Taehyung, un joven serio y reservado que creció con su abuela, sin recuerdos claros de su infancia ni de sus padres. Jungkook, un alfa arrogante y coqueto que odia a los omegas. ¿Qué pasará cuando se encuentren? ¿Podrán sus personalidades llevarlos...
La tormenta rugía con fuerza aquella noche. El pequeño Taehyung, de apenas seis años, escuchaba los estruendos desde su escondite. Su respiración era rápida, sus manitas temblaban mientras trataba de obedecer las palabras que resonaban en su mente: -Escóndete, cierra bien tus ojitos y tapa tus oídos, mi niño.
En su sueño, la voz provenía de una sombra borrosa, cálida pero aterradora, mientras los truenos sacudían las paredes de aquella habitación. De repente, un relámpago iluminó todo, seguido por un estruendo ensordecedor, y Tae se despertó sobresaltado, jadeando y con lágrimas en los ojos.
La puerta de su cuarto se abrió dejando ver a una guapa beta quién se acercó a abrazarlo y sobarle la cabeza. Su expresión preocupada se suavizó al verlo sentado en la cama, temblando bajo las sábanas. -Mi pequeño Tete, no te asustes -susurró con ternura mientras se acercaba le acariciaba el pelo y lo envolvía aún más en sus brazos-. La abuela te cuida.
Tete, con las mejillas húmedas, se aferró a ella con fuerza. Cerró los ojos, dejando que su olor a rosas frescas y calor lo calmara, mientras el sonido de la tormenta se desvanecía poco a poco. Su abuela siempre estaba allí para alejar las pesadillas, aunque ni siquiera ella podía borrar las sombras que se ocultaban en los rincones de su mente.
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Taehyung despertó con los primeros rayos del sol colándose por las cortinas. Era una mañana fría y silenciosa, de esas que a él no le gustaban. Sentía un vacío en el pecho al escuchar la respiración entrecortada de su abuela en la habitación contigua.
Se levantó despacio, arregló su cama y fue a revisar cómo estaba ella. Su piel, aunque pálida, mantenía una calidez reconfortante.
-Buenos días, mi pequeño Tete -dijo la anciana con una sonrisa tenue, apenas audible.
-Buenos días, abuelita. Hoy te prepararé tu té favorito -contestó él, esforzándose por sonar animado.
Mientras preparaba el té, sus pensamientos vagaban. Había estado trabajando turnos dobles en la cafetería de la esquina, buscando reunir dinero suficiente para darle a su abuela un último recuerdo feliz.
Ella siempre solía hablar de lo mucho que deseaba ir al parque de diversiones. TaeHyung había decidido que haría hasta lo imposible para cumplir ese deseo, aun si se le partía el corazón saber que quizá seria lo último que él podría hacer por su querida abuelita.
Esa tarde, al regresar de su turno, encontró a su abuela en el jardin, cuidando sus hermosas flores que parecían más vivas que nunca.
-Abuela, mañana será un día especial -dijo con una sonrisa.
-¿Por qué, mi pequeño Tete?
-Porque te llevaré a un lugar que se que te gustará mucho.
Los ojos de la anciana se iluminaron con una mezcla de emoción y nostalgia al ver la sonrisa cuadrada que casi nunca mostraba su nieto.
Al día siguiente, la llevó al parque de diverciones. La acompañó en cada atracción que ella quiso, desde la rueda de la fortuna hasta los carritos de choque. La risa de su abuela hizo que cada momento de esfuerzo que puso para darle ese regalo, valiera la pena, y por un momento, Taehyung pudo olvidar todo el peso que cargaba.
Esa noche, mientras la llevaba a casa cargada en su espalda, sintió cómo la respiración de su abuela se hacía más débil.
-Gracias, mi pequeño Tete... siempre has sido mi más valioso tesoro...
Esas fueron sus últimas palabras antes de que su cuerpo se sintiera más pesado y Tae dejara de oir su respiración. Con lágrimas silenciosas, siguió caminando. Su mundo, que ya era pequeño, ahora se reducía a nada.