El flash cegó a Irene quien de inmediato vio oscuridad total, aguardo a que esto pasara, seguramente sería una cegues de segundos, lamentablemente no fue así. Por más que espero su vista no respondía, lo que comenzó alarmarla, a estas alturas, su mente ya era capaz de saber que se encontraba en una dimensión diferente, no como en el primer mundo medieval en el que no recordaba absolutamente nada.
Ahora al contrario sabia de que trataba todo esto,solo en los primeros segundos experimentaba confusión, a partir de ahí, su memoria regresaba con amargas realidades. Lo raro es que aún no distinguía nada con su vista, porque en cuanto a su cuerpo, un leve traqueteo le decía que estaba en movimiento, sus oídos podían escuchar murmuros a lo lejos.
Y justo ahora un pequeño dolor, una molestia se hacía presente en su cabeza.
Una voz masculina hizo presencia, las palabras fueron indecifrables, pero su coraje y odio quedó muy claro.
Acto seguido otra voz masculina le hizo burla y río a carcajadas.─ ¡No les daré lo que pidan malditos! ¡Pero a ella la recuperaré y a ustedes los mandaré en trozos al infierno!
Tales frases atormentaria a cualquiera, una fuga de violencia se había estado llevando acabo, cosa suficiente para alterar a la joven.
Trato de incorporarse, pues su espalda y nuca estaban posadas en algo suave. Más fue en vano, porque un par de manos la devolvieron con rudeza suposición anterior.
─Quieta niña ─ la voz debía pertenecer a una mujer, además de que siseaba como una serpiente, sin duda para nada amigable.
Un chirrido rompió el aire y el movimiento brusco comenzó.
─ ¿Por qué no veo nada? –Pregunto Irene con dificultad, pues estar en pleno movimiento no le ayudaba en absoluto.
─Está cría está perdiendo la conciencia –Escucho decir a la misma voz, solo que lo decía de manera más retirada como si hablara con alguien mas.
─Tan solo encárgate de que no se escape de las sogas─ Exclamo una voz masculina y ruda, aquella que se había burlado a carcajadas de alguien más, alguien quien por cierto seguía gritando y jurando a diestra y siniestra, pero ahora su voz estaba en la lejanía total.
Con eso fue suficiente para descubrir algo más, que su manos y pies no podía despegarse... la tenían atada.
─¿Donde...donde...estoy? –Pero su pregunta fue ignorada. Los murmullos a su alrededor seguían escuchándose.
El calor era penétrante, a comparación de que minutos atrás, se encontraba titiritando por la lluvia dentro del laberinto, ahora estaba casi sudando.
El movimiento continuo por un rato.
─Por favor...quiero saber...donde... ─Algo azoto en su cabeza.
─ ¡Silencio!
Irene comenzó a quejarse sin hacer mucho ruido, la tenían sujeta. Esto no debía ser bueno. En lo que sea que fueran se iba deteniendo poco a poco.
Un leve pitido hizo que el traqueteo se detuviera. A continuación un par de golpes se escucharon, dos segundos más tarde algo la comenzaba a jalar de los pies. Por instinto ella puso objeción.
─No te pungas dura niña ─Dijo quien le jalaba los pies. Era la misma voz masculina que había venido escuchado junto a la voz femenina. ─Te vamos a sacar de aquí. ─Y con esto fue suficiente para Irene y poder, de alguna manera ayudar. Quería salir de este sofocante lugar, quería que le quitasen la venda de los ojos y las cuerdas de las muñecas y pies.
Le era prácticamente imposible caminar, y eso las misteriosas personas ya debían saberlo porque entre dos la cargaron inmediatamente. Transportándola hasta situarla en una especie de sofá duro.
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El Laberinto de los Caballeros 1
Romansa1865 Ella es una doncella de nombre; Irene de Luna, una señorita de 21 años, humilde, carismática e inocente. Por obra del destino y dañada moralmente por personas de la clase alta decide huir del pueblo, dejándose llevar por el dolor, las lagrimas...