El resto de los invitados en la mesa comenzaron a ponerse de pie, algunos se retiraban en parejas, otros en grupos, todos, a excepción de un hombre de cabello grueso, largo y conectado con la barba, él se situó en la ventana mirando el paisaje que se extendía a lo largo de toda la villa. Irene no se había percatado de la presencia de este, no hasta llegado el momento.
Los padres del caballero se pusieron de pie al igual que este último, Irene los imito, todos habían terminado su comida, a excepción de la confusa chica. Había quedado satisfecha sin apenas haber ingerido la mitad de la cantidad.
─Bueno querida, será mejor que descanses por un rato. El baile dará comienzo en unas horas y tú junto a nuestro amado hijo serán los anfitriones.
─Eh...Así será... ─De pronto se dio cuenta que de la misma manera no sabía el nombre de la madre, ni del padre del caballero, por lo que no supo de qué forma llamarlos, omitió esta parte ─Yo...Puede estar confiada en que me preparare.
─Controla tus nervios, y disfruta de la noche ─Agrego del señor con un tono extremadamente amable.
─Gracias por el consejo. ─Hubo un momento de silencio.
─Bien, nos vamos, tenemos unos pequeños detalles que arreglar, nos veremos a las afueras ─Se despidió la dama. Su esposo hizo una reverencia.
─Si madre, allí estaremos puntuales. ─Dijo el varón completamente relajado y a la vez ansioso.
Irene observo al pareja retirarse en silencio, solo se escuchaban los tacones de la dama haciendo eco en el gran comedor. Hacia unos minutos había tanta gente aquí, y ahora solo quedaban ella y el varón. Pero pronto recordó al hombre de pie frente a la ventana. Y este último como si leyese sus pensamientos, dio media vuelta y se acercó a ellos.
Debía de andar casi por los cincuenta, para su edad, era apuesto, su cabello y su barba tenían tonos negros azabache y daba la apariencia de llevar cuervos sobre él.
─ ¡Oh! Niño príncipe, ¿No me vas a presentar a tu preciosa prometida?
─Irene miro de él al caballero a su lado y viceversa ─Este último comenzó a enfadarse, podría ser muy apuesto, corpulento y si se lo proponía amable y caballeroso, pero si había algo en él, que Irene no consideraba bien, era el no poder controlar o cuando menos aparentar sus emociones de enfado. Incluso ella que lo conocía de apenas unas horas, ya sabía leer las emociones en su rostro.
─Vámonos de aquí cielo ─Dijo sin hacer caso a la pregunta de aquel hombre ─no debemos perder tiempo ─Acto seguido la sujeto fuertemente de la mano y la jalo de nuevo escaleras arriba.
El hombre que ahora comenzaba a intimidar a Irene, se carcajeo.
─ ¿Dónde están tus modales príncipe de segunda? ─Al ver que el joven seguía subiendo las escaleras junto a Irene dándole la espalda, e ignorándolo por completo, grito: ─No me ignores, te he hecho un par de preguntas. No es correcto ignorar a las personas, y menos a tus familiares.
Aquella gruesa voz hizo eco por todo el vacío lugar.Pero fue en vano, Irene y el caballero subieron por donde bajaron hasta llegar una vez más a la lujosa habitación.
Apenas y habían cerrado la puerta tras ellos, el sujeto con suma protección y preocupación las manos ella.
─Por favor, de todo el reino, él es la persona que más quiero que evites, yo estaré a tu lado por siempre si así lo deseas, pero quiero que no tengas ningún tipo de contacto con él. Cueste lo cueste.
Pero lejos de tranquilizarla, la advertencia dejo más alarmada a Irene. Ella asentía, experimentaba humedad en los ojos, una desesperación iba apoderándose de los nervios de sus puños.
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El Laberinto de los Caballeros 1
Romance1865 Ella es una doncella de nombre; Irene de Luna, una señorita de 21 años, humilde, carismática e inocente. Por obra del destino y dañada moralmente por personas de la clase alta decide huir del pueblo, dejándose llevar por el dolor, las lagrimas...