La verdad es que en ese momento no supo que hacer exactamente, todo cobro sentido, la cabaña en la que justo en esos momentos se encontraba, lo más seguro es que fuera de ese varón. Por lo tanto no consideraba seguro el quedarse aquí, pero tampoco pensaba en salir y mostrarse. Lo más lógico sería para ella que huyera del lugar, escapar, buscar cualquier cosa que le pudiera ayudar, quería salir de este mundo lo más pronto posible, ella misma lo había dicho anteriormente, y seguía manteniendo firme su palabra, estaba, cansada de este tipo de ilusiones, estaba cansada de vivir falsedades llenas de peligros que solo le traían experiencias horribles. Drásticos cambios de un momento a otro, y que no estaba dispuesta a vivir una vez más.
Por otro lado y mientras ella pensaba sin poder siquiera moverse por la impresión, el joven estaba absorto con la vista hacia el mar, por lo tanto, dándole la espalda a Irene, parecía estar pasando por un momento de relajación, parecía estar completamente sumergido en la soledad, se le mostraba decaído y con aire de lastima.
No me puedo dejar llevar de nuevo
Pensó Irene, se negaba a vivir cualquier otra situación. Así que tomo una decisión y salió de la cabaña. Al bajar a la primer planta de esta, se dio cuenta que había una puerta la cual la llevaba a la parte trasera, no lo dudo y salió por allí.
No sabía exactamente que esperar, detrás de la cabaña, solo se encontró con palmas, musgo e infinidades de plantas tropicales. Deseo no encontrarse con algún animal peligroso.
Camino abriéndose paso entre las hojas que le impedían ver más allá. Su visión era salir de la playa, entrar a un pueblo, o a una ciudad.
No supo exactamente cuánto tiempo estuvo andando, a decir verdad, no fue mucho, pero para alguien que ya había caminado demasiado en un laberinto, bueno, se podría decir que las distancias ya no las media igual. Se hubiese podido guiar del sol, pero las palmas sobre su cabeza eran tan altas y tantas, que la luz apenas y penetraba en el lugar.
Después de ciertos momentos, los arbustos comenzaron a disminuir en cuanto a cantidad, así como las palmas que poco a poco se iban extinguiendo. Y de un momento a otro, Irene salió de la pequeña selva. Solo para encontrar arena y nuevamente el mar.
Esta parte era más desierta, pues carecía de cabaña y de personas y estaba completamente en la soledad. Irene se dio cuenta de que se encontraba en una isla. Una muy pequeña isla.
─Demonios ─Exclamo enfadada. Cruzo sus brazos y miro con atención el lugar. Al parecer estaba completamente sola en dicho lugar, a excepción del caballero. Rodo los ojos al pensar en él. Era increíble que el laberinto le trajese a este lugar, es decir, ahora que estaba más adiestrada, podía probar con cosas diferentes dentro de las ilusiones, pues ya entendía algo de cómo funcionaba la cosa, sin embargo, el laberinto parecía tener también sus propias intensiones porque le estaba poniendo pruebas en las que ella no había pensado aun.
Suspiro y supo que no tenía sentido el huir así. Se acercó a la orilla del mar y comenzó a caminar, no tomo importancia hacia qué lado dirigirse, pues a final de cuentas llegaría a donde quería, se suponía que caminaría en círculo si se encontraba en una isla.
Su enfado consigo misma era tanto que incluso lucia tranquila, no hacía más que meditar en lo que podría haber hecho, aquel día en que se encontró dentro del laberinto, no había más que dar media vuelta y salir por donde llego. Después recordó que ni siquiera se había dado cuenta por donde había entrado. O siquiera el porqué. Ella había estado huyendo a causa de las cosas que Lady Florence Glitter le había dicho. Tan poca cosa se había sentido en aquel instante que no lo había pensado, no había reparado en nada más que salir de allí, huir, escapar no volver a ningún lugar que hasta ese momento conocía, no quería nada que ver con Castle Combe nunca más, ella solo había querido forzosamente olvidar lo que había pasado, la vergüenza que había sentido al encontrarse en la mansión de Lord Patrick, nunca se imaginó encontrarse en tal situación, mucho menos llego a pensar en algo como esto.
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El Laberinto de los Caballeros 1
Romance1865 Ella es una doncella de nombre; Irene de Luna, una señorita de 21 años, humilde, carismática e inocente. Por obra del destino y dañada moralmente por personas de la clase alta decide huir del pueblo, dejándose llevar por el dolor, las lagrimas...