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𝐴𝑠𝑡𝑟𝑖𝑑

El eco de mi risa aún resonaba en el aire, un breve respiro en medio de la tormenta de inquietud que me había acompañado desde mi cumpleaños.

Mat y yo habíamos pasado el día juntos, explorando rincones ocultos de la ciudad, compartiendo risas, confidencias y una complicidad que me hacía olvidar, aunque solo por un tiempo, la opresión que me causaba la ausencia de Kevin.

Desde que Kevin me evitaba desde mi cumpleaños, una opresión constante me acompañaba, una inquietud que solo la presencia de Mat lograba calmar, aunque solo temporalmente.

De repente, la voz de Kevin, cortante como un cristal roto, atravesó la burbuja de tranquilidad que habíamos construido.

-¿Interrumpo? -preguntó, su voz como un cuchillo corto la atmósfera.

Mi corazón dio un salto. Me giré despacio, encontrándome con su figura parada frente al ascensor, una expresión ilegible en su rostro. Sorpresa, confusión, pero también algo más... ¿celos?

Sus ojos se posaron en Mat y en mí, y la tensión en el aire se volvió tan espesa que casi podía saborearla. Era una mezcla de incertidumbre.

-No -respondí con un susurro que se perdía en el silencio incómodo que se había instalado entre nosotros. La risa, la alegría, se habían evaporado como el rocío matutino bajo el sol del mediodía.

Kevin avanzó un paso, y la confusión en mi interior se intensificó. Me agradaba Mat, disfrutaba de su compañía, de su calidez, de su capacidad para comprenderme.

Pero con Kevin... con Kevin era diferente.

Con el sentía una atracción más profunda, más compleja, una mezcla de atracción y resentimiento, de deseo y frustración. En esos momentos, en la penumbra del ascensor, fantasee que me arrodillada ante él, mis dedos desabrochando su camisa, la anticipación de su piel contra la mía...

Kevin da un paso hacia nosotros, y mi mente se llena de pensamientos contradictorios.

-¿Han estado todo el día juntos? -pregunto Kevin, su tono ahora neutro, casi distante, pero con una mirada que delataba la tormenta que se agitaba en su interior.

-Sí, hemos estado juntos todo el día -comenté, esforzándome por mantener la calma, por no dejar que el nerviosismo me traicionara-. Acabamos de llegar.

Mat, siempre tan perceptivo, siente la tensión y decide intervenir.

-¿Y tú, Kevin? ¿Dónde has estado todo el día? -inquirió, su tono amigable, pero hay un matiz de curiosidad en su voz que no me gusta.

Kevin lo miró, y un silencio tenso se apoderó del espacio, cargado de una rivalidad tácita que me incomodaba profundamente.

-Salí con unos amigos. Solo... tenía cosas que hacer -respondío Kevin, su mirada viajo de Mat a mí, como si intentara descifrar una situación que se le escapa.

-Espero que te hayas divertido con tu amiga, la castaña -comentó Mat con una sonrisa que no alcanzaba a ocultar la tensión.

-Sí, claro -contestó Kevin, aunque su tono no suena convencido.

Siento que pasa por todo mi cuerpo un desagrado a la persona de la quien hablan.

¿Castaña?¿Había salido con otra chica?

La mirada de Kevin se detuvo en la mía, un instante más prolongado de lo normal, cargado de un significado que no lograba descifrar. Sentí un escalofrío recorrerme.

-Nos vemos luego, Astrid -se despidió Mat, al llegar al piso, en el que se encontraban nuestras habitaciones, como si no hubiera notado la carga emocional en el ambiente.

El ritmo de nuestros corazonesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora