Tener que renunciar al amor de tu vida por aquel que consideras tu hermano.
Esa era la más difícil decisión de Moisés, tenerla tan cerca y a la vez tan lejos. . .
Tenerlo tan cerca y no poder estar junto a el, sus sentimientos la consumían, el e...
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Provenientes golpes llenos de enojo y desesperación provenían de la sala de entrenamiento, se trataba del príncipe Moisés quien yacia entrenando sólo, sus entrenamientos se habían vuelto solitarios tras los últimos eventos con Ramses, todo había cambiado para el joven hijo de Henutmire. La ruptura de su hermandad con su hermano de infancia, las peticiones de su abuelo el rey, pero lo que más le dolía era no poder contraer matrimonio con su mujer amada, sin duda el príncipe había caído sobre una telaraña llena de conflictos sin salida.
¡Mi señor!. — dijo el soldado ikeni.
— ¿Ikeni qué ocurre? — respondió agitado al tirar la espada.
— Venía a verificar si estaba todo bien por aquí, se encuentra bien?? — preguntó preocupado al observarlo.
— Claro, por qué no lo estaría? — lo miro.
— Sabe perfectamente que no tiene que fingir conmigo príncipe — se cruzó de brazos — aparte de ser su guardia personal, también soy su amigo.
— Me conoces bien Ikeni — soltó un suspiro mientras bebía un poco de agua.
— Adivino, se trata sobre la hija del sacerdote Paser? — dijo seguro al crear una sonrisa. Moisés le había lanzado una mirada de aprobación.
— Las mujeres ikeni, las mujeres — suspiro el príncipe. —
Lo entiendo perfectamente príncipe — soltó una pequeña risa — Me pasa lo mismo con karoma.
— Tienes suerte de que tu si puedas casarte con la mujer que amas — resoplo resignado.
— Mi señor si yo estuviera en su lugar no me rendiria tan fácilmente ni le dejaría el camino tan fácil al príncipe Ramses — agregó el oficial. Moisés sabía perfectamente lo que tenía que hacer, había razón en las palabras de su amigo el soldado, no dejaría ir a la mujer de su vida así de simple.
Sólo bastó un suspiro y una decisión para que el nieto del rey saliera de aquella sala de entrenamiento. Su caminó se dirigió directamente al harén al encuentro con su amada, pero no había ningún rastro de ella.