoy no me ha dado tiempo a pensar en nada. Hoy he sido la Ana, que conoció Javier hace 15 años.

Se que esto es un Ibuprofeno en mi vida, y en cuestión de unas pocas horas, el efecto que ha conseguido éste, se irá.

Pero seamos positivos, hoy he estado bien.

Si que me he sentido observada e incluso incómoda en algún instante, pero este hombre decía cualquier bobada, y se me iban todos los males.

Hoy, como era predecible, me disfracé.

Me maquillé para que este hombre no se diese cuenta de cómo estoy por dentro, porque total, para las pocas horas que estuvo aquí, no le iba a amargar .

Pero hoy he sonreído, e incluso reído.

Pero de verdad.

No me he engañado a mí misma para poder hacerlo.

Y que bien sienta.

Empiezo a ver una pequeña y débil aunque visible luz, arriba del pozo. Siento que he avanzado un pequeño escalón. Aunque seguramente mañana vuelva a la realidad.

Mi realidad.

Pero en eso se basan estas putas enfermedades, que un día estás arriba, en la cima -aunque este no sea mi caso principalmente- y otro día estás en el fondo de ese oscuro pozo.

Y aquí estoy yo, recordando las conversaciones tan agradables que teníamos hoy Javier y yo, y todos los abrazos que nos hemos dado.

Es curioso, yo no soy una persona cariñosa, pero él me hace serlo. Supongo que la confianza que tenemos después de tantos años, sea la culpable.

Aún recuerdo nuestras primeras conversaciones en las redes sociales por excelencia de aquella época, Tuenti y Twitter.

Realmente se puede conocer gente maravillosa gracias a un cantante.

Recuerdo vagamente como comenzó todo. Alguno de nosotros pondría un vídeo del concierto al cual acudiríamos en aquella época y lo comentamos.

De la manera más tonta, surgió una gran amistad.

Esos videos de conciertos que siempre nos comentábamos, poco a poco los fuimos viviendo juntos, y ahí es donde yo me quiero quedar.

Siempre he dicho que donde realmente he sido siempre feliz, ha sido en un concierto.

Y donde realmente se me puede conocer también.

Piensen que un concierto es como una pequeña convivencia con la gente con la cual lo compartes.

Las horas de una larga cola, para poder ser los primeros.

Incluso dormir en la calle para tener a muy pocos metros de distancia al artista.

Si, lo sé, estamos acostumbrados a escuchar -estais locos, tantas horas en la calle para ver a un tipo cantando- nos repite siempre la gente que no conoce esa sensación.

Esa sensación en la cual no parece que estás en un concierto, parece que estás en casa, compartiendo historias -llamadas canciones- con gente con la que estás haciendo justicia tantas horas juntos.

Duermes con esas personas en una diminuta tienda de campaña.

Desayunas con esas personas, comes, meriendas, cenas, hasta incluso ir al baño.

Y sobre todo, hablar de múltiples cosas y conocerse bien a fondo.

Esas horas se suelen hacer pesadas, pero nos encantan.

Hablamos de todo, pero sobre todo del artista que vamos a ver en cuestión de días u horas.

Y cantamos. Cantamos como locos toda la discografía de este. En bucle. Insisto son muchas horas, y nos da tiempo a repasar varias veces su discografía completa.

Nos dejamos la voz antes de tiempo.

Por eso hago hincapié, que una cola para un concierto, es una pequeña convivencia.

Pasas las 24 horas del día pegado a esas personas. Y pasan tantas emociones a lo largo de esas horas...

Polos opuestos, de risas a llantos.

Pasando por frustración y nerviosismo.

Ana, ¿Recuerdas el primer concierto al que fuimos juntos? Nos parecía surrealista, tantos años esperándolo y al final ahí estábamos. Juntos.- casi me echo a llorar pensando en ese momento.

Nueve años han pasado de ese primer concierto vivido juntos. Después de ese, han seguido muchos más .

Con todo el dinero que hemos dejado con este hombre, ya le hemos pagado una casa- sonreía mientras escuchaba estas palabras salir de la boca de mi amigo.

Y razón no le falta. Demasiados años, y demasiados conciertos. Demasiado dinero invertido en un simple cantante con el cual yo me siento tan identificada en sus letras.

He de admitir, que un dinero muy bien invertido, como bien he dicho, ahí he sido realmente feliz.

Tras toda la tarde sonriendo, llegó la despedida.

Hagamos que no todas las despedidas sean amargas- dijimos al unísono haciendo referencia, a la frase que pone punto y final en los conciertos de este ya -colega- nuestro.

Acabamos esa frase fundiendonos en un último abrazo.

Mientras Javier se alejaba para dar finalizada nuestra breve visita me gritó - que no vuelvan a pasar 4 años más, <Mi Ana>.

Así me llama él. -Mi Ana-.

No cualquiera podría entenderlo, tenemos una relación lejana y cercana a la vez. Puesto que este vive en otra ciudad, y cada vez que nos reencontramos aprovechamos todos esos años sin vernos.

Los aprovechamos al máximo.

Y aquí estoy yo, en mi cama, con una sensación agridulce. Hoy he tenido un día que lo clasificaría como -semiperfecto-.

¿Que día me va a esperar mañana?

Aún tendré una medicación de rescate, -aunque esta vez no hable de farmacos-. Si me encuentro como habitualmente, miraré las fotos y videos de hoy, y me darán una pequeña dosis para seguir con vida.

Y aquí estás tú. En mi mente.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora