26. La maldita primavera.

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Este capítulo marca el inicio de la primavera (en la historia). Antes de continuar, les agradezco el amor a esta historia y me despido. Perdonen las cosas tristes, y les recuerdo que a pesar de todo lo que lean a continuación, el final es feliz.

Y como escribir ha llenado mi vida de felicidad, y me ha dado un propósito para sonreír cada día, hay una historia detrás de mi foto de perfil. algunos ya sabrán de que se trata. el final de DAS CASINO da pie al inicio de esa historia.

Sigamos...

Y no se pregunten "¿Por qué no hicieron esto o lo otro? Cualquier pregunta la respondo de una vez... porque es una historia ficticia.

Como sea tratado este capítulo, serán tratadas las protas cuando la historia culmine.

Astrid se detuvo en seco cuando Dante levantó la mano, señalándole con un gesto que mantuviera la distancia

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Astrid se detuvo en seco cuando Dante levantó la mano, señalándole con un gesto que mantuviera la distancia. No tenía idea de lo que sucedería a continuación, solo era consciente de que estaba prácticamente a merced de Dante y que las posibilidades de salir bien paradas eran escasas.

Sintió vibrar su teléfono y al mirar, vio que Dante sostenía el suyo en su mano. Sin pensarlo, contestó, comprendiendo que él tenía algo importante que comunicarle.

-No te atrevas a dar un paso más -advertía Dante, una oscura advertencia en su tono-, o la niña morirá.

-Soy yo la que querías; ya estoy aquí -respondió Astrid con determinación-. Déjalas ir.

-¿Sabes, Astrid? -se burló Dante, una risa cruel escapando de sus labios- Hay algo que admiro de ti: eres una mujer valiente, de armas tomar. Te presentas aquí sola, vestida de traje, dispuesta a entregarte a la muerte. Te lo confieso, es algo que admiro profundamente.

-Así me convirtieron tus padres -replicó Astrid, el resentimiento evidente en su voz.

-Y a pesar de eso, los mataste -respondió Dante con cinismo, disfrutando del momento.

-No te andes con rodeos, Dante -dijo Astrid, la mirada vacía mientras contemplaba a Selena y Mariana, de rodillas en el suelo, prisioneras de esa situación.

Era consciente de que no había forma de que esta situación terminara bien para ella, pero si su sacrificio era necesario para salvarlas, estaba dispuesta a hacerlo. Sin embargo, un profundo presentimiento le advertía que lo que podría ocurrir sería la muerte de las tres. Preferiría eso a vivir con el dolor de saber que Mariana y Selena habían caído en manos de Dante. La muerte, al menos, era lo que consideraba mejor para ella.

-Soy un hombre de palabra -continuó Dante, su voz cargada de veneno-. Ya te causé el sufrimiento que quería con Rene.

La mención de ese nombre desgarró el corazón de Astrid. Al menos sabía que no viviría con el peso de la noticia de que Rene había partido de este mundo por su culpa... y de nadie más

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