Momentos Ibuprofeno.

15 2 0
                                    

Y aquí estoy yo, en mi cama, una vez más, a altas horas de la madrugada, sin poder pegar ojo.

Pienso en el momento de desconexión que me ha regalado Jimena esta noche.

Decidimos ir a ver las luces de Navidad, -cosa que odio-, pero ya que son famosas, y vivimos al lado de ellas, poder decir al menos que las hemos visto.

Tras finalizar nuestra breve excursión guiadas por esas luces tan horribles que adornan la cuidad, nos topamos con uno de nuestros bares favoritos abierto -en el cuál siempre bajamos la media de edad-.

Un bar donde nos gusta ir, aunque no sea para gente de nuestra edad, -aunque por el contrario, nuestro alma, sea demasiado vieja para ese lugar- ya que como solemos decir es el único en el que suenan "temazos".

En el cuál, también, siempre conocemos gente un tanto extraña, -no estoy yo para hablar- y hoy, no iba a ser la excepción.

Mientras Jimena pedía a la camarera su copa por excelencia, su Whisky-trina, yo me pedía mi coca cola zero.

Cuando entramos en ese lugar, éramos cuatro personas: Jimena, yo, y dos chicos que parecían jóvenes dentro de lo que cabe dadas las circunstancias de este bar.

Hasta que Mass se acercó a nosotras para intentar entablar una conversación.

Tras preguntarnos unas seis veces nuestro nombre -aún dudo que se los aprendiera-, y sacarnos un poco de la realidad nos preguntó -¿Qué esperáis de esta noche?.

Emborracharme- no dudó Jimena en responder apresuradamente.

Por lo contrario, yo me limité a responder -ser feliz un rato.

Poco a poco entablamos una conversación bastante coherente con Mass y su amigo Iker.

Mass -el hombre de las palomitas- puesto que no paraba de comer estas, me hizo evadirme un poco de la realidad.

¿Qué llevas en ese bolso que no sueltas?- me preguntó señalando a este beige que colgaba de mi hombro.

Mis sentimientos- dije mientras en mi mente sonaba *deja de ser tan intensa y dramática por unos momentos, Ana*.

Pero en realidad parte de esa respuesta era un poco cierta, quería dejar mis sentimientos ahí guardados aunque solo fuera por un par de horas.

Tras unos bailes estúpidos que este hacía -supongo que para hacernos reír- en realidad lo consiguió.

Quiero que me seáis sinceras, aunque si tenéis que mentirme, hacedlo- dijo esta persona tras sacarnos de nuestros pensamientos.

Qué guapo soy ¿Eh?- no nos esperábamos esa afirmación, la cuál consiguió que Jimena y yo soltasemos una carcajada.

Minutos después, este hombre me agarró por la cintura para intentar comenzar un baile fracasado.

No se bailar- confesé en cuanto me rodeó con su brazo.

Yo tampoco, nos enseñaremos mutuamente- reconoció Mass, mientras yo intuía como iba acabar ese baile incompatible con el ritmo que ambos teníamos.

Sí, acabó en beso.

Cada vez que este rozaba sus labios con los míos, en mi cabeza solo sonaba -es un Ibuprofeno, para poder olvidar más rápido a mí flotador-.

Total ¿Qué tiene de malo darme unos cuantos besos con un tío al que no volveré a ver en mi vida?.

Mientras de fondo sonaba -"libre, como el ave que escapó de su prisión, y puede al fin volar".

Irónico, pero así me sentía yo, libre, rodeada de alguna que otra persona que había entrado en este lugar.

Que bonito nombre tienes, libertad.

Y aquí estoy yo, en mi cama, sabiendo que esa palabra que me definió hace tan solo unas horas, era producto de mi imaginación, aunque en ese momento -por tan solo un par de horas- yo sí que me sentí así.

Es bonito tener momentos Ibuprofeno aunque sean por tan solo unos minutos, te pueden salvar de un caos inaguantable.

La noche terminó con Jimena comiéndose un Kebab y yo -como siempre- con su cazadora en mis hombros.

Tenemos el sushi pendiente de este mes- afirmé, puesto que una vez al mes, vamos a empacharnos de este, a nuestro restaurante favorito -porque el mes que viene, no sé si podremos-.

Tranquila, que acabamos de empezar el mes, y si el que viene no podemos, lo primero es tu salud -supo responderme sabiendo a lo que me refería.

De repente, de nuevo, el pánico invadió mi cuerpo, al imaginarme allí encerrada.

Total, creo que ya es hora de asumirlo, y dejarme ayudar.

Y aquí estoy yo, esperando el efecto que deberían conseguir las cuatro pastillas pautadas por mi psiquiatra para poder dormir, con el consecuente fracaso ya que estas siguen sin hacer efecto.

Mi insomnio ya crónico, creo que me acompañará por el resto de mis días.

Aunque solo sea eso, un insomnio que no me permite dormir las horas necesarias para que mi mente me permita descansar unas cuantas horas de estos pensamientos, los cuales son ya una tortura para mi.

Y aquí estás tú. En mi mente.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora