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𝐴𝑠𝑡𝑟𝑖𝑑

El frío de Rusia me calaba hasta los huesos, pero no tenía nada que ver con la temperatura afuera. La tormenta estaba dentro de mí, y parecía que no tenía intención de calmarse.

Mis pensamientos giraban en espiral mientras miraba por la ventana del hotel. Las calles se extendían frente a mí, hermosas y tranquilas, tan ajenas al caos que se desataba en mi vida.

Kevin no me había dirigido la palabra desde esa noche tras el concierto. Y Mat... bueno.

Mateo era una confusión que no sabía cómo desenredar. Nuestros seguidores ya habían comenzado a notar cosas, rumores que flotaban como un humo denso del que no podía escapar.

Un golpe en la puerta me sacó de mis pensamientos. Me giré, sintiendo una mezcla de alivio y miedo. ¿Sería Kevin? ¿Mat? Caminé hasta la puerta y la abrí con cautela.

Caminé hacia la puerta, tomándome un momento antes de abrir. Al hacerlo, la sorpresa me dejó sin palabras.

-¿Layra? -pregunté, sorprendida al ver a mi mejor amiga parada frente a mí, envuelta en un abrigo grueso, con una maleta pequeña a su lado.

-¿Me vas a dejar entrar o prefieres que me congele aquí? -dijo con una media sonrisa.

Me aparté rápidamente, dejándola entrar. Cerró la puerta tras de sí y dejó la maleta junto a la pared. Se quitó el abrigo con movimientos lentos, casi calculados, como si estuviera sopesando cada acción.

Había algo en su expresión, algo tenso, que me puso nerviosa.

-Pensé que no podías venir por el trabajo -comenté, tratando de llenar el incómodo silencio.

-Se suponía que no podía venir, -respondió mientras colgaba su abrigo en el respaldo de una silla. Su tono era neutral, pero había algo en su voz que me hizo sentir un pequeño nudo en el estómago- Pero conseguí un vuelo de última hora. Supongo que tenía curiosidad por ver cómo iban las cosas.

Sentí que sus palabras estaban cargadas de algo más, algo que no alcanzaba a descifrar.

-¿Las cosas? -pregunté, fingiendo no entender.

Layra se giró hacia mí y me miró directamente. Cruzó los brazos sobre su pecho, su mirada afilada como un cuchillo.

-Astrid, sé que algo pasó. Lo noté desde que vi las fotos del concierto. Mateo y tú... ¿Hay algo que me perdí?

El aire se volvió más pesado de repente. Siempre había sido típico de Layra ir directo al grano, pero esta vez su tono tenía un filo que me descolocó.

-No es nada, solo... -comencé a decir, pero su ceja levantada y esa mirada penetrante me detuvieron.

Esa era la mirada que siempre lograba arrancarme confesiones, aunque no quisiera.

-No me vengas con eso. Soy tu mejor amiga desde que éramos niñas, -dijo, dando un paso hacia mí- te conozco demasiado bien como para creerme no es nada.

Suspiré, pasándome una mano por el cabello, buscando cómo explicar algo que ni yo misma entendía del todo.

-Es complicado, Layra. Kevin y yo... tuvimos una discusión. Y Mateo... bueno, es mi novio, pero...

-¿Pero? -preguntó, afilando la mirada.

-Pero todo es un desastre -admití al fin.

Layra guardó silencio por un momento, pero su expresión se endureció.

-¿Un desastre? ¿Como cuando Kevin no dejaba de mirarte como si fueras la única persona en el mundo? O mejor aún, ¿un desastre como cuando te hiciste amiga de Mateo?

El ritmo de nuestros corazonesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora