32|

23 3 0
                                    

𝐾𝑒𝑣𝑖𝑛

Desperté con el sonido suave de su respiración a mi lado. El sol apenas comenzaba a colarse por las cortinas de la habitación, y por un momento, me quedé quieto, escuchando el silencio que llenaba el aire.

Me encontraba en mi habitación. Algo en la luz de la mañana me lo decía, aunque estaba aún medio dormido. Miré al lado y ahí estaba Astrid.

Estaba ahí, justo al lado de mí. Me tomé unos minutos para observarla dormida, su cabello estaba desordenado y la piel pálida por la luz que entraba por la ventana.

No recordaba mucho cómo había llegado a traerla hasta aquí, pero el simple hecho de verla tan cerca me hizo pensar que había tomado una buena decisión al respecto.

Un par de minutos después, sentí que ella comenzaba a moverse. Abrí los ojos un poco, justo para ver cómo sus pestañas se alzaban lentamente. Me voltee, para estar de espaldas a ella, haciéndome el dormido.

La idea de que se diera cuenta de que no estaba en su habitación, me generaba una especie de nerviosismo. No sabía si debería decir algo o quedarme callado y dejar que las cosas tomaran su curso. Sentí cómo sus ojos se clavaban en mi espalda, y pude sentir la alerta que invadía su mirada.

Ella se movió un poco más, y fue cuando la escuché hacer un pequeño suspiro. En un abrir y cerrar de ojos, la vi girarse hacia mí, levantándose ligeramente en la cama, mirando con la misma confusión que sentía yo. Puedo ver cómo su mirada pasa sobre la habitación, sobre la cama, y luego se dirige hacia mí.

Y lo que hizo después fue casi cómico, si no fuera porque el temor que vi en su rostro, al mirarla por el rabillo del ojo.

Movió las sábanas. Quiero decir, desesperadamente las movió. No pude evitar contener una pequeña sonrisa al ver cómo comenzaba a revisar rápidamente bajo la colcha, como si quisiera comprobar que no estábamos desnudos, o si algo raro había sucedido.

Una risa baja se me escapó, y al parecer ella me logro escuchar, por qué recibí un manotazo en la espalda.

Finalmente, no pude resistir más y me giré ligeramente en la cama, simulando despertar de verdad. Me reí un poco bajo, intentando romper el silencio incómodo.

-¿Qué pasó? -pregunte, haciéndome el adormilado, me detuve un momento, antes de continuar con una sonrisa burlona apareció en mi rostro- ¿Creiste que habíamos follado, tonta?

La miré por un segundo, observando cómo sus ojos se abrieron aún más, avergonzada o confundida, no lo supe. Pero sabía que, por alguna razón, esa pregunta había logrado que se sonrojada un poco.

¿Ya lo habíamos hecho, por qué se sonrojaba?

𝑃𝑜𝑟 𝑙𝑎 𝑡𝑟𝑒𝑚𝑒𝑛𝑑𝑎 𝑝𝑟𝑒𝑔𝑢𝑛𝑡𝑎 𝑑𝑖𝑟𝑒𝑐𝑡𝑎.

¿Tremenda cómo la de abajo?

-¿Qué... qué estoy haciendo aquí? -murmuró, y la vi, por un breve segundo, mirar hacia la cama como si quisiera confirmar que no había algo más...

Me aguanté el impulso de reír. Estaba claro que ella pensaba que había pasado algo que no había pasado.

Y, aunque no era exactamente un chiste, no pude evitar soltar una risa suave, una risa que. Cuando vi que había dejado de inspeccionarse, volví a hablar.

-No te preocupes -le dije en voz baja, manteniendo la voz grave y tranquila, mientras acercaba mi mano a su cabello-. No pasó nada malo, no soy tan salvaje como imaginas... Pero si ubieras querido que pase, tenemos tiempo de sobra para...

Has llegado al final de las partes publicadas.

⏰ Última actualización: 4 days ago ⏰

¡Añade esta historia a tu biblioteca para recibir notificaciones sobre nuevas partes!

El ritmo de nuestros corazonesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora