XIV

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Un flash envolvió a Irene, haciéndole ver luces fluorescentes por doquier, una vez más, esperaba que esto no se fuera a hacer costumbre.

El mundo a su alrededor se apagó, para llevarla a otra dimensión.

Su vista se volvió borrosa, tal fue el grado que por un desesperante segundo no distinguió nada de nada, no hasta que la claridad de las cosas fue devuelta nuevamente, mas Irene no sabía que lo que vería continuación, no sería mejor, incluso sería algo peor.

Gente arrodillada, e incluso algunos más tirados en el suelo boca abajo, Fue la primer escalofriante imagen que capto la vista de joven inocente. Personas bien vestidas, todos sumergidos en una palpitante calma, lo que le hacía creer que si hubiese seguido sin ver con claridad el mundo, pensaría que se encontraba sola. Pero había algo más, no era una calma tranquila, el ambiente se sentía tenso, desesperado. A lo lejos distinguió un quejido seguido de un par de murmullos.

─¡Por el amor de dios! ¡Cállense! ─Grito alguien a espaldas de Irene, al instante supo que esa voz le era familiar, mas no tenía espacio en su cabeza para pensar y descifrar al dueño. Al no poder comprender lo que veía, decidió voltear, e intentar pedir ayuda a esa persona que sabía que de algún lado conocía, que le dijese donde se encontraba y que hacía.

Estaba a punto de hacerlo, de girar su cabeza, solo hasta que miro el objeto en sus manos, sus manos que ni siquiera había sentido, se encontraban en posición recta frente a ella.

Ambas manos juntas, sosteniendo un objeto como si la vida le despendiese de ello. Un objeto pequeño y negro.

Una pistola.

Cayo en la cuenta como si un balde de agua fría hubiese caído sobre su cabeza.

Estaba en un banco, gente siendo detenida y usada como rehenes. Ella los vigilaba y apuntaba con el arma en sus manos. Todos se encontraban demasiado asustados, señores, señoras, desconcertados por lo que sucedía ahora mismo y que probablemente nunca se imaginaron encontrarse en tan catastrófica situación.

─ ¡Irene sabes que hacer! A señal de cualquier movimiento sospechoso, no lo dudes y ¡dispara! ─Exclamo esa persona a sus espaldas, ella no pudo hacer más que pasar la saliva y asentir con la cabeza.

¿En realidad se encontraba haciendo esto? ¿En realidad había sido capaz de someterse a tan horrible labor? ¿Por qué? ¿Cómo demonios había llegado hasta este punto?

Por desgracia su mente sabia a la perfección que lo que se encontraba frente a ella era de total importancia por el momento, pues no le daba la oportunidad de pensar o meditar sobre tantas preguntas que albergaba. Sabía que no estaba bien, incluso tenía muy presente que lo que justo en estos momentos laboraba, era un delito, mas ¿Qué podría suceder si desafiaba al presente?

Pasaron segundos que para ella fueron horas, solo escuchaba una cosa más por el momento, el sonido desesperado a sus espaldas, algo que quebraban y desesperadamente vaciaban. ¿Una caja fuerte? Movía los ojos de un lado a otro, buscando algo más que ver, algo en ocuparse, sus manos no estaban dispuestas a bajar el arma, era como si su cuerpo hubiese sido programado para esto, eso o tal vez el hecho de que los nervios le había invadido y estaba en estado de shock temporalmente.

Pero su deseo se hizo realidad porque pronto algo llamo su atención y la del compañero a sus espaldas también.

La atmosfera de tensión, alerta y peligro dejaron de jugar un papel cauteloso, para luego convertirse en algo catastróficamente ruidoso.

Atreves de los cristales empañados que daban una mala imagen de las oscuras calles, diversas luces bicolor se hicieron presentes, asi como un rítmico golpeteo y   pasos sucesivos.

─! Demonios ¡─Grito la misma persona detrás de Irene, acto seguido se escuchó un fuerte golpe como si hubiese cerrado algo violentamente.

Y como alma que lleva el diablo, un bulto vestido completamente de negro, paso literalmente volando por un lado de Irene.

Esta se sobresaltó y ahogo un grito. Pero luego distinguió a un varón con capucha y vestido de cuero.

Volvió a ahogar un grito.

Él era quien había estado desesperado y gritando una y otra vez, era el dueño de tan ruda voz.

El joven albino de pelo lasio que Irene había visto y conversado con él en ¡El laberinto!

─¿Qué demonio esperas Irene? ¡Corre! ─Grito al ver a la joven asustada que seguía en la misma posición, para cuando termino de gritar, Irene salió disparada detrás de él, bajo el arma y evito pisar a las personas tiradas en el suelo. Un pensamiento le invadió a pesar de tan desesperante situación. ¿Estaban muertos acaso? ¿O solo recostados por el atraco? Una pregunta aún más terrible llego a su mente ¿Ya use el arma con alguna de estas personas?

Cruzaron puertas que decían Solo personal autorizado Irene solo seguía al joven , cruzando de un lado a otro con total desesperación por escapar, además de que tenía la respiración entrecortada, aunque no tanto como ella esperaría frente a tal situación.

A continuación y después de tanto enredo llegaron a lo que parecía ser una última puerta en color blanco. Detrás de esta se encontraba una serie de escalones metálicos los cuales qscendían en forma de espiral. Sin dudarlo ni pensarlo dos veces, ambos fueron cuesta arriba.

Finalmente cruzaron la última puerta para dar algo que no era mejor.

Estaban en el techo, el ambiente era frío y seco. Desde ahí las luces azules y carmesí de los policías causaban un extraño y caótico halo al rededor del edificio. Así como las voces de los probablemente policías que amenazaban con entrar al edificio si el ladrón no salía por las buenas.

El varón caminaba con paso más tranquilo pero no del todo. Parecía saber exactamente qué hacer. Ni siquiera miraba a Irene para percatarse que seguía detrás de él. Cruzaron techos que se conectaban entre si, eran una serie de locales altos y en cuadrados, anduvieron hasta alejarse una manzana aproximadamente. Finalmente una de las grandísimas bodegas tenía incrustada una escalera de mano, por la cual descendieron ambos hasta tierra firme.

Irene se sorprendió al descender con tanta facilidad desde varios metros de alto, algo que parecía que ya había hecho varios cientos de veces anteriormente, pues no tuvo dificultad en absoluto, en parte porque su cuerpo no mostraba rigidez, o tal vez porque incluso se sentía más libre de una manera diferente.

Frente a ellos, ahora en medio de un callejón, había una silueta de estatura baja y oscura como la noche, no hacia algún ruido en absoluto, por lo que cualquier persona si concentración fácilmente lo habría pasado por alto.

─¡Andando! ─Exclamo con voz ruda el joven al tiempo que se montaba en el vehículo de dos ruedas. Irene no tuvo más opción que imitarlo.

El varón llevaba consigo un gran morral, el cual lucia muy pesado. Dinero sin duda.

─Esto no está bien ─Exclamo Irene por primera vez desde que había comenzado o mejor dicho iniciado la grabadora de su mente. Desde el punto en que comenzó a captar todo.

Ahora fue el turno del joven para ahogar una risita.

─ ¿En serio? ¿Lo estás diciendo ahora? ─Pregunto él, sin mirarla siquiera. Acto seguido arranco la moto y por fin se olvidaron de los galopes mecanicos que inundaban el viento hasta hacerse inaudibles por completo.

Situación erronea corregída

El Laberinto de los Caballeros 1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora