Feliz Navidad.

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Y aquí estoy yo, pensando en que ya ha llegado.

La puta y jodida Navidad.

Desde mis 18 años, mi Navidad ha sido compartida, básicamente desde que mis padres se separaron.

Nochebuena y Navidad con mi padre y mi abuela.

Y nochevieja y año nuevo con mi madre y la familia.

Este año va ser el peor con diferencia -aunque pensaba que no se podía pasar peor-.

Puesto que es la primera Navidad que pasamos sin mi abuela materna.

Y también sin más de la mitad de esa familia.

Así que ese día, estaremos mi madre y yo, y con suerte una vecina y buena amiga de mi madre, que está igual que nosotras.

Sola.

<Así que entre soledad, nos hacemos compañía>.

Si hay algo que me guste de la Navidad es disfrazarme. Pero disfrazarme en condiciones.

Como Dios manda, ya que es su cumple.

Me pongo mi mejor sombra de ojos, la que más purpurina tenga.

Mis buenas pestañas largas y voluminosas.

Mi siempre fiel labial rojo.

Un vestido -entre las decenas que tengo de ellos-.

Y hasta tacones.

Que dicen que una vez al año, no hace daño.

Me gusta disfrazarme y esta es una buena excusa.

Y aquí estoy yo, pensando en que empecé el día desayunando con Aitor, ya que este, ya me habló para su desayuno semanal. Así que, no me quedó otra que cumplir.

Al medio día, quedé con mis amigos para brindar por el nacimiento de esa persona la cual, ninguno de nosotros creemos.

Secuelas de estudiar en un colegio religioso, supongo.

Entre risas y vinos -pasamos un par de horas, las cuales creo que han sido suficientes para no pensar en la mierda de noche que me espera.

Estar con ellos un rato, me sirvió para llegar con fuerza a la noche, o eso espero.

Y hoy, -después de no se cuántos años ya- he dormido.
He dormido una siesta de horas.
Muchas pesadillas, demasiadas.
Pero he logrado una cosa la cual no entraba para nada en mis planes y ha sido maravilloso, aunque ahora mismo,  no sé ni en qué día vivo, debido a la desorientación de esta tan larga.

Y aquí estoy yo, empezando a pensar que ropa ponerme, y me haré cualquier peinado con unas ondas en el pelo, ya que yo tengo el pelo como una tabla de planchar.

Así que empezaré a disfrazarme con el peinado, seguiré disfrazandome con el maquillaje, y por último, para culminar el disfraz, me pondré un vestido y unos tacones los cuales no voy a aguantar ni una hora.

Y aquí estoy yo, pensando que en unas pocas horas vamos a dirigirnos a casa de mi abuela paterna, mi padre y yo.

Desde que mis padres se separaron, en esa cena y comida, la encargada soy yo. Ya que me gusta cocinar, y por lo que dicen, lo hago bien.

Como esta cena siempre termina pronto, cada año me acercaba hasta la casa donde celebraba la otra parte de mi familia la Navidad.

Siempre jugábamos a las cartas, o cualquier juego de mesa penoso, el cual nos hacía pasar las horas, y pasarnos unas risas, con la presencia y sonrisa, presidiendo la mesa, mi abuela.

Así que este año, haré lo mismo, simplemente por acompañar a mi madre y su fiel amiga.

Este año será diferente, será duro, será casi insoportable.

Así que si, este año me toca disfrazarme por fuera, pero muchísimo más por dentro.

Y aquí estoy yo, pensando en que hoy he hecho de papá Noel para algún familiar y amigo, ya que ayer hicieron lo mismo por mi.

Aitor me regaló un mechero -por una broma interna que tenemos- pero esta vez, de la marca -bastabte conocida- de mi coche.

Pero sobre todo, -lo que más me ilusión me hizo- fue que me regalase las cartas del Tarot.

Siempre quise empezar en este mundo, debido a mi gran intuición, y mi mundo tan espiritual.

Yo le suelo echar la culpa a mi signo zodiacal, pero me encanta este mundo de fantasía.

Así que, esto es lo único que me quedaba para ser una bruja de pies a cabeza.

Les daré mis regalos a mi padre, madre y abuela, y no sin pena, me iré a dormir, a ver si por algún casual, ese día, mis queridos fármacos, hacen su efecto.

Y por no hablar, de las típicas personas que te hablan una vez al año, en estas fechas, para desearte buena noche, que por desgracia, ya están empezando con su bucle de vídeos y fotos que no me interesan.

Si no se han acordado de mi, durante el año, no lo hagan en estas fechas.

Dejen de hacer el ridículo.

Gracias.

La gran sorpresa para mí hoy, ha sido ver a mi flotador en su siempre fiel ventana, fumando ese cigarro que antes le servía de excusa para verme.

En un tono frío y seco ambos nos saludamos con un cortante -hola-.

Mientras Paula se sentaba de copiloto en mi minúsculo coche, y a duras penas yo estaba ayudando a Joaquín a sentarse detrás de mí, mi cabeza estaba en la ventana que estaba en frente mía y en esa voz por la que salió un hola.

¿Ese es...?- me preguntó Paula cuando por fin conseguí montarme en el coche .

Puesto que nadie de mis amigos -excepto Aitor- le conocían.

Si, era mi flotador- afirmé sin dar más pie a esa conversación.

Hoy entre abrazos, me comieron a -felices fiestas Ana-, yo con mi furia interna pero una sonrisa por fuera, intentando ser amable, les repetía en bucle -igualmente, que pasaies buena noche-.

Así que sí, ya saben por qué odio la Navidad, básicamente.

Esa felicidad en la cual nos hacen creer, no existe, solo la dejan para esos anuncios que en bucle nos invaden en la televisión.

Otro punto por el cual veo la televisión.

Me espera un día largo, y sobre todo duro.

Salvo esas horas ibuprofeno que me brindaron mis amigos y la larga siesta que por fin, pude dormir.

Pero la noche será cuánto menos, insufrible.

Que Dios nos pille confesados.

Y aquí estás tú. En mi mente.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora