El amor tiene una forma extraña de florecer incluso en los terrenos más inestables. Sin importar las tempestades, los desafíos, las batallas vividas, un sentimiento tan puro como ese es capaz de sobrevivir a las más grandes tormentas, e incluso fortalecerse con el paso del tiempo. Cuando el cariño es verdadero, y sale de lo más profundo del alma, no desaparece jamás, por el contrario, cobra fuerza y se regenera, dando paso a la esperanza de un nuevo día.
Cuando Patricia abrió los ojos esa mañana, notó como todo su cuerpo resintió a lo que lo había sometido la noche anterior. La cabeza le latía como si le estuvieran dando martillazos, y le costó unos segundos acostumbrarse a la luz del día y a no sentir que se vomitaría por la sensibilidad que le causó la claridad que se colaba entre las cortinas abiertas. Le dolía cada músculo del cuerpo, y el cansancio que sentía era más fuerte que el que generalmente experimentaba luego de sus sesiones de quimioterapia. Su pecho se sentía apretado, pero no estaba segura si esto era un síntoma físico, o si solo se trataba del bajón emocional que la invadió nada más logró sacudirse un poco la confusión matutina. Sentía el cuerpo pegajoso, como cuando has sudado mucho durante el sueño y has pasado una noche demasiado calurosa. Otro efecto que podía agradecerle a su cruel amiga la cocaína, la cual todavía no podía creer que había decidido consumir el día anterior. Néstor estaba parado al pie de la cama, ya vestido con unos jeans oscuros y una camiseta blanca de mangas largas, tenía los brazos cruzados, y la miraba fijamente, como si llevará ya algún tiempo esperando a que ella despertara. Su rostro parecía endurecido, con una expresión que ella no pudo descifrar si se trataba de enfado o preocupación, probablemente una combinación de ambas. No pudo evitar sentirse avergonzada al recordar su comportamiento de anoche, y al pensar en el estado tan vulnerable en el que él la había visto. Si su mente, todavía algo aturdida, no la engañaba, creía recordar como Néstor no solo soportó cada etapa de los efectos de la droga, sino que luego la bañó, se aseguró de que se alimentara, y la cargó en brazos hasta la cama, donde más tarde la cuidó hasta que por fin logró conciliar el sueño. La había visto en su momento más frágil, cuando más rota estaba, y en vez de juzgarla o reprocharle, la había cuidado como nadie había hecho nunca antes por ella.
—Cierra las cortinas, no soporto la luz. —fue lo único que su cabeza, que no paraba de latir, le permitió expresar, su voz se oyó por completo ronca al abandonar su garganta seca. —Dame agua. —agregó, en un intento desesperado por recuperar un poco de hidratación, y es que su boca se sentía como si no hubiera tomado agua en siglos.
Ella se incorporó cuando Néstor se acercó y sirvió un poco de agua en un vaso, de una jarra llena que probablemente había dejado más temprano en su mesita de luz, como si hubiera podido anticipar que iba a necesitarla. Junto con el agua le entregó una pastilla, seguramente para el dolor de cabeza, otra cosa que había anticipado de antemano. Patricia bebió el analgésico, y todo el contenido del vaso de golpe, desesperada por sentirse mejor, pero le tomó beber otros dos vasos llenos para sentir que finalmente había algo de alivio para su deshidratación, aunque eso no mejoró los latidos de su cabeza.
—Me moría de sed. —le dijo ella a Néstor, que ahora estaba sentado en el borde de la cama, mirándola todavía en silencio con esa expresión que Patricia no sabía muy bien cómo interpretar.
—Es normal, seguramente estás un poco deshidratada por toda la mierda que te metiste ayer. —su tono era una mezcla de molestia y empatía, dejando ver que a pesar del malestar que lo sucedido le pudo provocar, también existía esa necesidad de cuidarla y poner el bienestar de ella por encima del propio.
—¿Estás enojado conmigo? —Patricia preguntó, su voz por fin sonando un poco más normal, aunque persistía esa ronquera que queda los primeros minutos después de despertar.
—No hablemos de eso ahora. —respondió él en un tono suave, pero firme, confirmándole a Patricia que efectivamente, estaba enfadado, tal vez no directamente con ella, pero sí con sus acciones. —Te preparé el desayuno. Baja para que comas, y luego te vistes, que vamos a salir. —la forma en la que lo dijo evidenció que lo que pedía no era una sugerencia, sino una orden.
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Entre el debate y el deseo
Hayran KurguPatricia Segura es una política firme, decidida y honesta con sus ideales, una mujer divertida y llena de vida, pero su mundo se desmorona cuando recibe un diagnóstico devastador: cáncer. Nestor Moa es su oncólogo, un hombre brillante y dedicado, pe...