Sugawara estaba sentado en la estrecha habitación que el tren le proporcionaba, su cuerpo cansado se inclinaba contra el ventanal. La luz tenue de la luna se reflejaba en el cristal, iluminando su rostro marcado por las lágrimas que aún no lograba contener.
Había intentado dormir. Incluso se acostó sobre la pequeña cama, esperando que el movimiento rítmico del tren lo arrullara, pero su mente no dejaba de girar. Había tantas cosas que estaba dejando atrás. Su hogar en Tokio, el lugar que había construido con tanto esfuerzo. Sus amigos, su trabajo, los cafés que solía visitar en las mañanas, y los parques donde le gustaba caminar al atardecer. Claro, Miyagi también tenía todo eso: lugares acogedores, personas amables, y una vida más tranquila. Pero no era lo mismo. No podía ser lo mismo.
Llevó una mano a su vientre y cerró los ojos.
"Ocho meses. Solo ocho meses, y volveré. Para entonces, Daichi ya habrá seguido adelante, y yo... yo estaré bien."
Era lo que se decía una y otra vez, como un mantra. Pero en el fondo sabía que estaba huyendo, no solo de Daichi, sino de sí mismo.
Su teléfono vibró sobre la pequeña mesa junto a la cama. Miró la pantalla, esperando ver el nombre de Daichi. Como lo había hecho ya docenas de veces. Pero no era él esta vez, sino Kuroo.
Con un suspiro, respondió la llamada.
– Kuroo.
La voz del alfa al otro lado sonaba más apagada de lo habitual, como si algo lo estuviera agotando desde dentro.
– Koshi, ¿dónde estás?
– En el tren. Camino a Miyagi.
Kuroo guardó silencio por un momento. Era extraño, porque normalmente él llenaba cualquier pausa incómoda con algún comentario sarcástico o una risa ligera. Pero esta vez no había nada de eso.
– Koshi... ¿Estás seguro de esto? – Finalmente habló, su tono cargado de preocupación.
– Ya lo decidí, Tetsurou. No puedo quedarme. Es lo mejor para todos.
– ¿Lo mejor para todos? ¿O lo mejor para ti porque tienes miedo?
Las palabras de Kuroo fueron como un golpe, directo y sin filtro. Sugawara no respondió, sus dedos jugueteaban con la colcha de la cama, intentando evitar el peso de esas palabras.
– Mira, entiendo que tengas miedo. Es normal. Pero no puedes tomar esta decisión solo porque crees que es más fácil para Daichi. Él te ama, Koshi. Te ama a ti y al bebé. Y tú lo sabes. Más que nadie.
Sugawara cerró los ojos con fuerza, luchando contra las lágrimas que amenazaban con salir de nuevo.
– No es tan fácil, Kuroo. Si me quedo, solo voy a lastimarlo más. Él merece a alguien que pueda estar a su nivel, alguien que no traiga tantos problemas...
– Eso es una estupidez. – La voz de Kuroo se endureció. – Daichi ya eligió. Y te eligió a ti. No dejes que tu miedo arruine algo que podría ser hermoso. Piénsalo bien, Koshi. Porque te lo aseguro, Daichi no se va a rendir. No es de esos. Y sabes que tengo razón.
Sugawara tragó saliva, sintiendo cómo esas palabras calaban profundo. Pero antes de que pudiera responder, un sonido al otro lado de la línea lo detuvo.
Era un llanto. Un llanto bajo y contenido, pero inconfundible. Sugawara frunció el ceño.
– ¿Kuroo? ¿Eso es...?
– Tengo que irme. – La voz de Kuroo se suavizó de nuevo, pero había algo extraño en ella. Algo que Sugawara no podía identificar. – Solo prométeme que lo pensarás, ¿sí? Por favor.
Sugawara quiso preguntar más. Quiso saber por qué alguien como Kuroo, siempre tan seguro de sí mismo, sonaba tan... frágil. Pero antes de que pudiera decir algo, Kuroo colgó.
Sugawara se quedó mirando el teléfono en sus manos, sintiendo una mezcla de emociones que no podía explicar. Se recostó contra la ventana, dejando que el frío del cristal se filtrara a través de su ropa. Su cuerpo estaba allí, pero su mente estaba en todas partes menos en ese tren.
Pensó en Daichi, en la expresión que tendría ahora. En cómo debía estar buscando respuestas, intentando entender por qué se había ido. Pensó en Kuroo, en el extraño dolor que había escuchado en su voz, y en los sollozos que juraba que eran de Kenma.
¿Estaba realmente haciendo lo correcto? ¿Huir resolvería algo?
Cerró los ojos, dejando que la oscuridad y el ruido del tren lo envolvieran. Pero en su mente, la voz de Kuroo seguía resonando, fuerte y clara:
"Daichi no se rendirá. Y lo sabes más que nadie."
Sugawara dejó escapar un suspiro tembloroso.
– Ojalá pudiera rendirme yo. – Murmuró, dejando que las lágrimas fluyeran libremente.
Sugaaaaa que es lo que te asusta 😞😞
MUCHÍSIMAS GRACIAS A TODOS POR LEER LA HISTORIA.
No se si en algún momento me detuve para agradecerles 💀. DE VERDAD GRACIAS. Los quiero muchísimo. (Todo mejorará)(Serán los llantos de kenma?)
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•Vidas entretejidas• [Omegaverse] • [Haikyu]
Fiksi PenggemarLuego de que cada uno fuera por su propio camino nuevamente sus vidas se entrecruzan mientras enfrentan decisiones cruciales sobre familia y carrera. Algunos celebran la llegada de un bebé, otros luchan con la inseguridad y el miedo a dejar atrás su...